[🌻]ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 4 (final real)

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Me había llegado un dato, los chicos me lo habían hecho saber. Cerca de la casa de Ben, había una chica que no cobraba mucho. Habíamos decidido ir juntos, todos estábamos emocionados.

¿Preparado para dejar de ser un inmaduro? — dijo, desde el otro lado de la línea Stephen.

El día había llegado y antes que nada, acudí a la casa de Graham. Yo no sabía si le estaba haciendo un bien a él, más bien, pensaba en mí. Ambos estábamos juntos siempre, eso hizo que los demás comenzaran a dudar.

Ya no solo Graham era el marica. De a poco, yo también me convertía en eso. Quería demostrarles a los demás que se equivocaban, que lo qué creían de él no era cierto; Graham no era homosexual, no podía serlo.

Le dije que iríamos con los chicos a la casa de una de sus tías, él se permitió dudar. Pero finalmente conseguí convencerlo, prometiendo que todo estaría bien.

Llovía a cántaros, pero no teníamos otro medio de transporte que no fueran nuestras bicicletas. Al llegar, las paramos en frente de la casa. Por fuera parecía un hogar normal; un poco venido abajo. Fue al acercarnos que un señor de facciones duras nos hizo pasar y nos dijo que esperaramos en la sala.

Toda la valentía que teníamos hasta ese momento, se había esfumado. A Richard le tembló la mano al darme fuego. Graham estaba confundido, sus ojos estaban tan abiertos que parecía que se saldrían de sus órbitas. Los cuchicheos entre los chicos comenzaron al verlo tan asustado, se burlaban con crueldad. Pero, en realidad, ellos estaban tan aterrados como él.

Los 5 nos callamos al ver como el hombre que nos había recibido salía de la habitación principal, mientras se subía la cremallera. - ¿Quién va primero? Preguntó, empezamos a hablar entre nosotros. Nadie quería pasar.

Richard fue el primero en entrar. Uno a uno, fueron entrando y saliendo con el tiempo. Cada vez que uno salía se notaba algo diferente en este, en la cara. Se veían como hombres.

Finalmente, había llegado mi turno. Caminé hasta la habitación indeciso, impulsado por los comentarios de mis amigos. Al salir, busqué con la mirada a Graham. No estaba ahí.

Salí aterrado de la casa, mirando a todas las direcciones. El hombre notó mi desesperación. - Si buscas al joven de lentes, se fue corriendo por allá. Señaló una calle cercana.

Corrí entre la lluvia y el barro de las calles, hasta que lo encontré en un callejón. Lo había arrinconado. Su cara estaba hinchada, eso fue lo único que me permitió notar que había estado llorando. Sus frágiles lágrimas se juntaron con la helada lluvia, haciéndolas imperceptibles.

— ¡Lo sabías! — me gritó.

— ¿Qué estás haciendo? ¡Volvamos! — respondí, acercándome.

— No, no puedo. Te juro que no puedo. — sollozaba. Sus lágrimas se sentían como puñaladas, solo quería abrazarlo y suplicarle que me perdonara. Pero la confusión y la frustración de no haberlo conseguido, me hacían sentir ciego. ¿Por qué me conseguía alterar así?

Eres un marica. — dije tajante. Él me miró, enojadísimo.

— ¡Te odio! ¡Eres como los demás, eres peor que ellos!

Escucha Graham, yo no sé si leeras esto. Pero necesito que escuches porque hay cosas que uno hace mal, que no pueden ser zanjadas y perdonadas por uno mismo. Cosas que uno no puede tomar solo como un error del pasado, porque yo no me equivoqué con cualquiera. Dios sabrá cuán importante y cuánto te quise, como para ahora darme el lujo de considerarte solo como a alguien al que le fallé.

Quiero que escuches porque cuando salí de la habitación le pedí a la chica que no cuente nada, a mí me quemaba por dentro la vergüenza de no haber podido ser un hombre. Necesito que sepas que yo tampoco pude esa noche, que yo tampoco pude hacerlo.

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2020 ⏰

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