ꜱᴜɴʀɪꜱᴇ ᴡɪᴛʜ ᴍᴀx

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El paisaje que ofrecía la cantera Sattler siempre dejaba a Deana sin aliento. Era como una presión caliente en el pecho, ese sentimiento de sentirse diminuta. Incluso en la oscuridad del crepúsculo, su belleza era innegable.

Cada vez que se acercaba al filo de ese precipicio, sentía su corazón acelerarse. Era como si toda la adrenalina hiciera hogar en sus extremidades, el cosquilleo en estas abrumador y seguro. Incontenible. El tipo de riesgo que le daba la dosis perfecta para calmar su adicto corazón pero mantener a su recelosa mente en paz.

Era como saborear el peligro.

Como lo era estar en los brazos de Billy Hargrove.

Si cerraba los ojos, se sentía tal y como él.

La tierra bajo sus pies, segura y estable, no le aseguraba a su acelerado corazón que Deana estaba a salvo. Justo como él la hacía sentir: insegura, delirante. Con su corazón total e irreparablemente roto. No importaba que tan fuerte Billy fuera, nunca sería suficiente.

La tragedia más desesperanzadora ¿Cómo alguien tan hermoso se negaba tanto a ser amado?

Pero Deana no podía mantener los ojos cerrados para siempre.

La chica miró una vez más a la naturaleza frente a ella, dejando ese sentimiento tan abrumador que le causaba irse poco a poco.

Un 《tack》, un insulto susurrado y un botón presionándose.

El walkman de Max Mayfield pedía a gritos un descanso luego de haber sido usado por horas. Deana volteó a mirar a la chica, quien estaba sentada con las piernas cruzadas sobre el nuevo capó del todoterreno de la familia Harrington.

– ¿La encontraste? –le preguntó Deana, cruzándose de brazos y volviendo su vista al frente.

La niña había estado maniobrando al aparato para que este reprodujera una canción en especial que le quería hacer escuchar a la mayor.

–Sí –murmuró Max, aún concentrada en el walkman entre sus manos–. Ya, ya, ya.

Deana se apuró a tirar el cigarrillo a un costado y tomó los auriculares que la niña le ofrecía con urgencia. Se los colocó y comenzó a escuchar a la nueva canción que Kate Bush había presentado al mundo tan solo esa mañana.

La voz de Kate era totalmente intoxicante. Se metió por debajo de la piel de Deana y corrió junto a su sangre como si se tratara de una droga. Gritaba, lloraba, reprochaba. Suplicaba que alguien –ajeno a ella, pero totalmente vital para Kate– regresara de los muertos. Pero más importante que nada, suplicaba que esa persona viviera. Con ella, o sin ella. Que todo ese potencial no se perdiera para siempre.

Deana sabía exactamente por qué había movido tanto a Max.

Antes de que terminara, ella ya se encontraba en lágrimas.

Y la fría mano de Max estaba en su hombro.

La chica se quitó los auriculares y se los devolvió a la niña, una temblorosa sonrisa en sus labios.

Max la miró unos segundos para luego colocar su mirada en el horizonte –Sabía que entenderías –susurró.

Había pasado un mes.

El verano aún no terminaba, el calor abrumador y los días largos aún las acosaban.

Deana había pasado el último mes haciendo un duelo confuso y doloroso: por un lado, Billy. Por otro, Jim.

Y no sabía exactamente por qué tipo de duelo estaba transitando. ¿Era verdaderamente algo de alguno de los dos? Deana no había perdido a una pareja, tampoco a un padre… sólo había perdido a dos personas que amaba profunda e inequívocamente.

SMOKE [J. Byers; Stranger Things]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora