3- "Recuperación, y primeros pasos"

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Ron

Once meses cumplía Román, cuatro meses que estaba conmigo, tan grande, había intentado decir "Papá" y casi muero cuando lo hace, por ahora no caminaba, solo gateaba, no se había animado a hacerlo y tampoco lo quería presionar.

Roma, ese era el nombre de quien ocupaba mi mente, esa pelirroja, sus ocurrencias, la iba a visitar casi todos los días, mientras estuvo internada, no falté, a ella le encantaba compartir tiempo con Román, y yo no podía negar que ellos tenían una conexión particular, tal vez algo que solo los pelirrojos entendía, no lo sé.

Pero lo que si sabía era que no iba a poder alejarlos, ellos se entendían.

MIs amigos me ayudaban también con Román, mi hermano estaba como un tío baboso, cuando llegaba del colegio siempre estaba pendiente del pequeño y mi padre, quien no estaba muy seguro de la idea, ahora jugaba con el pequeño en su tiempo libre, o se lo hacía, era cómico verlo en plan de abuelo, sin dudas se convertiría en el mejor.

—Hijo —dijo mamá entrando en mi habitación —Hoy es el primer día de la fisioterapia de Roma, ¿vas a ir?— preguntó

—Si ma, y voy a llevar a Román, le va a encantar verla— sonreí, en cuanto dije su nombre.

—¿Es importante no?— la miré —¿Roma es importante para vos?

—Si, ella se ha vuelto un pilar muy importante mamá, para mi y también para Román, ellos se entienden tan bien, que no quiero ni pensar qué pasaría si no la tenemos en nuestra vida.

—Nunca pensé verte así hijo, con Lucila no era así.

—No teníamos esa conexión mamá, además no quería a Román.

—Por algo pasan las cosas, y me gusta más Roma que Lucila.

—No te puedo negar que a mi también má, pero no quiero apresurar las cosas, ella está comenzando con su vida después del accidente, no me siento capacitado para irrumpir en su vida de esa forma, pero por ahora le ofrezco mi amistad.

—Me parece bien hijo, me gusta que actúes prudentemente.

—Gracias por tus palabras má.— dije mientras agarraba a Román para ir al centro para la fisioterapia de Roma.

Media hora después salíamos del auto con Román, el viaje había sido lento, desde el accidente, no había vuelto a manejar rápido, ya no le encontraba sentido a ello. Además, que un bebé iba en el auto, no podía permitirme eso.

—¿Vamos a ver a Roma?— le pregunté a Román, mientras él estaba en brazos, con casi el año de edad, no se había animado a caminar, y eso me preocupaba.

—ma..ma—Así le decía él a Roma, y aunque parecía que la llamaba mamá, eso hacía que me derritiera, al ver cómo se llevaban. Roma siempre estaba al pendiente de él.

—Si Román, vamos a ver a Roma— y ahí nos adentramos en el centro.

Cuando ingresamos, buscamos un lugar de informes, no sabíamos a dónde ir.

—Disculpe, la sala de fisioterapia...— Comenté a la secretaria.

— Piso dos, ascensor a la derecha, sala 101— dijo sin mirarme.

—Gracias— agradecí.

—Ahí vamos hijo— Román abrió sus ojitos de par en par, todo allí era color.

Entramos en la sala, era inmensa, y además habían pelotas, alfombras, barras, todo lo que se necesitaba para que una persona comenzara a caminar, pero no veía a Roma, pero si logré identificar a la fisioterapeuta, nunca recuerdo su nombre.

RománDonde viven las historias. Descúbrelo ahora