Capítulo XV

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La playa había sido el perfecto lugar hasta que Elio notó el soplo del céfiro acariciar su espalda, provocando que se erizara cada vello de su piel. En ese momento, con los labios rojos y tiritando levemente pidió a Oliver que se marcharan del lugar y el mayor, comenzando a sentir el frío entumecer sus huesos aceptó.

- Estuvo bien.- Murmuró Elio una vez acomodado en el coche, mientras se abrazaba a sí mismo.- Muchas gracias.

- Sí, lo estuvo.- Aquella sonrisa brillante que caracterizaba al americano se abrió paso entre sus labios, sin embargo notó que era mucho más melancólica de lo que solía ser. - Espera, hace frío.

Vio como agarraba algo de los asientos traseros y se lo ponía en el regazo, la sudadera que le había dado era enorme, el aroma de Oliver se impregnaba en sus fosas nasales, provocando que cerrara los ojos y se dejara llevar por su olor.

Se la puso y luego miró al mayor, pensando en lo mucho que le extrañaría cuando se fuera, en su cuello, en sus labios, en las plantas de sus pies, en él, en su psique entera, en las sensaciones que le producía, sin poder evitar preguntarse si, en algún momento podría volver a amar a alguien tanto de nuevo.

—Lo harás. — Contestó el mayor, llevándose su mano a los labios y besó sus nudillos.

El rojo tiñó sus mejillas al darse cuenta de que lo había dicho en voz alta, pero no lo desmintió, Oliver le conocía lo suficientemente bien para saber que era cierto lo que hablaba, no dijo nada más, solo cerró los ojos y apoyó su mejilla en el frío cristal de la ventana.

Aparcó unos metros más adelante del hotel y le besó, posesiva, dulce, cariñosa y gentilmente, poniendo sus manos a cada lado de su cara. Un adiós, una despedida y esta vez sería él quien se fuera. Como había cambiado la situación desde aquel verano.

Entonces salió del coche y vio como este se alejaba, dejándole estancado en la acera, con la vista fija, inmutable, el recuerdo de Oliver aún en su memoria y como único vestigio de ello, la marca de su pecho y el ardor de sus labios.

El tren, la despedida, él llorando en el coche de su madre, era la misma situación, tendría el mismo desenlace.

¿Se hubiera quedado si Oliver se lo hubiera pedido? Seguramente, lo único que tenía claro en su vida era que hubiera hecho cualquier cosa que le dijera.

La verdadera pregunta era si Oliver se hubiera quedado, ¿Se hubiera quedado si Elio se pusiera de rodillas suplicándole que no marchara? Esa respuesta era más difícil, complicada de contestar, ¿Lo hubiera hecho? Por supuesto que no.

Subió a su habitación, fumándose un cigarro, con la vista perdida y las mejillas calientes, sus padres habían salido, leyó la nota sobre su cama y tras esto se tiró en ella.

Se quitó la sudadera de Oliver como si ardiera, como si minutos antes no hubiera estado idolatrandola y perdiéndose en su olor, como si la odiara, como si odiara a Oliver más de lo que odiaba a la figura de Audra, más de lo que odiaba haberse enamorado de él, más de lo que se odiaba a sí mismo,  y la tiró hacia la puerta, con un gruñido ahogado mientras comenzaba a tirarse del pelo, intentando sobrellevar su frustración antes de comenzar a llorar.

Terminó durmiéndose, aferrado de nuevo a esa sudadera, que era el último vestigio que conservaba y conservaría por siempre.

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Buenas buenas, aquí volví tras un mes con capítulo nuevo, espero que os guste, aviso que quedan pocos para terminar este fanfic.

¿Os gustó el capítulo?

Por cierto, tengo ya un tiempo pensado escribir algo relacionado con el "universo Tarantino" desde un libro de oneshots de los personajes, u otro fanfic ( Reservoir Dogs, Los Odiosos Ocho o Érase una vez... En Hollywood.) solo querría saber si a alguien le interesaría o lo leería :'), se que cuenta con un público muy reducido.
Oh, tambien sacaré una historia Reddie, salu3.

Don't Forget Me (Elio and Oliver)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora