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—¿Qué es lo que pasa con esa espada? —preguntó Shahriar en un susurro, su mirada fija en la hoja de la espada del ángel

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—¿Qué es lo que pasa con esa espada? —preguntó Shahriar en un susurro, su mirada fija en la hoja de la espada del ángel. Parecía curioso, quizás no tanto como había estado antes, pero aun así.

Aza la miró también y sacudió la cabeza, aquella espada significaba
gran poder, y aunque ahora supiera que Shahriar no había asesinado a todas esas mujeres por deporte, todavía le parecía un rey peligroso.

—Hay cosas que no necesitas saber—respondió con sinceridad.

Sorprendentemente, él no insistió, solo asintió levemente, sus ojos ámbar buscando en todas las esquinas indicios de las sombras.

Aún estaban tomados de la mano mientras recorrían lugares del palacio a los que ella jamás se había aventurado.

—¿falta mucho? —le preguntó en voz baja, llevaban andando cerca de cuarenta minutos—cada minuto que pasa hay más probabilidades de que estén...

Ni siquiera podía forzarse a continuar, no, no podía hacerlo. No podía decirlo.

No podía pensar en su hermano Nasir de aquella forma, ni en el amable joven Ashkan.

Tenía que ser fuerte, tenía que pensar que iba a rescatarlos.

—No falta mucho—fue todo lo que dijo el rey, no le dio ánimos ni le dijo que todo saldría bien.

Aza agradeció silenciosamente esto.

En el fondo, ambos sabían que lo más probable era que murieran aquella noche.

Shahriar la guío por un pasillo tan oscuro que prácticamente se desdibujaba de su visión, y le soltó la mano al llegar a la esquina, para tomar una antorcha.

La piel le ardía donde la mano de Shahriar había estado en contacto con la suya, pero ahora se sentía fría, abandonada.

—A donde vamos necesitaremos esto—explicó él, haciendo un gesto con la barbilla hacia otra puerta...

Bueno, no era una puerta, sino una pared con un enorme agujero rectangular con bordes irregulares. No se parecía en nada al resto del palacio, no tenía su misma gloria característica, se notaba que nadie había restaurado el área en mucho tiempo.

Y Aza sabía por qué.

Tragó con fuerza.

—Ven—la llamó el rey, tendiéndole su mano nuevamente para ayudarla a bajar una serie de escalones de piedras con aspecto de no poder mantenerse firme mucho tiempo.

—¿Por qué esta área del palacio es el epicentro de todo esto? —preguntó ella, más que nada para hacer conversación, para escapar de los nervios y malos pensamientos que amenazaban con romper su mente.

—Antes era el área más concurrida—dijo él sin una nota de emoción en su voz—solía ser mi favorita.

Aza se mordió el labio y lo miró, él estaba concentrado en el camino, su perfil suavemente bañado por la luz anaranjada de la antorcha.

mil rosas y espinas (Libro 1)  |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora