Una feria de emociones (II)

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Apenas fijé mi vista en ellos, inmediatamente detuve a mis amigos y sin dar opción a pregunta alguna dije que fuéramos por otro lado de la feria.

— Oigan, vamos por este otro lado, se ve más interesante por allá.

Aceptaron y me siguieron sin reclamos ni dudas.
Llegamos a la tan auspiciada, por Abigail y Romina, casita del horror. Tenía una bruja mecanizada en la puerta de la entrada y hacía ruidos horribles, risas muy agudas y sobre su sombrero picudo, típicos de las brujas, estaba un cuervo tan bien echo que por un momento creí que era real.
Nuestra decisión inicial fue esperar un poco mientras veíamos a la gente salir temblando de la casita, pero ya estábamos listos para entrar. Así que decidimos ir a comprar los boletos de entradas, fue aquí donde todo toma un rumbo diferente.
Allí estaban los tres expulsados de la escuela, delante de nosotros comprando boletos para el mismo juego, Abigail y los demás veíamos como, mientras uno compraba las entradas y distraía a la boletera, los otros dos robaban algunos algodones dulces que estaban dentro de la caseta de venta.
Abigail no se quedó callada y avisó a la boletera de un grito.

— ¡Le están robando, señora!

— ¡¿Cómo?!

— ¡Sí, esos dos ladrones!

Para cuando dijo lo último, Paul y Romario, habían logrado escapar con unos cuantos dulces sin que se diera cuenta la señora boletera.

— No le haga caso, señora. Esta niña está loca —dijo Oliver mientras recibía sus entradas con una mirada desafiante dirigida a Abigail

Oliver se va apresurado buscando a sus dos compinches.
Nosotros pasamos por alto lo que había sucedido y compramos nuestros boletos. Ahora era momento de divertirse. Fuimos con boletos en mano y nuevamente nos encontramos con los mismos de la boletería. Esa noche no iba a ser de diversión.

— ¡Las siguientes ocho personas se preparan para vivir la experiencia mas aterradora de sus vidas o de sus muertes! -era como anunciaba el encargado de revisar que las entradas no sean falsas.

— Disculpe, señor, ¿las siguientes ocho personas? -pregunté

— Sí, prepárense.

Estaban los tres ladrones delante y seguíamos nosotros cuatro, éramos siete los que finalmente tendríamos que entrar mas uno que suponía yo que no entraría solo y esperaría un turno más.
El encargado de la puerta nos coloca en fila y da el visto bueno para ingresar.

— Es momento de la diversión. —dice el encargado con una cara de payaso maquiavélico.

Los tres ladronzuelos iban delante de nosotros, por lo menos ellos recibirían el primer susto antes que nosotros. O eso creía.
Cuando ingresamos, Abigail, quién junto a Romina habían venido molestándome toda la semana con que yo era el que se asustaría, estaba aferrada a mi brazo y lo mismo era de Romina con el brazo de Vidal.

— ¡Ahhhhh ja, ja, ja¡ —retumba toda la casita.

Salió un duende o payaso que nos tocó los pies a mi y a Abigail, no logramos distinguir bien qué era. Pero vaya que nos dio un gran susto. Gritamos todos. En cuanto giré la cabeza para ver qué era y regresé la mirada los tres pillos no estaban, habían desaparecido.
Decidimos seguir avanzando y cada vez aparecían cosas más espantosas como brujas, payasos, duendes, había telaraña por todos lados. Estábamos llegando al final y aparecen los tres amigos, se pararon frente a nosotros y sacaron un palo cada uno. Nosotros sin pensarlo ni un segundo decidimos correr de regreso al incio y salir por la puerta de entrada. Logramos salir.

— Señor, ayúdenos, los tres chicos que iban delante de nosotros nos han seguido con palos, nos han querido matar. —Estaba muy agitado al igual que mis tres amigos.

ABIGAIL, UN SUEÑO COMPLICADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora