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LA HUIDA ES DE INTELIGENTES... SIEMPRE Y CUANDO DE QUIEN HUYAS NO SEA TU VECINO


Oh no, ya me ha descubierto y de una forma tan estúpida que creo que me lo merezco.

No hay más.

No huyas.

Estoy perdida.

¡No huyas!

¡Ahí te voy San Pedro!

Bajo la cabeza para quitarme de encima la punzada que se siente tener su mirada puesta en mí.

Con mis ojos puestos en el suelo me doy cuenta de algo bastante obvio: tengo dos piernas y dos pies, lo que quiere decir que ¡es hora de correr!

Emprendo mi huida hacia ningún lado, sin siquiera mirar hacia atrás hasta que llego a un sitio donde me siento segura: la bodega del club de teatro. Tengo la suerte de que no han arreglado la ventanilla por donde mis amigos y yo nos colábamos el año pasado.

Con temor miro hacia todos lados comprobando que Rheed no me haya seguido y me subo.

El cuartucho huele a encierro y ropa vieja. Se puede ver en los halos de luz las pequeñas partículas de polvo y pelusas que vuelan en el aire. Es un cuarto oscuro, con una pequeña ampolleta que cuelga del techo nada más. Al encenderla, la indumentaria y la escenografía de viejas obras teatrales queda expulsa. Hay varios fondos que hice yo, como el de Un último respiro, La ciudad roja y El camino de los cerezos (mi favorita).

No puedo evitarlo, todo lo que tenga que ver con los árboles de cerezo me encanta, de ahí mi apodo.

Bueno, de ahí y de Sakura Card Captor.

Me siento sobre un baúl que guarda algunos vestidos y suspiro.

¿Y ahora qué?

Tengo la mitad de mis útiles aquí, no puedo ir a clases porque Rheed estará allí y esta estúpida sudadera...

¡La sudadera!

Ay no, ay no, ay no, me traje la sudadera de Rheed. ¿En qué estaba pensado?

Ah, claro, en desaparecer de su vista.

Si me pagaran por joderla...

Lo bueno es que ocurrió el primero día de clases, un día en que nadie hace nada y los profesores hablan sobre lo que veremos en futuras clases.

Así que... ¿qué hacemos?

No me preguntes a mí, yo te dije que no huyeras.

Suspiro y miro la sudadera. ¿Qué se supone que haga con ella ahora? Lo más lógico que se me ocurre es quemarla, puesto que seguro es alguno de esos objetos malditos que luego traen desgracias a la familia. Lo otro es dejarla en algún sitio del colegio para que alguien más lo encuentre. Dejarlo en la puerta de su casa es una buena idea también...

En los mangas shoujo tienden a regarlos en bolsitas de colores, muy ordenado y en persona. Pero lo de «en persona» no corre para mí. Aunque entregárselo en una bolsita bien bonita puede sensibilizar su corazón.

Ah, ¿en qué estoy pensando? Está claro que Rheed jamás dejará pasar esto.

Podría dejármela. Decirle: «me la diste, ahora la perdiste, insecto» y marcharme con paso decidido, mostrarle que no me dejo intimidar tan fácil.

¡Ja!, como si te atrevieras... Te miró una vez y casi te meas encima.

No sirvo para esto.

Mi juego, tus reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora