EP.3

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SU ESTILO


En Norteamérica tenemos una expresión que dice «dejarse llevar». Te dejas llevar…

No se debe buscar nada, no se debe apreciar nada, las cosas suceden continuamente. No lo necesito, todo sucede por sí solo. No necesito ir a algún sitio a ver cosas. No necesito mirar el agua y decir: «Oh, mira el movimiento». No tengo por qué decir: «Mira el gato, mira, el gato está cagando». De vez en cuando lo hago, pero la mayor parte de las veces no hay nada que decir, nada que hacer, hasta que me siento delante de la máquina de escribir, y entonces sale todo. Yo no soy uno que piensa. Nunca intento descubrir: «¿Por qué no me gusta esto?». Yo ando con todos mis prejuicios. Jamás intento mejorarme o aprender algo, sino siendo exactamente lo que soy. No soy uno que aprende, soy uno que evita. No tengo ganas de aprender, me siento perfectamente normal dentro de mi comportamiento loco.

Me gusta mantener el libro sencillo y hacerlo todavía más sencillo y luego hacerlo todavía más sencillo. Y cuando me pongo a escribir me gusta sentirme así: Sin saber cuál será la próxima frase. Así, ¿entiendes?, pasa con Fante y con Saroyan y con Hemingway, tomando en préstamo una manera de escribir y luego poniendo en ella mi manera de escribir, por decirlo de algún modo, a través de ella y utilizándola, eso ha sido lo que me ha convertido en lo que soy.

Oh, no escribo nunca a máquina por las mañanas. Yo por las mañanas no me levanto. Por las noches bebo. Procuro estar en cama hasta las doce, quiero decir hasta el mediodía. Si alguna vez tengo que levantarme antes, estoy mal todo el día. Cuando miro el reloj y veo las doce, entonces me levanto y comienzo mi jornada. Luego habitualmente hay un hipódromo cerca, y como algo y corro al hipódromo después de haberme despertado, voy en coche, apuesto a los caballos, luego regreso a casa y Linda guisa algo y hablamos un poco, comemos, bebemos algo y luego subo arriba con un par de botellas y me pongo a escribir a máquina. Empiezo a eso de las nueve y media y sigo hasta la una y media, las dos, las dos y media de la noche. Así. Al final lo reescribo sin beber, para que quede más claro, porque cuando lo he escrito por vez primera estaba borracho. Luego me emborracho de nuevo para ajustar la parte que he escrito cuando estaba borracho. Me emborracho para corregir la parte borracha. Y funciona. Así va muy bien. Y es más divertido. Lo reescribo una vez. Todo una vez, nunca dos. Una es demasiado. Dos es imposible.

CHARLES BUKOWSKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora