Capítulo 4: La mejor palabra es la que no se dice

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Por fin el tan añorado viernes había llegado y yo con mucho orgullo podía decir que había logrado contra todo pronóstico mantener mi promesa de no acercarme a la causante de mis tormentos.

No fue fácil debo admitir; requiero del uso de todo mi fuerza de auto control, y del gran apoyo de mi hermano de otra madre para no correr a sus pies, lo cuál me resultaba muy difícil, ella era como la droga, adictiva y yo había estado bastante tiempo interactuando con ella y me era difícil expulsarla de mi vida. Difícil pero no imposible con el pasar de los días ignorarla se me hacía mas sencillo, eso no quiere decir que la haya olvidó, solo que su ausencia ya no me causaba dolor, no tanto.

“Quieres que te haga compañía? "

El mensaje de Karmen me hizo sonreír.

“estoy bien, pero aprecio la oferta”

Observe la mesa que ocupaba con el resto de “mi grupito, o aquellos que durante cuatro años y medió llame así, le sonreí y ella me devolvió el gestó.

Ok, en la hora de química hago equipo contigo ¿va?”

                                      “va

Estaba agradecido con ella, los últimos días e notado que mi grupo de amigos estaba constituido básicamente por amigos de Natasha, de los seis integrantes (cuatro chicas y dos chicos)  solo dos había  intercambiado palabras conmigo, y sólo Karmen se unió a mi durante un ensayo grupal, y aun mantenía cierto grado de comunicación conmigo.

Vaya amigos, Pensé con algo de sarcasmo.

Volví a poner mi atención en el  ya masticado trozo de pan con carne y una excesiva cantidad de salsas, sobretodo mayonesa, adoro la mayonesa.

Esa extraña sensación de que alguien te observa me hizo levantar la cabeza sólo para encontrarme con unos profundos ojos pardos que me observaban con intensidad desde la distancia, en una de las mesas mas alejadas, cerca de las puertas que daban a la salida del comedor una de las mesas mas codiciada por chicos y chicas de esta institución, una mesa que a pesar de ser tan común como las demás (de un brillante rojo metálico, en la parte superior de esta y un amarillo pollito en las patas de la alargada mesa) muchos darían su orgullo por ocupar un lugar ahí. Durante unos segundos le sostuve la mirada aquella chica de mirada gris, solo la aparté cuando ella negó con lo que a mi parecer era una sonrisa burlona.

¿Que demonios podía querer Emelyn Cólers conmigo?

Emelyn era una chica extremadamente guapa, no voluptuosa, pero si sexy, era una tipa de mirada penetrante y una constante sonrisa en su rostro, no muy grande pero si notable y permanente y a mi parecer tan falsa con sus mechones amarillos.

Había algo raro en esa tía y no solo era el echó de que a pesar de ser su padre uno de los mas grandes empresarios de la ciudad y que su gran fortuna no era un secreto para nadie de Quilton ella asistiera a una escuela publica, tampoco eran todos los rumores que rodeaban a su familia, que iban desde lo mas cruel cruzando hasta lo mas fantástico, no. No era nada de eso era algo que algunos parecían no notar, era aquellos inexpresivos ojos y sonrisa hueca, que parecían no coincidir uno con el otro.

Yo en lo particular no conocía mucho de Emelyn, fuera de los rumores de pasillos, que para mi son solo eso, rumores.

Me parecía casi ficticio el echó de que una chica de mi edad; practiqué la santería, se haya acostado con todo un equipo de basque, que fuera la mujer de un gran narco y la lista de rumores seguía y seguía, supongo que ser rico, popular y bello trae muchos de esos.

Solo había tres cosas que sabia sobre aquella chica: que su familia era asquerosamente adinerada, que su hermanó estaba en la correccional por razones que desconozco y que debía mantenerme alejado de ellos.

Claro como si ellos te quisieran cerca. Ironizó la voz de mi consciencia.

“La mejor palabra es la que no se dice” solía decir mi madre.

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Cumpliendo su palabra karmen se sentó a mi lado en el laboratorio de química mientras cumplíamos la último hora de clases de la semana, estar con ella a solas no me resultaba del todo ajeno, en ocasiones cuando Natasha faltaba durante alguna actividades ella era mi acompañante, era una gran persona.

—Ella te extraña — murmuró. Observe como su lápiz se movía ágilmente sobre su libreta mientras escribía unas formulas que jamas volveríamos a ver cuando dejáramos Quilton o al menos la mayoría de nosotros — Deberías hablarle —aconsejó, busqué su mirada pero ella estaba completamente concentrada en las fórmulas que ocupaban su libreta.

—Lo dudó — suspire — está bien así, tal ves es lo mejor.

—No puedo creer que digas semejante pendejada. — ella negó y por fin sus ojos café hicieron contacto con los míos —es evidente para todo la falta que se hacen uno al otro, ella te extraña y tu te mueres por ir hablarle, son casi hermanos, no dejes que una diferencia de opiniones cambié eso.

Al parecer Natasha le había dicho a todos  que nuestro repentino alejamiento se debía a un desacuerdo sobre temas personales, yo solo me límite a afirmar aquellas patrañas. Mentirle a Karmen me resultaba difícil, después de todo ella a sido la única que me a demostrado amistad sincera, ¿y yo como le pagaba?; mintiendole a la cara.

—Es que no es algo así de simple, no estuvistes ahí, fue una discusión muy fuerte y ambos dijimos cosas hirientes — seguía soltando una mentira tras otra — dije cosas de las que me arrepiento — me sincere un poco, sentí el cambio en mi voz de una neutra a una mas nostálgica —La lastimé a ella, me lastimé a mi, y destruí lo nuestro.   — aparté la vista y jugué un poco con mi lápiz — No es nuestra primera palea, pero si la mas dura.

Por tres minutos ninguno dijo nada, yo por que los recuerdos de ese día me atormentaba y ella analizando mis palabras.

—Una vez le dije a mi mama que la odiaba —empezó a narrar mi amiga de mejillas redondas — en ese momento lo sentía, algo que no podría explicar con mas palabras que con esa. — no entendía cual era el punto de aquella historia de índole personal — pero tan pronto las palabras dejaron mi boca me arrepentí, es decir si estaba molesta con ella pero no al punto de odiarla. ¡Por Dios es mi madre!, ¿como podría odiar a la mujer que me dio la vida? — río por lo bajó, y yo Sonreí, su risa siempre a sido contagiosa — mi punto es que a pesar de mis palabras hirientes ella me perdonó, solo tuve que ser sincera y decir que lo sentía, prueba con eso.

El problema es que ya me había sincerado y estas eran las consecuencia de ese acto.

Negué varias veces con la cabeza.

—No es tan simple —sentencie, con un sentimiento de derrota en mi ser.

—solemos decir cosas que no sentimos solo por que no sabemos interpretar a nosotros mismos.

La mire a tónico, ella solo me guiñó un ojo y volvió a su trabajo.

Nota mental: karmen es mas inteligente de lo que aparenta.

En El Amor Y La Guerra, Si Hay ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora