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↳ ▍✧ CAPÍTULOUNO : ❛Estoy despertando, lo siento en mis huesos.❜
Despertó con un repentino sobresalto, abriendo los ojos hacia la fría e imponente oscuridad que había a su alrededor después de incorporarse con lentitud. Un segundo bastó para darse cuenta de que no sabía dónde se encontraba y el pánico inundara hasta lo más recóndito de su ser. De pronto, un temblor sacudió el piso debajo de él, haciéndolo caer mientras sus antebrazos se dirigían rápidamente hacia su cabeza —en un acto reflejo—, para intentar protegerse de cualquier cosa que pudiera ser un peligro para su persona. A pesar de aquello, no ocurrió nada más.
Haciendo uso de sus manos y sus pies, se arrastró hacia atrás hasta que su espalda golpeó contra una dura pared metálica, se deslizó por ella hasta que llegó a la esquina del recinto, percatándose instantáneamente que el lugar no era lo demasiado grande como para permitirle moverse con facilidad. Tomó una respiración profunda, mientras se hundía en el rincón y atraía las piernas hacia sí, en un intento de evitar que su cuerpo entero comenzase a temblar a causa de la desesperante ansiedad que poco a poco había comenzado a abrirse paso por todos los nervios de su cuerpo.
Esperó a que sus ojos se adaptaran a la oscuridad. Y justo cuando su respiración había comenzado a tener un ritmo acompasado, otro repentina sacudida movió el cubículo bruscamente hacia arriba; como si se tratase del viejo ascensor de una mina y haciendo al chico sobresaltar. Nuevamente se preguntó dónde estaba. Ruidos discordantes de cadenas y poleas, como la maquinaria de una vieja fábrica de acero, resonaron por todo el compartimento, rebotando en las paredes con un chirrido apagado y férreo. El oscuro elevador se mecía de un lado a otro durante la subida, provocándole náuseas; un olor de aceite quemado saturó su olfato, haciéndolo sentir peor. Quería llorar, pero no podía permitirse perder la compostura; no le quedaba más que permanecer sentado allí, solo, y esperando a que llegase a su destino.
Cerró los ojos, siendo consciente de que las primeras lágrimas habían comenzado a aparecer. En realidad, ni siquiera sabía con exactitud hacia dónde se dirigía, ¿cómo podría no sentirse asustado?. Fue en ese momento, cuando se dio cuenta —con una sacudida—, de que no sabía quién era.
El pánico lo invadió.
Sus ojos se abrieron de golpe ante tal descubrimiento y miró a su alrededor, en busca de cualquier señal que le permitiera recordar quién era. No era capaz de recordar nada, ni un solo hecho de su vida pasada, ninguna persona, ningún lugar. Sin embargo, había una sola palabra que había estado rondando por su cabeza desde el momento en el que despertó.
No, no era una palabra. Se percató, con certeza, de que se trataba de un nombre. Un nombre, y eso fue lo suficiente bueno para conseguir animarlo aunque sea un poco. Un poco, pues aún desconocía el lugar dónde se encontraba y seguía sin saber cómo había llegado hasta allí.
