UNO

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Despiertas con una sensación de hormigueo en el rostro. Te da cosquillas. Ríes, hasta que el gordo gato deja de acariciarte con los bigotes y te muerde. Abres los ojos de golpe, soltando un grito, y tomas al animal del torso. Lo suspendes en el aire, a pocos centímetros de tu rostro para verlo a los ojos. Él te devuelve un maullido. Tus labios se curvean. 

Como siempre, te cuesta trabajo levantarte de la cama, pero te arrastras hasta el baño. Cuando te miras en el espejo sientes el impulso de gritar. Recuerdas que la noche anterior te costó mucho quedarte dormida, y supones que el estarte dando la vuelta en la cama causó que tu cabello estuviera tan desastroso. Y claro, las bolsas en los ojos y esas enormes ojeras vienen de lo poco que dormiste. La nariz congestionada proviene del llanto. Anoche lloraste tanto que casi rompes tu récord. Contaste las lágrimas, como lo has hecho desde pequeña. Fueron doce. Para ti, doce es mucho. Usualmente no te pasas de siete, y sabes que lo máximo a lo que has llegado son dieciséis. 

Te lavas la cara como puedes y bendices a los creadores del maquillaje con el que disimulas la terrible noche que tuviste. Sabes que nadie te va a ver, pero aún así te maquillas para no tener que ver tu cara hinchada tú misma. Le das de comer al gato y te vistes con prácticamente lo que sea. Da igual.

Enciendes tu celular. Lo apagaste anoche, por si él te llamaba. Pero no te encuentras con ningún mensaje o llamada perdida, más que ese de <<buenos días amor>> al que ya te acostumbraste. Le respondes lo mismo, sin poner ni un gramo de corazón en ello. Conforme recuerdas esa discusión que tuviste contigo misma la noche anterior, el dolor de cabeza se hace presente. Sabes que aún necesitas darle una solución al enorme problema. Necesitas tomar una decisión. Pero aún no sabes cómo.  ¿Cómo puedes hacer para tomar la decisión correcta? ¿Qué pasa si te equivocas? ¿Y si te arrepientes? Sabes que si decides terminar, no habrá vuelta atrás. Si te arrepientes de tu decisión y quieres volver a buscarlo, él no volverá a ti. Ya lo habrás perdido.

De acuerdo, piensas. No tengo por qué apresurarme a tomar esta decisión. Lo mejor es que por ahora desvíe mi atención hacia el trabajo o algo, y con calma sopese mis opciones.

Eso es lo que piensas, pero, ¿cuándo te ha salido bien algo?

Te preparas un café y te sientas frente al escritorio. Abres la laptop y te diriges a tu e-mail en busca de las tareas que te enviaron hoy del trabajo. Sólo es una esta vez, se te pide hacer un borrador del espectacular para la nueva campaña de esa empresa de maquillaje que tanto te gusta. Comienzas a crear el diseño, basándote en el eslogan que se te dio a conocer desde un inicio. <<Atrévete>>. Ríes por lo bajo. Tú pudiste haber pensado en algo mucho mejor a los cinco años. De cualquier forma, tienes que trabajar con lo que se te da.

Tu celular vibra.

Mensaje de: Mi amor.
¿Cómo dormiste hermosa?

Algo se raspa dentro de ti cuando lees la palabra hermosa. Sientes como si alguien hubiera rasguñado un pizarrón para gis. O intentado cortar unicel con un cuchillo sin filo. Hermosa... Antes te gustaba que Ezra te llamara así. Te hacía sentir bien. Te hacía sentir apreciada y amada. Pero ya no te sientes de ese modo. 

Mensaje para: Mi amor.
Bien, gracias. ¿Y tú?

Intentas volver al diseño, pero tu celular vibra en seguida.

Mensaje de: Mi amor.
Bien también amor.

Mensaje para: Mi amor.
Qué bien.

Fijas la vista en la pantalla de la computadora. Mientras intentas recordar en qué parte del diseño estabas trabajando, el celular vuelve a vibrar.

A D I Ó SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora