Capitulo 3: Un clavó no saca otro clavó

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El resto del día, me la pase igual que la primera hora de clases, despistado, ido. Incluso dos de los cuatro profesores que vimos ese día me reclamaron mi falta de atención, era consiente de que estaba siendo muy obvio, que probablemente ya todos se hubieran dado cuenta que algo me perturbaba y eso combinado que a la hora del descanso, no me senté en mi lugar habitual junto al grupo que durante años e considerado como mi grupito, de seguro habrá llevado a mas de uno a la conclusión de que me había peleado con alguno de ellos, o para los mas observadores que esa persona en concluso había sido Natasha.

-Noah - el corazón me dio un brinco en el pecho al escuchar la voz de la profesora Anais tan cerca de mi - ¿todo bien cariño?

Anais Alaya mi profesora de biología desde hace casi medió años me veía con cierta preocupación marcada en su pálida cara, mi profesora de unos veinte y pocos había ingresado como suplente cinco meses atrás cuando nuestra antiguo profesora una mujer que rondaba los ochenta, y que se negaba a jubilarse a pesar de las insistencia de sus hijos, había tenido algunas complicaciones médicas.

- Cla... Claro - traté de disimular el susto de muerte que mi joven y e de admitir muy atractiva profesora me había dado - ¿por que no iba estar lo? - pregunte.

-Es que te has pasado toda la clase soñando despierto - explicó - y no has notado que hace unos cinco minutos que sonó la campana - dijo observando el salón que efectivamente se encontraba desierto.

Note el calor acumularse en mi cara. ¿Como es que no escuché la campana?, me había pasado el día deseando que sonara y al final la e pasado por alto.

-¿Algo que desees decir? - unas de las cosas que hacía resaltar a Anais de los de mas profesores era su genuina preocupación por sus alumnos, supongo que al ser mas joven que el restó, entendía mucho mejor a nuestra generación - has pasado el día distante, ni siquiera te e visto hablar con la joven wells.

La observé, sus rubias cejas fruncidas en un gesto de preocupación. Tal vez no sería tan malo hablar con ella y recibir el consejo de una adulta.

Mire el anillo sobre su dedo y me di cuenta que en realidad tenía nulo conocimiento sobre la vida de esta mujer.

-¿Es usted casada profesora? - pregunté, sin saber muy bien porqué.

Durante un par de segundos se quedo descolocada por mi atrevida pregunta, pero se recompuso antes que me pudiera retractar.

-Comprometida en realidad - dijo jugando con el anillo con gesto soñador.

-digame algo - comencé a decir pero me detuve, no muy convencido de abrirme de tal manera con una profesora, pero ella me alentó con la mirada al ver la duda en la mía. Que mas da - ¿El amor duele?

Ella analizó mi pregunta un momento.

-No soy un experta en la materia pero... - golpeó su barbilla con el dedo, un gestó muleta que la había visto hacer ciento de veces - supongo que si no te duele, entonces no puede ser amor.

Su respuesta era lo que yo esperaba oír, era la respuesta cliché en estas situaciones.

—.... Pero, — No esperaba algo mas de ella así que su "pero" me tomó por sorpresa. — el amor puede causar dolor, no ahí bien sin mal, y aun así uno debe saber cuando es hora de ponerle fin a ese dolor.

—¿Como se qué ya es el momento? — pregunte como un niño pequeño, justó como me sentía en ese momento.

—Escucha tu corazón. — y con esa respuesta que de seguro saco de una película, se despidió entregándome una cálida sonrisa.

"Vaya, si hubiera nacido un tiempo antes de seguro estuviera flechado por esa sonrisa"

Sentí un poco de envidia hacía el dueño del corazón de aquélla joven profesora con sonrisa luminosa. Imaginé aquel hombre; un veinteañero, bien parecido, con una personalidad envolvente capás de cautivar a cualquier chica que se lo propusiera, una persona como Marcos.

¿Que tenían ellos que los hacían un buen candidato entre la población femenina?.

Le dedique un largo tiempo a buscarle la respuesta a esa incógnita infinita. Incluso mientras nos dirigimos a casa y Marcos me narraba alguna historia la cual yo no escuchaba, la pregunta seguía rondado mi cabeza.

—En conclusión, mañana iré hacer un trio con las gemelas Hurtado.

—claro... —masculle solo pro soltar algo... Momento. — ¿¡Un trio con quién!?

Las risa de Marcos no se hizo esperar.

—Hasta que escuchas algo de lo que digo — sentí un poco de vergüenza por ser otra vez pillado mientras divagaba en mía pensamiento — hermano, Natasha de verdad que esta tatuada aquí adentro — me presiono la frente con la punta del dedo — la debes tener en un lindo lugar, con su camita y todo para hacer....

—Ya, calla. — lo corte antes de que siguiera con sus cochinadas. — estas enfermo.

—Enfermo estas tú, pero de amor.

Chasque la lengua fastidiado, no por la broma, si no por que sus palabras era tan ciertas que dolían. Aceleré el paso, solo quería llegar a mi cuarto y quejarme de lo asqueroso que es el amor cuando se esta enamorado.

—¡Eso es! — exclamó Marcos como si acabará de encontrar las respuesta a los enigmas mas complicados de la historia del mundo.

—... “Eso es” ¿que? — pregunté curioso.

—Ya se que es lo que necesitas para olvidar a Naty — levanté una ceja con duda — buen sexo —  la segura con la que dijo aquellas palabras no concordaban con la gran idiotez de estas.

Mi cara de poker podría aparecer en el próximo paquete de cartas que compráramos.

—Marcos, no me des ideas. Eres el peor consejero en temas del corazón. — mi colega chasqueo la lengua con fastidió.

—Es un buen consejo, combatir fuego con fuego —desde donde estaba ya se podía ver el portal de la casa en la que había habitado en los últimos cinco años, era una casa antigua que había sido remodelada mas de una vez, pero a pesar de los años esa casa era muy elegante, un patio verde que el señor Stiven
se encargaba de mantener, era su orgullo y su mayor posesión, lo cuidaba con el mismo amor con el que su esposa lo hacia años atrás.

—No lo es, un clavo no saca otro clavó, solo lo entierra y lo deja en ese lugar para siempre —lo vi, el me observaba con melancolía.

—Un clavó no, pero un martilló si, solo tienes que estar dispuesto a utilizarlo y tu no quieres tomarlo —me quedé pasmado, las palabras de Marcos fueron casi filósofas y me dejaron con un sabor agridulce, el era así: directo, sin temor decir las cosas —la puedes querer mucho, pero ella ya tomo su decisión y tienes que aceptarla.

Era verdad Natasha había tomado su decisión era momento dejar ir aquel pedazo de mi.


En El Amor Y La Guerra, Si Hay ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora