41. Baloncesto y Pitágoras [2/2]

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—Vamos, no es tan difícil.

El alfa soltó un bufido, alcanzando a mover un mechón de su cabello platinado hacia arriba. Mordí mi labio para evitar alargar la mano y acomodarlo detrás de su oreja.

—Lo dice el nerd estrella con gafas de científico loco.

—Auch.

—Sabes que no lo digo en serio... aunque lo de nerd sí.

Rodé los ojos y estiré mis brazos, escuchando mi cuello crujir por tantas horas sentado en la misma posición. Esa sesión de estudios había sido la más larga, pues habíamos aprovechado que era viernes y, después de salir de la escuela, nos sentamos directamente en una mesa de la biblioteca para estudiar matemáticas y hacer que Viktor aprendiera todos los temas del año en tan solo unas horas. Desde mi puesto en la silla, podía observar que anochecía, con los tonos azul oscuro del cielo reflejándose en el evidente cansancio de los ojos azules del ruso.

—No tendríamos que haber estudiado desde el cómo hacer una ecuación de segundo grado si tan solo alguien hubiera prestado atención desde el inicio del año.

Una sonrisa perezosa se dibujó en sus labios antes de recargarse por completo en la silla y mirarme desde atrás. Sentí mis mejillas enrojecer levemente, y su sonrisilla no hizo más que estirarse. Bastardo.

—Estoy tan seguro de que te agrada estar aquí conmigo como sé que la fórmula de la tangente es opuesto adyacente sobre hipotenusa.

—Pitágoras se está retorciendo en su tumba ahora mismo por tu nula sabiduría, Viktor.

En respuesta, cerró los ojos de manera cansada, dejándome ver un muy bonito panorama de todo lo que era él. Con su torso recargado en la silla, haciéndola ver diminuta a comparación de sus hombros anchos envueltos por una camiseta blanca y holgada que se pegaba en algunas partes por el horrible calor que hacía en esta época. El ángulo de su mandíbula se remarcaba por la presión que hacía al estar apretandola, y la punta alzada de su nariz se veía adorable por la manera en la que la arrugaba.

Sacudí un par de veces con la cabeza, alejando el cansancio y tratando de concentrarme en volver a estudiar y no en sus clavículas.

—Es tu último examen, Viktor. Si pudiste con los demás, también lo harás con este. Además, tienes otros dos días para repasar y relajarte.

Abrió uno de sus ojos solamente, sin mover ningún músculo después.

—¿Crees que vaya a aprobar?

Algo en la manera en que susurró con inseguridad la pregunta hizo que mi pecho se contrajera en ternura y preocupación. Yo creía totalmente en él, pero en lo que no creía era en sus habilidades para concentrarse en cálculo y geometría. Aunque, claramente, no podía decirle eso, así que sólo sonreí y reuní fuerzas para alcanzar su mano pálida sobre la mesa, tratando así de animarlo un poco.

—Creo que incluso puedes sacar una A. Pero sólo lo harás si te concentras y pones empeño en ello.

Antes de que retirara el sutil toque entre nuestros dedos, su mano cubrió la mía por completo y se sentó derecho sobre su silla, mirándome ahora con ambos ojos abiertos, un toque de admiración creciendo en ellos. Pude sentir cómo mi omega se emocionaba al ver la diferencia de tamaño entre nuestras manos, y mi corazón se aceleró de la misma manera en que siempre hacía cuando Viktor estaba cerca.

—Si saco una A, ¿saldrías conmigo?

El sonrojo que llenó mis mejillas ahora fue fuerte y explosivo, por lo que bajé mi mirada hasta la mesa y evite respirar hondo, para no ganar más color al oler sus feromonas. Podía sentirlas emocionadas a mi alrededor, probablemente mezclándose con la angustia de las mías. Me hundí más en mi asiento al descubrir que ese pensamiento no me resultaba más que placentero.

Yuuri, ¿Me pasas la tarea?; Viktuuri/Omegaverse. [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora