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Quizás habría sido mejor que hubiese muerto en la caída

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Quizás habría sido mejor que hubiese muerto en la caída.

Pero no lo hizo.

Su espalda chocó con fuerza contra una mesa de madera, esta cediendo bajo su peso, las astillas enterrándose en su piel, como miles de espinas al cubrir una rosa.

El impacto fue tal que la dejó sin aire por unos momentos.

Aza trató de recuperarse.

La criatura...o las criaturas, fuese lo que fuesen, parecían estar riéndose de ella, aunque el sonido no parecía una carcajada sino más bien una tormenta, un lamento.

Shahrazad, mi Shahrazad, así te llamaba...pero... ¿Por qué habrías de ser suya?

¿De qué estaban hablando?

Intentó incorporarse una vez más, pero una sombra creció sobre ella, presionándole la garganta, impidiéndole respirar.

Eres persistente, él es persistente. Pero nosotros vivimos para siempre.

Aza pataleó en vano, lo que la mantenía atrapada no era corpóreo, no había nada que pudiera hacer para librarse de su agarre, no había ningún truco que pudiera jugar.

Iba a morir,

Cuando había marchado por las puertas del palacio lo había sabido, pero había imaginado su muerte de una forma muy diferente...Que el rey le cortara la garganta ahora le parecía un sueño.

Iba a morir y ni siquiera entendía muy bien porqué, o como.

No entendía como nada de aquello podía ser real.

Sus pulmones parecían arder, su visión estaba nublada y pequeños puntos negros se extendían en las esquinas de sus ojos.

Fue entonces cuando sintió la espalda clavarse en su pierna, cuando sintió el mango hundirse en su cadera.

En un intento desesperado la alcanzó, deseando que hiciera algo, y recreó un arco de luz perfecto en el aire.

Las sombras lanzaron un lamento y se dispersaron a su alrededor, dejándola libre de respirar.

El aire le llenó los pulmones en oleadas, tosió, ahogándose con su propia respiración.

Una espada del ángel, prácticamente protestaron las sombras, no puedes tenerla, no es para mortales. ¡DEBES DEVOLERLA!

Aza se puso de pie, tambaleante por la falta de aire, y alzó la espada frente a ella.

Su luz iluminaba la biblioteca, creando un extraño contraste con las sombras, haciendo la estancia lucir como algo fuera de este mundo.

—No moriré aquí hoy—dijo con firmeza, su voz sonando mucho más valiente de lo que se sentía.

Las sombras se reagruparon de nuevo, lanzando libros y pergaminos al suelo mientras tomaban la forma de un hombre. Sin rostro, sin ojos, solo sombras.

mil rosas y espinas (Libro 1)  |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora