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Despierto y huelo el café,
¿está tu taza medio llena o medio vacía?
Cuando hablamos, lo dices suavemente,
pero me encanta cuando
te quedas espantosamente callado.




















―Valen, hijo. ―murmuró Maia, su madre. ―Arriba vení que vamos a desayunar con los Beltrani, te están esperando querubín.

―Mamá no me digas así, tengo 10, ya estoy grande. ―se quejó somnoliento, cubriéndose el rostro con las tres frazadas que lo abrigaban del infernal frío que hacía en Tafí del Valle.

Los Beltrani eran amigos, grandes confidentes de los Oliva y Mónaco mayores que los invitaron a pasar las vacaciones de invierno en una importante cabaña que, contaba con dos chimeneas acogedoras y un balcón con asientos de madera escarchadas.

Valentín se sentía algo solo ya que, su hermano Manuel con el que compartía todo, no los había acompañado en el viaje. No tenía con quién jugar ni tampoco con quién hablar de las cosas que le gustaban.

En realidad sí, estaba la hija de los Beltrani: Rubí.

Había algo en ella que intimidaba internamente al de ojos azules, y cuando habían llegado el primer día y los presentaron amistosamente, infantilmente se escondió detrás de su mamá.

Le parecía rara: hablaba hasta por los codos, pero cuando llegaba la noche se sentaba frente a la chimenea a leer a García Márquez en sumo silencio. Literalmente era otra persona cuando el conticinio abrazaba a los niños.

―Dale Valentín, no hace falta ni que te cambies, bajá y come algo corazón. Hay facturas con dulce de leche.

Sin pensarlo dos veces salió de su cama con los pelos en cualquier lado y lagañas mañaneras en sus lagrimales. Espabilándose le sonrió risueño a su mamá para luego salir de la habitación, pero su progenitora lo frenó.

―Lavate la carita Valen.―ordenó con dulzura.

Obedeciendo se la lavó con agua y jabón, saliendo del baño luego se dirigió escaleras abajo viendo la cálida escena de la familia ajena y la suya.

Saludando con suma cortesía, se sentó tímidamente junto a Rubí, quien no paraba de hablar fluidamente con sus padres. Mirándola de refilón, pasó sus pequeños dedos en el borde de la taza de café con leche y formuló una mueca discreta.

¿Cómo era posible que tuviera tanto ánimo en una mañana tan fría?

En su caso, siempre fue de desayunar solo y en silencio, en su habitación o en la cocina sentado en una de las islas de mármol.

―Se dice que, en uno de éstos días cae nieve, mucha en realidad. ―habló Alejandro, codeando amistosamente a su hijo más chico, robándole una risita por lo bajo. ―Chicos, ¿quieren ir a esquiar? o ¿subirse a las aerosillas y ver el paisaje desde arriba?

―Siéndote sincera Ale, soy una salame para esquiar. ―todos rieron por la contestación de la niña, pero el más chico de los Oliva apenas asomó una sonrisa de lado. ―Pero obvio que quiero ir a las aerosillas, y hasta hacer angelitos en la nieve.

―Sacó tu personalidad Fernando, es tremenda la wacha.―halagó el percusionista.

―Es media guasa pero todo un personaje. ―contestó el padre de la niña, sacudiéndole los cabellos cobrizos haciendo que ésta se quejara a modo de broma.

Luego de un desayuno de mucha charla y conexión entre todos los habitantes de la cabaña, los niños levantaron sus cosas y las lavaron para después dirigirse por lados distintos del lugar.

Rubí terminó de leer su libro en un rincón de la habitación que tenía para ella sola, y llevándose la bella obra de arte escrita al pecho suspiró con una media sonrisa. Realmente le había gustado la lectura y probablemente lo volvería a leer en un futuro.

Saliendo de su habitación, miró por todo el lugar con un puchero de aburrimiento en sus labios y entrecerrando sus ojos se encaminó con pasos cautelosos hacia la morada del de ojos azules y rostro de ángel.

Valentín se sobresaltó cuando oyó los nudillos de alguno de los habitantes de las cuatro paredes, llamar a su puerta. Dejando a un lado su libreta y birome azul sobre la cama destendida se levantó con pereza, pero para cuando abrió la puerta no tardó en volver a cerrarla en la cara fina y traslúcida de la pequeña Beltrani.

Ocultando sus cosas debajo de las sábanas, actuó con normalidad y volvió a abrirle la puerta fingiendo una sonrisa inocente, pero sus facciones cayeron cuando vió cómo su contraria se tomaba con ambas manos la nariz.

―¡Perdón, perdón, perdón Rubí! Yo no sabía que la cerré tan fuerte enserio..

Interrumpiéndolo con una carcajada burlesca, ésta quitó sus manos de su nariz la cual estaba perfectamente bien y sin ningún golpe, haciendo bufar al rubio-castaño.

―Tranquilo que justo me hice para atrás. ―lo tranquilizó, pero alzándose de puntillas intentó mirar detrás de él. ―¿Qué tanto escondes, eh?

Titubeando en su respuesta sólo atinó con callarse y en bajar su cabeza, evitando que viera su sonrojo avergonzado.

―Venía a preguntarte si querías jugar a las cartas conmigo, terminé mi libro y no pienso releerlo hasta dentro de nuevo aviso.

Mirándola por unos cortos segundos mientras ladeaba su cabeza y la analizaba, aceptó.

―Dale, ¿sabes jugar al truco?

―Obvio bobo, ¿sabes guiñar un ojo?

―Obvio boba.









come out and play ; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora