1. El primer día

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«Ella lo miraba expectante, mientras él hábilmente desabrochaba los botones de su blusa, liberando sus pechos. Hacía mucho tiempo que lo deseaba, mirándole desde las sombras. Con una agilidad impresionante, se deshizo de su falda y sus bragas. Jamás había estado desnuda frente a un hombre como aquel, y ahora se sentía acojonada. Mojó sus labios, mirándola con deseo. Su corazón latía desbocado dentro de su pecho, expectante. Quería sentirlo, sentir todo de él. Se inclinó a su boca y suspiró contra sus labios...»

—¿Qué haces, pervertida?

—¡Mierda santa! —Me levanto de golpe, con una mano en el pecho.

Claire, con una taza de café en la mano, se ríe a carcajadas. A ella le encanta asustarme, sabe ponerme los pelos de punta con demasiada facilidad. Refunfuño por lo bajo y vuelvo a sentarme en mi silla, frente a mi computadora. Claire se sienta en la silla junto a mí y sonríe, traviesa.

—Perdón, es que te veías tan concentrada. No pude evitarlo —se excusa ella, y se acerca la taza a los labios para beber un sorbo.

—Un día de estos me vas a matar del susto —digo molesta. Toco el borde de mis gafas, una manía que he adquirido con los años, y vuelvo mi vista a la pantalla.

—Vamos, déjame leer. Estabas escribiendo una escena erótica, lo sé. Tenías esa cara —dice, ignorando mi comentario, y se inclina para husmear mi computadora. Cierro el computador de golpe y la miro con ojos desorbitados.

—¿De qué cara estás hablando? —pregunto. Madre mía, que he escrito en público, no puedo poner caras.

—Ya sabes. Esa cara que pones cada vez que escribes una escena erótica —replica como si nada, volviendo a reclinarse en su asiento y bebiendo otro sorbo de café.

—No, no sé. ¿Pongo una cara? —pregunto con voz aguda. Ella asiente—. ¿Qué clase de cara?

—Ya sabes, como mordiéndote el labio, muy concentrada... realmente te metes en la piel de tus personajes —responde, encogiéndose de hombros.

Mi mandíbula cae al suelo. Ahora entiendo por qué a veces me miran raro en los cafés mientras escribo. Se me cae la cara de vergüenza.

—¿No deberías estar arreglándote? —pregunta Claire de pronto. Parpadeo y miro mi reloj.

—Mierda —susurro, y me levanto de golpe.

—No creo que sea buena idea llegar tarde tu primer día de trabajo —comenta mientras me alejo. Ruedo los ojos.

—No me digas —le replico con voz cargada de sarcasmo.

Me había despertado a las seis de la mañana debido al desvelo. Por primera vez en mi vida estaría trabajando en lo que amo y me sentía tan nerviosa que apenas pude pegar ojo la noche anterior.

Y es que no todos los días tu primer trabajo es en el mismísimo Hollywood. No, no soy famosa, ni de cerca. Pero tenía una idea, una historia, una que a mi profesor favorito de la universidad le encantó, y resulta que, casualmente, tenía una íntima amiga que era directora de cine y decidió contratarme para hacer el guion de la película. Ya sé, que suerte que tengo ¿no?

Pues ni crean. Porque resulta que nunca había escrito un guion, más que para trabajos en la universidad. Peor aún, nunca había terminado una historia. En mi vida. Ya sé, le relate la historia, le dije como terminaba, pero eso no significa que la obra esté terminada. Entre el inicio y el final deben pasar cosas, y eso es lo que nunca puedo completar. Es mi karma, dejar las historias a la mitad y luego ¡plaf! Me bloqueo y no consigo continuar.

Pero esta vez mi carrera dependía de terminar aquel guion, por lo que no iba a rendirme por nada del mundo. Este era mi sueño. Bueno, casi. Desde los quince años que soñaba con ser escritora, y aunque escribir guiones es diferente, no perdía la esperanza de que con un trabajo como este, bien podría dar un gran salto en la dirección correcta. En fin. El punto es que mi mala racha se acabaría, no dejaré que un estúpido "bloqueo de escritor" me venza esta vez.

The ScriptDonde viven las historias. Descúbrelo ahora