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Sal de casa, siente el viento soplar
porque hace más frío aquí,
dentro, en silencio.






―¡Valentín levantate, mirá por la ventana!

La alegre voz de Rubí lo hizo sonreír aún con su mueca somnolienta que abarcaba gran parte de su rostro.

―Ru, son las tres de la mañana. Y tengo sueñito. ―volvió a acostarse, dándole la espalda.

El día anterior, como su padre prometió, fueron a las aerosillas e intentaron esquiar pero fue en vano así que armaron muñecos de nieve y hacían carreras cuesta abajo, rodando sobre el agua congelada y riéndose cuando terminaban uno encima del otro.

―Pero...Val, nunca vimos caer así la nieve, ayer cuando nos despertamos estaba cubierto hasta el pórtico pero mirá cómo cae...vamos afuera un ratito porfa porfa porfa.

Aceptando se levantó de la cama y ambos se dispusieron a abrigarse a más no poder, una vez listos salieron de hurtadillas en dirección a las escaleras para después salir por la puerta del patio trasero.

―Se me congela el tuje, Ru. ―se cruzó de brazos mirándola algo ensimismado de cómo jugaba con atrapar los copos de nieve con sus manos.

―A mí también pero no me quejo, vení Valen, bailemos.

―¿Sin música? ―bajando sus brazos se acercó a ella, tiritando del frío que sentía en su rostro.

―Tengo la grabadora de papá, y tiene un mix buenísimo de los ochenta, ¿te va o achicas?

―Ni ahí achico, eso sí, no sé bailar así que si te piso pido disculpas de antemano. ―rió, largando una nube de vapor por el calor que conservaba su cuerpo.

Colocando la música, Rubí hizo un gesto y tomándolo de la mano comenzó a guiarlo en los pasos con suma suavidad mientras él la miraba atento y a sus pies, pero le prestaba atención a las tupidas pestañas de su contraria.

―Lo haces bastante bien eh.―halagó la muchacha una vez tomaron asiento frente a la chimenea.

―Bailé el vals en el quince de una conocida de mis papás, y de ahí nunca más te juro. ―rieron con complicidad.

Guardando silencio unos minutos apreciaron ese momento del ruido de las brasas saltar contra la reja, avivando las retinas de sus ojos y dándole calidez externa como interna.

―En unos días terminan las vacaciones. ―murmuró desganado Oliva.

―Me da tristeza de tan sólo recordarlo Val, no vamos a perder el contacto, ¿verdad?

―Ni loco, sos mí mejor amiga, voy a pedirle a mi papá un celular esos nokia con tapita re facha, y nos hablamos por ahí.

―¿Me lo prometes? ―alzó su meñique.

Y entrelazándolos, ambos dejaron un beso en sus manos sellando el trato.

―Te lo prometo Ru.

















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