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Caminaste apresurada por el pasillo, llegabas tarde a clase por haber colocado el peluche dentro de la taquilla junto a la carta.

Maldecías mentalmente el hecho de no haber llegado de por sí temprano para hacer eso con tranquilidad. Apresuraste tu paso en el acto, intentando llegar a tiempo, al llegar a tu clase, suspiraste y entraste. Aizawa aún no había llegado, suspiraste.

Cuando entraste viste como Todoroki y Yūgen se encontraban hablando, ambos serios, e inexpresivos. O eso podría parecerle al resto, tú notaste la felicidad que cada uno tenía al hacer lo que hacían y sonreíste.

—¡Buenos días, compañeros!—Exclamaste, sonriendo con energía y te sentaste en el puesto de atrás del Todoroki menor.

—Hola T/n-san. —Saludó Todoroki con una pequeña sonrisa.

—Buenos días, cuñadita-chan.~ —Te dirigió la palabra Yūgen, sonriendo de forma divertida.

Tu rostro enrojeció, haciéndote volar en mil maneras la cabeza. ¿Cuñadita-chan?

—¿Qué? —preguntaste ensoñecida de no haber escuchado mal.

—Cuñadita-chan, ¿cuándo le dirás sobre las cartas a mi hermano? Los regalos son evidencias muy claras para mí. —Parloteó la joven Shinsō, alarmando a la pelinegra, provocando un rojo más solido en su rostro.

—¿Has estado enviándole cartas a Shinsō? —Preguntó esta vez curioso el bicolor, provocando una vergüenza mayor en la azabache.

—Al parecer sí, y mi hermano no deja de preguntarme quién es, A MÍ. —Remarcó la peliblanca, haciendo una sonrisa de lado.

—Sólo le he enviado cinco cartas.

—Las suficientes para que su curiosidad flote.

—No se lo voy a decir aún.

—Pues deberías.

—No quiero.

—T/n-san, deberías hacerle caso a Yū.

—¿Desde cuando la llamas sin honorífico al final?

—Eh... —carraspeó, al haber entrado ya el profesor al aula.

Todos se sentaron en sus puestos, comenzando así la clase.

—En el día de hoy, la clase 1-A entrenará junto a los de 1-B y 1-C, así que den lo mejor de sí mismos.

Explicó el profesor con cara de dormido, haciendo que sus alumnos gritaran de la emoción, mientras una pelinegra se comía la cabeza debido a que lo vería a él.

Todos fueron a colocarse su traje de héroe, al igual que tú.

Yūgen y tú habíais reformado vuestro traje hacía dos semanas, hartas del calor insoportable que estos os hacían pasar.

Decidísteis reformarlos de una manera exageradamente sexy y sensual, debido a que es una forma más de poder distraer al enemigo.

Érais las únicas que aún no habíais llegado, debido a la dificultad de poneros el traje, pero era lo suficientemente libre como para poder manejaros libremente.

Saliendo de los vestuarios, ya casi habíais llegado al campo de entrenamiento cuando Yū me paró, sonriendo, y me abrazó. Un movimiento extraño por su parte, pero no se lo negué.

Salimos juntas a donde algunos ya se encontraban, ahora observándonos. Sentí una palmadita en el hombro, Yū otra vez.

Llegamos junto a Todoroki, el cual se encontraba bajo un árbol, hasta que escuchamos un quejido cerca de nosotros.

Hitoshi se acercaba a ustedes, con una leve mueca. Lanzó una chaqueta contra su hermana, dándole en la cara.

—¡Oe! —Exclamó ella, quitándose la chaqueta de la cara.

—¿Por qué reformaste tu traje? —Preguntó él, sin haber saludado principalmente.

—Por el calor que me producía llevarlo. —Clamó, frunciendo levemente el ceño.

—Exijo como hermano mayor que tú que lo vuelvas a colocar como estába antes. —Bramó el de cabellos violetas.

—¡Por nacer dos minutos antes no te da derecho a referirte como hermano mayor! —Enloqueció la Peliblanca, cerrando los puños.

—Mírame a los ojos y dime exactamente si vas o no a hacer lo que te digo. —Gruñó esta vez el ojeroso.

La muchacha de peloblanco sólo se quedó callada, retándolo con la mirada, a la vez que de sus manos saltaban chispas.

Miró fijamente al contrario y después alzó el puño con dirección a su cara, cosa que impresionó a los dos presentes con ellos.

El puño se impactó contra su mejilla, provocando que el ojivioleta girara la cabeza hacia un lado por la fuerza.

Todoroki y tú miraron la pequeña escena en la que se encontraban ambos hermanos. Era increíble a que punto habían llegado por una pequeñez, pero tú suponías que así era tener hermanos.

—Vuelve a decirme algo sobre cambiar mi traje por que no te gusta que vean mi sensualidad, o sobre los ciento ochenta segundos de adelantado que naciste, y olvídate de entrar en casa por una semana. ¿Oíste, Hitoshi? —Dejó en claro la Peliblanca, suspirando y colocando dos de sus dedos sobre la mejilla golpeada, haciendo una leve presión.

—Eres la hermana más imbécil del mundo. —gruñó el de ojos violetas, dándose la vuelta y marchándose.

—Y la única que tendrás.

Una vez el espectáculo de aquellos dos hermanos cesó, la clase dió rumbo al entrenamiento.

Cartas. [Hitoshi Shinsō]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora