Prefacio

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¿Cómo podía un fantasma estar frente a ella? Sabía que no debía mirarlo con tanta atención, que debía desviar la mirada y disimular, ella no era ella, y él obviamente tampoco era él. Pero, ¿cómo ordenarle a su corazón que bajara el ritmo de sus latidos? Él estaba allí, tan ajeno a sus sentimientos y a los litros, tal vez, toneladas de lágrimas que derramó por su culpa.

La razón prioritaria por la cual no le importó renunciar a una vida de mujer, estaba ahora tomando el sol en un elegante palacio, con un sirviente echándole aire con un abanico. Era tan hermoso como despreciable.

—Sir, Sir, Sir, ¿está bien?

¡Él le estaba hablando!

Bajó la cabeza de prisa, no era un comportamiento normal, pero, ¿qué pasaba si él la reconocía? Y si tal vez, él no era él, si solo se parecían demasiado.

—Conocer a alguien de la realeza siempre es abrumador, ¿no cree?

Escuchó que alguien dijo a su lado. Sonrió obligándose a mantener la compostura. No podía echar a perder todo su trabajo.

—No sé si debo arrodillarme, hacer una reverencia, o besarle el anillo —comentó en tono condescendiente. Agradeció el hecho de no tartamudear.

—Nada de eso, no soy un príncipe. Mi padre lo es, el futuro heredero a la corona para ser más exactos.

¿Cómo podía ser tan cínico? Peor aún, ¿cómo podía ella pensar que era realmente lindo? ¿Qué le pasaba? El ser frente a ella era nefasto, abominable. ¿Cómo podía estar tan campante sonriendo?

—Modestia aparte —bufoneó otro de los tantos que estaban en el jardín.

—Solo soy Owen Prestwick, y es un placer conocerlo, señor...

—Louis. Sir, Louis Loubtwell.

Quiso ver algún cambio en su expresión, pero no había nada, él jamás la recordaría. ¿Podía golpearlo? Porque en serio necesitaba hacerlo. Después de todo lo merecía por haberle robado el corazón para luego hacerlo añicos. Era él, ya no tenía duda de ello. 

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No es un prefacio muy revelador que se diga jajaja, pero espero por sus impresiones. 

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