Prólogo » El pájaro.

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Paris, Musée du Louvre, 2011.

Desató el lazo que sostenía su cabello en una semi coleta, un tanto desecha por el viento de que azotaba afuera, y lo guardó en el bolsillo de su abrigo mientras observaba impresionada a su alrededor. Acomodó la falda de aquel anticuado uniforme escolar que su mejor amiga tanto detestaba, y dejó escapar un largo suspiro. La pelinaranja entrelazó su mano con la suya, tomando a la muchacha por sorpresa, entonces tiró de su brazo con suavidad.

«Vamos, Lucy, esto es espectacular. —dijo la joven de ojos hazel.»

Él deambulaba solitario entre todas aquellas obras de arte olvidadas por los turistas, pues la mayor atracción del museo era la famosísima Gioconda, un cuadro de Da Vinci sorprendentemente minúsculo que escondía uno de los mayores enigmas de la historia del arte. Apreciaba el arte, pero seguía odiando la vida humana contemporánea. No soportaba ser capaz de escuchar los murmullos de los turistas, incluso desde la sala más apartada del lugar; la presencia humana simplemente le parecía insoportable.

De repente, justo cuando se disponía a cruzar el umbral de la entrada para abandonar la sala, pudo escuchar el aleteo de un cálido corazón. Ella apareció ante él, pasando por su lado sin decir palabra alguna. Sus ojos capturaron fugazmente el rostro de la muchacha en una desenfocada imagen, y un dulce aroma golpeó su nariz sin piedad.

Frunció el ceño, aturdido por aquella pequeña presencia. Creyó haber visto aquel rostro en otro lugar, o quizás en otro momento.

«Disculpe, ¿nos conocemos? —le preguntó él.»

La muchacha se dio la vuelta tímidamente y buscó el portador de aquella voz. 

«¿Perdona? —musitó.»

Él, todavía curioso, la observó por unos segundos más. Quería preguntarle su nombre, pero pensó que quizás no era adecuado.

«Lo siento, pensé que era alguien que conocía. —el joven se disculpó.»

A ella le extrañó su formalidad. No contestó, sólo se limitó a asentir con un sutil movimiento de cabeza. Volvió la vista hacia una de las obras que yacían colgadas en la pared, y cuando quiso observar de reojo a aquel desconocido de atractivas facciones, ya no sé encontraba allí.


Pájaros de cristal |n.h au| Vol IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora