[🌻]ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 2

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—Es un marica. — dijo Stephen.

— ¿Cómo va a ser un marica?

— ¿No te das cuenta que está pegado a vos siempre?

Los chicos acostumbraban alejarse de Graham. No lo querían cerca. Sus padres les prohibían hablar con el marica, temían que se contagiaran.

Yo ignoraba eso, no me importaba. Estar con Graham era lo mejor. Podíamos pasar tardes enteras tirados en el césped cerca de la laguna, escuchando las canciones que grababamos de la radio. Solo disfrutábamos pasar tiempo juntos, no importaba dónde o cómo.

Solía ir a su casa seguido. En un principio, solo para hacer tareas de la escuela. Pero con el tiempo, las visitas al hogar de los Coxon se transformó en un placer culposo para mí. Sus padres estaban sorprendidos, al parecer su pequeño no solía ser lo que se llama un chico de muchas amistades. Yo no podía comprenderlo, si los demás solo se dieran la oportunidad de conocerlo.

Recuerdo el día en el que volvíamos de la escuela juntos, algo que se hizo parte de nuestra rutina. Caminábamos lado a lado, mientras llevaba mi bicicleta junto a mí.

Cruzamos la calle, caundo el imbécil de John nos vio desde la acera contraria, y vociferó. — ¡Ahí van los novios! Yo hervía de la rabia, y Graham estaba rojo de la vergüenza.

No pude soportarlo, terminé rompiéndole la nariz de un golpe. Era joven y no sabía golpear, no me metía en peleas nunca; me había lastimado la mano. Graham estaba preocupadísimo.

Huimos del lugar, temiendo que algún colega de John llegase y nos matara. — Damon, te lastimaste por mi culpa.

Sentí un escalofrío en la espalda. Mi mano estaba entre las suyas, eran tan delgadas y pálidas. Sus uñas estaban cortas y muy limpias. Miraba directo a los ojos, como un chico, pero con la ternura de la mirada de una mujer. Me impresionaba.

Yo moví mi mano. No podía aguantar la sensación, además, me aterraba el hecho de que alguien pudiera vernos.

— No, no me pasó nada.

ᴇʟ ᴍᴀʀɪᴄᴀ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora