Prólogo

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Cuarenta segundos, ese el tiempo que había trascurrido desde que me le declaré a la castaña que por años fue mi mejor amiga.

Ahora estábamos aquí frente a frente ella temblorosa y yo con el corazón el la mano.

— es una broma, ¿no? — su sonrisa parecía querer camuflajear su nervios — Di me que es otros de tus juegos Noah — su mirada de súplica, me rogaba que solo fuera una broma de mal gusto, pero en mi vida no había dicho algo mas enserio.

— No lo es — era momento de soltarlo todo — quisiera no sentir esto que siento, por que es obvió que no es correspondido, pero no puedo... Esto es mas grande que yo.. — Mire el suelo, luego a sus ojos color miel — no se como ni cuando paso, así como hay muchas cosas que no se — intentar bromear, pero creo que falle — pero si se una cosa Natasha, es que esto que siento por ti ya no es amistad — su mirada me gritaba que callara, pero ya lo había echó suficiente tenía que decirlo — Te amo Natasha.

Sus ojos se cristalizaron y su nariz se puso roja, Natasha estaba apunto de llorar.

— yo.... No — trague grueso, su tono era de disculpa — Noah yo no — mientras las lágrimas empañaban su cara, yo me esforzaba por mantener las mías en su lugar — yo no siento lo mismo — me había preparado mentalmente para esto, pero en cuanto el momento llego no hubo preparación que valiera.

Estaba echó, por fin me había liberado de aquellos sentimientos que llevaba años reprimiendo en mi, sabia que esto pasaría que ella no me correspondería, que ella no me amaba como yo lo hago, pero aun así dolía. Era necesario, lo que tenía que hacer, no podía seguir cargando con nuestra amistad mientras mis sentimientos me hundía en la agonía, era demasiado y yo no era tan fuerte.

Deseaba que hubiera otra manera, que muestra amistad no se viera afectada, pero eso era pedirle aún corazón que no lata o aun ciego que vea, imposible.

Ahora estábamos aquí, dos almas desgarradas yo me había encargado de eso, había lastimado a la mujer que mas amaba, y ahora no había vuelta atrás.

Ninguno de los dos hablaba, ya no había mas nada que decir, e tirado años de amistad a la basura solo por que no pude seguir cargado con el peso de mis sentimientos, juro que lo intenté pero intentar no fue suficiente y ahora lo mas bonito que tenía estaba acabado, y yo era el único culpable.

—Me tengo que ir — sus palabra se escuchaban lejanas, creo que el dolor había apaciguado todos mis sentidos, por que no era capas se percibir algo con claridad, ni siquiera estaba seguro si aun nos encontrábamos en el instituto.

No dije nada, solo me quede ahí, escuchando sus pasos alejar se de mi. Cuando ya no fui capás de escuchar sus pasos, me deje caer y descansé mi espalda en la pared mas cercana y llore.

Llore por mi, por ella, por nuestra amistad perdida, por las risas que ya no volverían, por esas tardes de películas donde sólo éramos ella y yo, por todo aquellos que compartimos, y por lo que no también, llore hasta que ya no pude mas.

No se cuanto tiempo estuve ahí, pero solo volví a la realidad cuando una voz familiar me llamo.

— Noah — era la inconfundible voz de Marcos, mi mejor amigos desde el colegió, sin pensarlo dos veces lo abracé — tranquilo todo estará bien — me consoló, mientras el llanto volvía a surgir de lo mas profundo de mi ser.

— La e perdido Marcos, la e perdido a ella también — dije, mis palabras eran entre cortada — e vuelto a perder...

No podía mas, la vida me había dado hasta para regalar y ya no me quedaban fuerzas para luchar.

— Saldremos adelanté, siempre lo hacemos, juntos los dos, como hermanos — le creí, tenía que hacerlo, era como un niño aferrándome a mi última esperanza — ¿recuerdas? Juntos hasta el final

— ¿Lo prometes? — era una súplica, había puesto mis esperanzas en ésas palabras.

— Lo prometo.

Eso era suficiente para mi.
Tenia que ser lo.

En El Amor Y La Guerra, Si Hay ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora