Capítulo 4

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Haley G. Winter

15:46

Terminé de prepararme, solo me puse un short vaquero. Una camisa de botones, de los cuales solo la mitad estaban abotondos, dejando ver mi escote, un gran escote, y también se veía parte de mi sujetador negro de encaje, por suerte en septiembre aún hace calor. Y también me puse unas botas marrones, en una puse mi pistola y la navaja en un costado del pecho sujeta por el sujetador, no se veían ninguna. Eso era suficiente para engatusar a un mexicano narcotraficante, igual que a cualquier hombre, incluso menos valía. Yo normalmente no parezco ni visto tan zorra, es decir, me gusta enseñar un poco, pero me gusta aun más dejar a la imaginación. Y aunque es imposible, por un segundo pensé que al que yo quería engatusar era al inspector Ritchson.

Aparqué mi Renault Captur de segunda mano, a un par de manzanas de la cafetería. Me bajé del coche guardando mi móvil en el bolsillo trasero como una chica normal. Caminé por la acera opuesta a donde estaba la cafetería y en frente, se encontraba el coche de Ritchson, una camioneta Chevrolet Silverado azul marino, bastante grande, y con los cristales polarizados. Abrí la puerta trasera y entré.

-Hola -dije sentandome en el centro para ver a los dos hombres.

-¿Preparada? -dijo Montgomery.

-Nací preparada -dije bajito, mirando por el cristal al ventanal de la cafetería, buscando a los malos.

-No han llegado aún -dijo Ritchson girandose hacia atrás-. ¿Vas armada? -preguntó mirándome de arriba a abajo varias veces, yo asentí-. Pero donde... -dijo medio embobado mirando mi escote y mis piernas. Estaba cumpliendo mi no objetivo.

-No te lo voy a decir -dije como si las llevara en algún lugar comprometido, y en cierta parte era verdad, llevaba la navaja en el sujetador. Ritchson se quedó en mi escote levantando una ceja.

-Ahí vienen -dijo Montgomery y Ritchson sacó un par de fotos de ellos entrando a la cafetería.

-¿Suelen estar mucho rato ahí dentro? -preguntó Ritchson.

-Menos de 20 minutos. ¿Por cierto, está el dueño? -pregunté ya que podría ser una gran cagada si el dueño dijera algo.

-No, hoy no trabaja. Siéntate al lado de la ventana, que él vaya hacia a ti -dijo Ritchson y me pasó un pinganillo.

-El problema es que venga otro primero, no que él no vaya -dije sobrada, me puse el pinganillo, y salí del coche.

Entré en la cafetería haciendo sonar la campanita. Todo el local se quedó mirandome cuando entré y me dirigí a la mesa de la ventana a paso firme, eché una rápida mirada al coche, no se veía a ninguno de los dos por los cristales tintados. Había un chico alto, guapo, fuerte, tatuado, de mi edad, que se acercaba hacia mi con una sonrisa torcida, rápidamente miré al narco más guapo y me mordí el labio, este se levantó como un resorte e impidió al chico guapo que se acercara, que desperdicio, con lo bueno que estaba el tío. Pues el narco vino hacia mi mesa.

-Linda, ¿como te llamas que te pido para reyes (o Santa)? -dijo el tipo, lo más vasto que me han dicho en mi vida.

-Pff, que basto -dijo Ritchson por el pinganillo.

-Pero siguele la corriente -dijo Montgomery.

-Tiffany -dije sonriendo, que nombre más de puta que Tiffany.

-¿Puedo sentarme? Tiffany -dijo con su acento mexicano.

-Es un país libre -dije coqueta y se sentó en frente.

-Yo soy Alberto -dijo, ya sabía su nombre.

-¿Quiere tomar algo la señorita? -dijo picarón, un camarero que estaba también muy bueno, incluso más que el otro tipo.

-Solo una fanta, sin vaso, por favor -dije jugando con el servilletero, y coqueteando un poco.

-Centrate en el Alberto este, ya te ligarás al otro -dijo Ritchson, el camarero se fue con un guiño.

-Sabes, no había visto tal hermosura en toda vida -dijo el estúpido este, ni si quiera era guapo, solo del montón. Y encima con 2 tíos a más a menos 10 metros, que me comen con la mirada y están buenísimos, que rabia.

-¿Ah si? -me hice la tonta.

-Como lo oyes, linda -bajó la mirada a mi escote, me preocupé de que lo viera bien inclinándole hacia adelante, y apoyando mi codo el mesa y mi cabeza en el dedo índice de una manera provocativa, y suavemente le acaricié el interior de la pierna con el pie, el tío no se puso nervioso ni mucho menos, sólo se recostó hacia atrás y sonrió de lado.

-Aquí tiene -dijo el camarero con la lata de Fanta, atento a mi escote, el mexicano lo asesinó con la mirada.

-Linda, ¿hay algo que debería saber de ti? ¿Tu numero? ¿Tu dirección? -dijo el narco este, dejando caer que se quería acostar conmigo. Los hombres son imbéciles, en serio.

-Menudo imbécil -dijeron Ritchson y Montgomery al unísono, lo que decía. Todos.

-Te voy a dejar con las ganas cielo, pero... -me mordí el labio y cogí una servilleta. Me levanté un poco, dándole la vista perfecta de mis senos, y cogí el bolígrafo que llevaba en el bolsillo. Él lo entendió y en la servilleta escribió un número de un móvil y me lo dió-. Ahora si no te importa -le guiñé un ojo. Cogí la Fanta y me acerqué a la barra-. Cariño, la cuenta -le dije al camarero que estaba justo en frente mio, este levantó la vista y me sonrió de lado.

-Invita la casa -me guiñó el ojo y me dio un papel. Al mirarlo vi que era el ticket y que ponía un número de teléfono en el y decía "Tom ;)". Le sonreí y me fui de allí con el número de un tío bueno y una Fanta gratis.

-Listo -dije subiendome al coche y guardandome el ticket en el bolsillo y sacando la servilleta.

-¿Qué es eso? -dijo Ritchson con el ceño fruncido, mirando el bolsillo.

-Ah, nada -dije sonriente y le di laj servilleta con el número del narco.

-No deberías ponerte a ligar cuando trabajas, Winter, solo es un consejo. Aparte de que no le conoces de nada -dijo Richtson. Eso me sentó como una patada en el culo.

-¿¡Perdona!? -dije cabreada, él se giró con cara rara ya que no pensaba que yo le fuera a contestar-. Primero, yo no estoy trabajando, mi trabajo es defender al dueño de esa cafetería, yo aquí estoy porque quiero ayudar y encima vienes tu aquí a decirme eso. Segundo, que más te da a ti si yo ligo o no ligo con el camarero, no eres ni mi madre, ni mi padre, ni mi abuela, ni mi marido para recriminarme eso. Y tercero, ya te gustaría a ti que yo ligara contigo en vez de con ese, anda, que me piro. Hasta mañana, Montgomery -salí del coche y cerré la puerta de un portazo. Estaba enfadada, que le importa a este como, cuando, por qué y con quien ligo, si no es nadie. Y encima dejando a pensar que soy una facilona. Pues soy una facilona cuando quiero serlo y eso a él le tiene que dar igual. O sea, encima que me ligo al narco para ayudar viene y me dice eso. Vamos. Lo que me faltaba ahora, no me han controlado nunca y viene este a controlarme. Ahora espero no cruzarmelo en lo que queda de día porque lo mando a tú sabes donde.

Inspector R.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora