Una feria de emociones (I)

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— Oigan, ¿como a qué hora iremos a la feria?

Estábamos reunidos debajo de un árbol planeando las cosas que haríamos en la feria que ya había llegado y se había instalado a unas cuadras de la escuela. Un día antes, saliendo del colegio, fuimos para ver como la instalaban y qué juegos llegarían, dentro de todo lo que logramos ver estaban los clásicos como los carritos chocones o la tan famosa casita del horror, Abigail al verla pega un grito.

— ¡Ahh!, ¿Rodrigo ya pediste tu último deseo?, porque bien sabes que si entras allí no sales vivo.

Abigail se había encargado de, psicologicamente, tenerme aterrado con la idea de ingresar a ese juego, si de por si ya le temía desde antes, ahora el miedo se había acrecentado en magnitudes gigantescas. Pero lo más atractivo de esa feria y creo que en eso coincidimos los cuatro, porque cuando lo vimos todos pusimos la misma cara de asombro al ver el tamaño.
"Monster Mountain", es el nombre de tan majestuoso juego mecánico, apenas estaban empezando a instalarlo y ya era gigante, fueron colocando una a una las letras, que dibujadas estaban sobre un fondo en forma de fuego que engrandecían su imponencia en comparación con los demás juegos.
Estaba decidido, la gran "montaña monstruo" era el plato de fondo, era a lo último que subiríamos antes de irnos de la feria.
Decidimos finalmente reunirnos a las seis de la tarde en la puerta de la escuela. Nos despedimos de Vidal y los tres empezamos una vez más la travesía rutinaria a nuestras casas. Aquella tarde Abigail y Romina, quienes al darse cuenta de mi temor por la casita del horror, estuvieron molestándome todo el camino.

— Rodrigo, no olvides ponerte pañal mañana— dice Romina mientras se ríe junto a Abigail.

— No olvidaré traer un par más para ustedes.

— Nosotras no le tememos a lo que haya dentro de esa casita, el que debe tener cuidado eres tú, Rodrigo.

— Ya veremos, ya veremos...

Al día siguiente, estábamos en clase con un "dinosaurio", así llamábamos al profesor de Historia, un viejo barbón y muy arrugado. Nos explicaba lo que sucedió en la guerra fría y la descolonización con tal seguridad que era como si lo hubiese vivido, y, probablemente por la edad que aparentaba, haya sido así.
De la nada la directora de la escuela toca a la puerta e ingresa.

— Profesor, Heinze, disculpe la impertinencia, quisiera conversar con una de sus alumnas, por favor.

— Buenas días, señora directora. Claro que sí, siéntase libre de nombrar a quién desea llevar a su despacho.

— Gracias, profesor. Abigail Alba, venga conmigo.

La directora llamó a Abigail, vi como ella salía asustada del aula, lo noté en su expresión. Luego de eso, el "dinosaurio" continuó con su clase, todos estuvimos apunto de dormirnos. Abigail no regresó al aula hasta la hora de salida, la esperamos afuera hasta que llegó.

— Abigail, qué pasó, ¿por qué te llamo la directora?

— Al parecer Josías me vio lanzarle el cuetecillo a Axel y me acusó. Mañana tendré que venir con mi mamá- no estaba triste, estaba furiosa.

— Vaya que estás de malas eh.

— No lo sé. Pero Josías tenía que abrir su bocota, le irá muy mal, ya verán.

— ¿Qué piensas hacer, Abigail?, no pensarás hacerle lo mismo, piensa en las consecuencias.

— Ustedes solo manténgase al margen, por favor— intenta irse.

— ¡Ya lo hiciste una vez, no dejaré que cometas el mismo error por un arrebato de ira!- la agarro del brazo fuertemente.

— Suéltame si no quieres terminar igual que ellos.

ABIGAIL, UN SUEÑO COMPLICADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora