que se entere Madrid

1.2K 97 2
                                    

nueve

que se entere Madrid

Luisita se hizo con la botella de champán.

No solía beber, pero había encontrado en el alcohol un muy buen amigo para sus problemas. O, mejor dicho, la mejor panacea para poder superar aquella noche sin querer clavarse un tenedor a sí misma en cualquier momento.

— Pero Luisi, frena un poco, ¿No? — Le dijo su hermana mientras vertía el líquido sobre su copa. No había pasado desapercibido para la mayor que su hermana estaba más nerviosa de lo habitual, pero, como en general llevaba rara toda la semana, tampoco le dio especial importancia: A Luisita le daban ventoleras, vamos, que nunca sabías por dónde te iba a salir; lo mismo un día te decía que se iba a una comuna hippie y lo mismo, otro, que se unía a una secta satánica. Ella, definitivamente, ya se lo esperaba todo.

— Bueno, María, solo me estoy sirviendo un poco de champán—. Se quejó la rubia. Siempre, siempre tenía que tener a su hermana encima. ¡Y sabía perfectamente que aquello no era una coincidencia!, que estaba allí para ver si había quedado con Miguel y espiar su cita. Pero vamos, que se iba a enterar de quién era María Luisa Gómez cuando llegasen a casa, ¡Que lo tuviese claro!

— Bueno, cariño, que no pasa ná porque tu hermana beba un poquito, que ya es mayorcita...— Trató de sosegar el chico a su mujer. La verdad era que a él no le apetecía estar allí, pero María estaba empeñada con que su hermana estaba saliendo con un motorista lleno de tatuajes y le había hecho seguirlas hasta el restaurante. ¿Y lo peor?, que allí no había ningún loco por el cual la menor estuviese coladita. Allí solamente estaba Amelia y parecía que les habían arruinado su noche de chicas, cosa que le sabía fatal, porque él siempre había pensado que la rubia necesitaba una amiga, una buena amiga y ahora, ellos dos estaban ahí en medio porque la morena no podía dejar a su hermana pequeña vivir tranquila.

Con las ganas que tenía él de sentarse en su sofá con su mujer y pasar una noche tranquilita... Pero no, María había sacado la baza de que: 'Nunca iban a cenar a ningún sitio' y él, por no perder el romanticismo, había caído en la trampa.

— Eso, María, ¡Eso! —exclamó Luisita. — Soy mayorcita para tomar mis propias decisiones y... ¡Y que no me tengas que estar controlando todo el rato!

— ¿Controlando yo? — Se hizo la ofendida la mayor. Vale, a lo mejor sí que tenía razón, pero esta vez, su hermana no la iba a ganar a cabezota. Esto lo hacía por su bien, porque no se creía que Miguel fuese ese novio suyo y porque allí, había gato encerrado. — Mira, Luisi, no sé por qué dices eso...

— ¿Que por qué digo eso?, ¡¿Que por qué digo eso, María?! —Del rebote, Luisita por poco se levanta de su asiento y se lanza al cuello de su hermana. Estaba a punto de explotar, y eso era decir poco. Su cita con Amelia se había ido al garete, al igual que todos y cada uno de sus planes para después. Encima, la de rizos estaba presenciando aquel numerito y ella estaba poniendo todas sus fuerzas en contar hasta diez. Uno, dos, tres... El tres. Llegaba al tres y no podía más. Se le salía la fuerza por la boca.

— No me gusta ese tonito, Luisi. — María negó con el dedo, chasqueando la lengua. Por su parte, Amelia se hundió un poco la silla mientras que buscaba el resguardo de la mirada de Ignacio el que también, estaba deseando irse corriendo de allí. Ya habían cazado más de una mirada. Más bien, el restaurante entero estaba al tanto de su discusión.

into Amelia, no la zumba | LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora