Pequeños, húmedos y entrecortados besos pasaban entre los dos jóvenes enamorados...

Bruno estaba sentado en un gran sofá rojo, y Adrienna sentada en su regazo. El joven no sabía como había llegado ahí, pero no le importaba mucho; estaba con Adrienna y esa era su prioridad.
El chico sostuvo firmemente la cintura de su acompañante mientras besaba apasionadamente a la chica.
Luego de unos minutos, los dos se separaron solamente unos centímetros para tomar aire; profundos jadeos y suspiros salían de los labios de los jóvenes. Bruno río un poco y besó la mejilla de Adrienna luego de susurrar un "Te amo" en su oído. La chica le dio un fuerte abrazo y besó su mejilla. El chico enredó sus dedos en el cabello de Adrienna y besó su frente, luego su mejilla, sus labios, y bajó hasta su cuello...

La joven soltó pequeños jadeos, cosa que causó cierta gracia en Bruno. Así que simplemente siguió besando a la chica. Pasaron unos cuantos minutos, y el joven decidió llevar a su joven acompañante a la gran habitación con decoraciones rojas del lugar en el que los dos se encontraban. Bruno empujó suavemente a la chica contra la cama de la habitación y le dio un delicado beso en los labios mientras acariciaba sus brazos; su toque era como el de un niño acariciando el pétalo de una rosa, con extremo cuidado de que este no se cayera de la hermosa flor que sostenía. Eso derritió el corazón de Adrienna.

Los dos jóvenes estaban cada vez más juntos y presionados contra el otro, sus besos eran cada vez más profundos. La mano de Bruno recorría el cuerpo de la chica, bajando por su cuello, su pecho, su abdomen, hasta finalmente llegar a su entrepierna. El joven la acarició suavemente, con un toque delicado que hizo suspirar a la joven; sin poder aguantar más la tensión y simplemente esperando a que Bruno haga lo que tenía que hacer, pero que fuera lo más rápido posible...

Bruno seguía acariciando delicadamente a Adrienna. Su suave toque era un contraste total con sus bruscos y apasionados besos; los jóvenes estaban cada vez más presionados, la tensión se hacía casa vez más fuerte, el suave toque de bruno pasó de ser eso a uno un poco más desesperado, y entonces...

[...]

Bruno despertó de un salto, agitado, sudoroso y con la respiración pesada...
Él revisó sus brazos y su cara, luego volteo a echar un ojo a su cama; ni estaba en esa habitación roja, ni Adrienna estaba con él, nada de lo que pasó hace unos momentos fue real... pero se sintió completamente diferente...
"Entoces, fue todo un sueño" pensó el chico. Por supuesto que fue un sueño, apenas tuvieron una sola cita. UNA por el amor de Dios. ¿Quién hace esas cosas luego de solo una cita?. En fin, retomando la historia...

Bruno estaba un poco confundido, ese sueño parecía muy real como para ser solamente eso, un sueño... estaba confundido, pero al mismo tiempo alegre de que no hubiera susedido realmente. Revisó el pequeño reloj que tenía en una pequeña mesa junto a su cama, y se percató que solamente eran las cuatro de la mañana. El joven suspiró cansado, y antes de volver a caer en un sueño profundo penso para sí mismo "¿Porqué diablos tuve un sueño tan raro como ése? ¿Qué estará haciendo Adrienna ahora? Ahh, supongo que puedo pensar en eso más tarde..."

[...]

Por alguna extraña razón, Adrienna no pudo dormir esa noche. Así que, pensando que la podría ayudar un poco, se dirigió al lavabo a darse una ducha rápida. La chica ya estaba solamente con la ropa interior puesta, cuando volteó a ver el gran espejo que tenía colgado en una pared. No estaba mal con su cuerpo, pero tampoco estaba muy conforme. Se sentía un poco... insegura, insuficiente; aunque claro, eso era en su adolescencia, ahora en su etapa adulta, aprendió a vivir con esas imperfecciones y ser feliz con ellas. Después de todo, era su cuerpo,  no el de los demás. Nadie podía imponerle que hacer y que no hacer con él.  Aunque claro, siempre estaba dispuesta a escuchar consejos, no es una persona cerrada de mente e ideas después de todo...

Pero, aún así. Después de nueve meses, había algo que todavía odiaba; había algo que todavía la consumía por dentro como un virus letal matando un organismo poco a poco. Y ese algo, era la horrible cicatriz que tenía en su cuello; una marca enorme, de unos dientes perforando la carne hasta lo más profundo...
Todavía odiaba esa cicatriz, ese recordatorio que quedaría para siempre pegado en ella; no solo de manera emocional, sino que también física. Nunca la dejaría de odiar.

Adrienna todavía no lo sabe, pero desde su última visita con sus padres, estos se habían percatado de ella; y Antonio, la última vez que habló con la chica, también la vio. Pero ninguno de los tres decidió decirle nada, esperarían un poco de tiempo, a que ella se sintiera un poco más libre, y explicara esa extraña marca en su cuello...

Adrienna cubrió el espejo con una manta, queriendo dejar de ver esa horrenda cicatriz, y se dirigió a la ducha. Pensando "¿Como haré que desaparezca?" "¿Siquiera es posible?" "Por el momento solamente la ocultaré..." Por alguna extraña razon, Bruno llegó a su mente. La chica no pudo evitar que sus mejillas se tornaran de un suave color rosa, y que sus suaves labios formaran una sonrisa. Amaba a ese hombre, y esta vez estaba segura de ello, estaba enamorada; estaba total y genuinamente enamorada. No podía evitarlo, ese hombre era simplemente muy hermoso y amable, era un total caballero, simplemente no podía evitarlo.

[...]

Y si... esa ducha sí ayudo a la joven, se sentía un poco más relajada, posiblemente más cansada...
Se dirigió a su ropero y solamente sacó una blusa larga, ropa interior y una pantaloneta de tela. Se las colocó, y se condujo a si misma a su cama. Donde su pequeña gatita la estaba esperando.
Adrienna consiguió que ambas estuvieran totalmente cómodas, abrazó suavemente a la pequeña gatita de cabellos blancos y grandes ojos azules, y acarició suave y delicadamente su cabeza, cayendo finalmente en un sueño profundo...

[...]

Pasadas las ocho y media de la mañana, Adrienna recibió un mensaje en su computadora. Era de uno de sus compañeros de trabajo, de su verdadero trabajo; un cadáver acababa de ingresar, y era el turno de la chica para examinarlo y determinar su causa de muerte y al posible sospechoso, si no es que directamente al culpable.
La chica sirvió la comida a su gata, se preparó el desayuno, cepillo sus dientes, se dio una ducha rápida, se vistió de manera formal, recogió sus cosas, y se marchó por la puerta principal, lista para hacer su trabajo.

le ombre dell'amore (Bruno Bucciarati x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora