Capítulo 4

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Capítulo 4. El baile


Una escalofriante y ansiosa sensación me devolvió a la realidad; desperté un tanto agitada, como si el aire careciera en mis pulmones. Abrí los ojos sorprendida, y al instante, sentí una aguda punzada de dolor en el pecho. Me encontraba mareada, pero pude distinguir el fresco olor a hierba húmeda. Apreté los ojos y suspiré pesadamente. Cuando volvía a abrirlos, el potente pigmento verdoso de la hierba y la grisácea —pero brillante— luz del día azotó mi desubicada mente.

Cuando me erguí torpemente y alcé la cabeza, mis ojos se encontraron con los suyos. Eran demasiado bonitos, casi como si albergaran un pedazo de cielo en ellos.

Me sonrió gentilmente.

Ni siquiera parpadeé, pues me encontraba completamente ensimismada por aquellos arrebatadores ojos.

— ¿Cómo te encuentras? —me preguntó.

Carraspeé avergonzada.

— Eh... Bien. ¿Qué ha pasado?

— Te has desmayado.

Me di cuenta que me encontraba tumbada encima de una prenda de ropa; su chaqueta.

— Oh. —musité— Siento las molestias...

— No debes disculparte. —dijo.

Él yacía sentado a mi lado, sobre el césped, su espalda recostada contra el robusto tronco de un centenario árbol. Cuando me percaté de lo tan cerca que se encontraba de mí, el corazón me dio un vuelco. Entonces recordé la "cita" del otro día.

— Siento mucho lo del otro día, me dormí... —comenté tímida.

— No te preocupes por eso.

— No es propio de mí. —me excusé nerviosamente— Pero ese día...

— Está bien, Lucy. —su dulce voz me interrumpió.

Lo observé en silencio.

— Podemos ir otro día, si te apetece. —ofreció.

— Claro. —asentí con la cabeza— Pero ahora creo que debería volver, mis padres estarán preocupados...

— ¿Quieres que te acompañe?

— ¿Seguimos en Thornfield, verdad? —pregunté.

— Sí. —rió suavemente mientras se levantaba del suelo.

— Entonces no hace falta. —hice ademán de levantarme, pero las piernas me fallaron por un instante, haciendo tambalear mi cuerpo.

Sus brazos me tomaron rápidamente.

— Gracias. —susurré.

Alcé la barbilla para encararlo, él se hallaba demasiado cerca. Mucho más que antes.

— Me voy a casa... Gracias por todo, y de nuevo, perdón por las molestias. —desvié la mirada y me aparté sutilmente de su cuerpo.

Giré en dirección al camino de tierra, pero su mano sobre la mía detuvo mis pies.

Me asusté.

— Lucy. —un escalofrío azotó mi cuerpo.

Noté su presencia sobre mí, su torso casi contra mi espalda.

Moví mi rostro hacia él, y entonces, pude sentir sus ojos —casi— atravesar mi alma.

— ¿Eh?

Pájaros de cristal |n.h au| Vol IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora