TRES

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Te despierta la música.

No es tu despertador. Parece venir de afuera.

Te levantas, te frotas los ojos, y caminas con visión parcial hasta la ventana. Cuando remueves la cortina, no lo puedes creer. Ezra estacionó su auto frente a la casa y está de pie en la acera, sosteniendo una grabadora que visiblemente no pertenece a esta década, reproduciendo Sorry, de Buckcherry. Tú le mostraste esa canción.

Te pones un suéter, porque no tienes bata, y bajas corriendo. En cuanto sales de la casa, él sonríe y baja la grabadora.

—Por fin. Me estaba pesando —bromea, mientras reduce el volumen de la música.

Tú no estás de tan buen humor. Respondes agresivamente.
—¿Qué estás haciendo aquí, representando una escena de Deadpool, cuando nadie te invitó?

—Wow, esta escena icónica es de Say Anything. Te falta cultura amor.

Su rostro se ve igual que el de un pre-adolescente al que se le escapa una grosería frente a su madre. No debió decirte <<amor>>. Tú también te tensas, pero decides fingir que no escuchaste nada.

—Eso no responde mi pregunta.

—Bueno, hoy comienzan mis cuarenta días —afirma, mientras camina hacia la entrada de la casa.

Te apresuras a plantarte frente a él y detenerlo.

—No puedes entrar.

Ezra parece no dar crédito a sus oídos.
—¿Entonces dónde me voy a quedar? No puedo pagar un hotel por cuarenta días.

No puedes ocultar la sorpresa en tu mirada.
—¿De verdad planeas quedarte aquí todo ese tiempo?

Él coloca la grabadora en el piso y mete sus manos en los bolsillos de su chamarra.
—Me lo estoy tomando en serio, Clara —se encoje de hombros.

Lo observas por un segundo y te cuesta creerlo. El chico que no pareciera dar un centavo por ti ahora se encuentra ahí de pie, frente a la casa en la que vives, después de conducir en carretera por dos horas, con una grabadora que reproduce una de tus canciones favoritas. Por un momento, casi no reconoces a Ezra. Parece un completo extraño. O un conocido de hace tiempo, al que habías perdido en el camino.

Pero no. Sigue siendo el desgraciado que te hizo llorar tras varios días de no recibir ningún tipo de respuesta suya a llamadas y mensajes. Sabías que estaba bien, porque estaba en línea. Pero no respondía, te ignoraba a propósito, haciéndote preguntarte una y otra vez qué hiciste mal. ¿En qué momento dejaste de ser interesante? ¿Qué hiciste para que él no soportara tan si quiera responder tus mensajes?

No.

—Pues ve a tomártelo en serio a un hotel —sugieres fuertemente, antes de darte la vuelta, entrar a la casa y cerrar la puerta tras de ti.

No es hasta que subes a tu habitación que notas que no lo enviaste de vuelta por donde vino, sino que prácticamente le dijiste que se quedara en la ciudad. Okey, tranquila, te dices a ti misma. Pudiste haberte referido a que sólo se quedara en un hotel esta noche.

Necesitas aclarar eso.

Mensaje para: Ezra. 
A primera hora mañana te marchas.

Mensaje de: Ezra.
Eso sigue dejándome todo un día en la ciudad.

Agh.
Decides ignorarlo. Tienes que trabajar.

Los sábados sólo trabajas medio tiempo, por lo que usualmente tienes mayor motivación para apresurarte, terminar y tener el resto del fin de semana libre. Le das de comer al gato, te preparas un café y te sientas frente a la computadora. Sigues en pijama, pero da igual. Hoy no hay conferencias. Revisas tu e-mail. Al parecer el borrador fue aprobado y se lo pasarán a un compañero tuyo para que trabaje en los pasos siguientes. Normalmente te tocan los borradores a ti porque eres, como lo dijo tu jefe en una ocasión, <<la de las ideas>>. Es justo esa la razón por la que hoy tienes que pensar en una nueva campaña para esa empresa de productos ecológicos con la que acaban de firmar, además de hacer por lo menos tres borradores de publicaciones para redes sociales relacionadas con la campaña. Según tu jefe, esto ayudará a que el CEO de la empresa pueda proyectar el resto de los anuncios en su mente y aprobar su diseño. 

Comienzas a trabajar en una campaña que vincule directamente los productos de la empresa con la vida en la Tierra. Al inicio te resulta fácil, pero la creatividad se apaga con igual facilidad. Para cuando vas terminando el primer borrador, sólo te quedan dos horas para hacer los otros dos. El tiempo es el justo. Lograrás entregar los tres borradores a las 2:00 p.m. si no te distraes y las ideas fluyen. No hay tiempo que perder.

Te apresuras. Sientes las ideas surgir una tras otra, sin retraso. Cuando surge un problema, tu mente trabaja a velocidad luz pensando en soluciones pragmáticas. Te encanta cuando pasa eso, cuando tu mente parece tan conectada a tu cuerpo. Y a la computadora, claro.

Terminas, cargas los archivos y los envías a la 1:59 p.m. Tuviste suerte. Te recuerda a esa ocasión en la que te viste obligada a tomar clases en línea por la pandemia y tenías que enviar los trabajos a tiempo.

Te levantas del escritorio sintiendo que tus dedos echan humo. Alguien llama a la puerta. Esperas que no sea Ezra. ¿Realmente esperas que no sea Ezra? ¿O una pequeña parte de ti espera que sí lo sea? No, claro que no. Al menos piensas que no, hasta que ves que no es él y experimentas una extraña decepción. Pero la sorpresa supera a este sentimiento. Es Nina. Ella vive abajo desde un par de años antes de que tú te mudaras. Al llegar, intentaste conocerla y llevarte bien con ella, pero la amistad no se dio. Es por esto que únicamente interactúan cuando es estrictamente necesario.

—¿Te puedo ayudar en algo? —preguntas.

Ella entra al departamento sin haber articulado palabra. No está ni dos metros adentro cuando se da la vuelta y te mira.
—¿Qué fue ese alboroto de la mañana?

Sabes que está intentando sonar amenazadora, pero es diez centímetros más bajita que tú, por lo que no lo logra. En realidad, siempre te ha parecido tierna. Y esos enormes ojos claros no ayudan.

—No fue nada —afirmas. —Una situación con mi nov... exnovio —te corriges.

Exnovio, repites en tu mente. Vaya.

—¿Será un problema recurrente? —inquiere Nina.

Suspiras.
—Honestamente, no lo sé.

Te preguntas si Ezra volverá, y si lo hace no tienes ni idea de cómo lo hará.

—Creo que vendrá de nuevo más tarde —dices.

Ezra dijo que hoy comenzaban los cuarenta días, pero no mencionó si esa aparición con la grabadora sería todo lo que haría el primer día, además de que en su último mensaje de texto sonaba decidido a aprovechar las primeras 24 horas. Con él nunca puedes estar segura de nada. Es parte de lo que amabas, pero también de lo que odiabas de salir con él.

—¿Y qué hace tu exnovio visitándote en tu departamento? —pregunta Nina, con una ceja levantada. —¿Es alguna clase arreglo sexual?

—¿Qué? ¡No!

—Porque si lo es, no te preocupes, no te juzgo —su expresión te hace soltar una carcajada. —Todos somos libres.

Señalas con un ademán de mano la cocina.
—Pasa, por favor.

Preparas un café para ti y un té helado para Nina, y ambas se sientan ante la barra. Le cuentas a Nina superficialmente la extraña situación en la que te encuentras con Ezra, pero conforme ella te pide detalles le vas contando cada vez más fragmentos de esa historia de dos años. Te divierte la forma en que te mira mientras relatas los acontecimientos, como si fueras una novela de Wattpad escrita por una joven de 17 años sin vida social y con demasiado tiempo libre. Estás comenzando a pasarla bien cuando tu celular comienza a vibrar como loco.

Mensaje de: Ezra.
Estoy abajo.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Mensaje de: Ezra.
Sal.

Le muestras la pantalla a Nina mientras siguen llegando más mensajes iguales. 

—Parece que va en serio —dice ella, con los labios curveados y la expresión repleta de emoción.

A D I Ó SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora