Pasaron los aburridos y monótonos días dentro de palacio y Lizbeth tomó como costumbre ir al jardín trasero para, si tenía un poco de suerte, ver a Marc. Era el único empleado que tenía más o menos su edad. Por ello, quería mantener una amistad con él y que le contase historias que había vivido en la ciudad.
Al principio, Marc se mostraba reacio a hablar con la princesa, pues él era un simple ayudante de jardineria, pero gracias a la insistencia de Lizbeth, poco a poco se fue acostumbrando a su compañía y a hablar con ella.
Cada tarde, la princesa buscaba alguna excusa para poder salir al jardín para hablar con el chico, y esa tarde, no fue distinto. Lizbeth le pidió a Olivia que fuese a buscar un libro olvidado en su habitación, consiguiendo quedarse sola por unos momentos. Echó un ligero vistazo por el jardín hasta ver la silueta del chico agachado junto a un rosal.
— Buenas tardes, Marc —Lo saludó con cortesía, acercándose.
— Buenas tardes, princesa. ¿Viene a dar un paseo? Hoy hace un día explendido —La saludó de vuelta el chico con una sonrisa, sin levantarse.
— Si... Bueno, no. En realidad he venido a leer un libro, pero con las prisas se me ha olvidado, así que le he pedido a Rose que vaya a por él —Se inclinó ligeramente hacia él, interesada en su trabajo— ¿Qué está haciendo?
— Estaba cortando algunas ramas muertas de este rosal, para que así puedan nacer rosas nuevas —Respondió Marc, volviendo a mirar la planta y continuar cortando dichas ramas.
— Ya veo... ¿Y no se pincha al hacerlo? Los rosales tienen unas espinas muy afiladas.
— No, porque tengo mucho cuidado al hacerlo. Además, no me importa pincharme una o dos veces si con ello consigo que crezca y se vuelva mucho más hermoso —Miró nuevamente a la princesa, con una sonrisa.
Marc pudo observar como Lizbeth miraba una de las rosas que ya habían florecido y se mantenía magestuosa, de un hermoso color rojo. Con ayuda de sus tijeras, cortó dicha rosa, le cortó las espinas y se levantó para ponersela en el pelo a Lizbeth.
— Así se ve hermosa, princesa. Sin duda, el color rojo le queda muy bien.
Lizbeth se sorprendió por aquel inesperado gesto del chico, sonrojandose al momento de escuchar sus dulces palabras.
— Gracias... —Consigió articular.
Marc hizo un leve gesto con la cabeza y se agachó de nuevo para continuar con su labor. La princesa caminó hacia en banco cercano, en donde se acomodó su vestido y se sentó, aún sonrojada. Sentía un torbellino de sentimientos en su interior. ¿Era aquello a lo que llamaban amor? ¿Era ese sentimiento el mismo que sentían las doncellas y las damas en los libros románticos? Era bastante agradable.
— Tengo una pregunta, princesa, pero es un poco privada... ¿Le importaría? —Habló de nuevo Marc, sacándola de sus pensamientos.
— No, claro... Adelante.
— ¿Cómo es su majestad el emperador? Llevó varios meses trabajando aquí y aún no lo he visto. Acaso... ¿Acaso ha discutido con él? —Preguntó mirándola de reojo.
Lizbeth agachó la cabeza, pues no era ese tipo de “pregunta privada” la que esperaba por parte del chico. Aún así, no tenía ninguna objeción en responderla.
— No, no... Nada de eso. Mi padre siempre está muy ocupado. Es una de las desventajas de ser emperador. Siempre está en reuniones importantes o en su despacho encerrado con montones de papeles —Soltó un ligero suspiro— ¿Puedo confesarte algo, Marc?
— Por supuesto, princesa. Prometo no decírselo a nadie.
— A veces desearía que mi padre jamás se hubiese convertido en emperador. Sé que después de derrotar al antiguo emperador, el puesto quedó vacante y mi padre era el único capaz de ocupar ese puesto y que gracias a eso, el imperio volvió a brillar con el resplandor que una vez tuvo, pero... A veces deseo simplemente que no tuviese tantas responsabilidades, que tuviese un poco más de tiempo para mí. Es un sueño egoísta, pero...
— Nada de eso, princesa. No es un sueño egoísta —Marc soltó sus utensilios de trabajo, se levantó y caminó hacia ella, sentándose a su lado. Al no haber nadie alrededor, no habría ningún problema— Usted solo desea poder estar con su padre, no hay nada de malo en ello.
— ¿De verdad lo cree, Marc?
— Claro. Si yo pudiese, también desearía poder pasar más tiempo con mi padre...
Ambos se quedaron en silencio, pues habían mantenido varias conversaciones, pero nunca tan profundas y serias.
— ¿Qué le pasó a su padre? Si no es mucha molestia...
— No lo es, tranquila, princesa. La respuesta es simple: murió en la guerra de hace unos años.
— Lo siento, Marc. Pero bueno, mírelo de esta forma: su padre murió como un héroe, protegiendo al imperio del antiguo y tirano emperador...
— Si, es cierto... —Bajó la cabeza, mostrando una sonrisa cargada de tristeza.
El silencio volvió a inundarlos, y Lizbeth comenzó a preguntarse si había hecho bien al decir aquello, pues nunca había visto al chico tan apenado.
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Destiny
RomansaLizbeth Mary Edevane es la única hija del emperador, la cual ha vivido entre algodones desde que su padre tomó el control del imperio del antiguo y tirano emperador. Estudia diligentemente, tienes buenos modales y es amable. Es la princesa perfecta...