Cap.5

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Lunes. 

Otro día en el que la rutina se repetía: levantarse temprano, tomar una ducha fría, vestirse lo más rápido posible, alimentar a su mascota y desayunar un tazón grande de Froot Loops con leche de fresa. Así empezaban las mañanas de Tom Holland. 

Harrison se había ido el día anterior a su casa y prometió visitarlo el próximo fin de semana, ya que también tenía que trabajar. 

Cuando Tom buscó su diario, lo hizo desesperado. Él nunca lo olvidaba. A menos que… ¡La tienda de discos! Mierda, mierda y mierda extra. ¿Y si se lo robaron? ¿Y si alguien leía todas sus estupideces cursis que parecían escritas por un adolescente fantasioso? 

De acuerdo, sí era fantasioso. Pero ya tenía 33 años. ¡Debía madurar, por el amor de Dios! 

—Bien, Tessa. Papá irá al trabajo, así que cuida bien la casa, ¿sí, pequeña? Sé buena niña. —le habló a la cachorra y le acarició las orejas, con lo que ésta movió la cola. —Te amo, princesa. 

Le besó la nariz y se zampó un último  gran bocado de cereal para luego salir de su departamento. 

Intentó parar un taxi. Se le estaba haciendo tarde y no podía permitirse eso. Suspiró frustrado y se jaló algunos mechones al notar que ningún jodido taxi se detenía. ¿Por qué para los estadounidenses era tan sencillo hacerlo pero casi imposible para un chico británico como él? 

Apuró el paso. Tuvo que detenerse una que otra vez para recuperar el aliento. No estaba acostumbrado a prácticamente correr por media acera y menos a sudar como cochinito. Si el jefe se enteraba de su tardanza, lo más probable era que lo despidiera y lo humillara frente a todos. Eso no sería nada nuevo para él, pero la vergüenza que pasaría no se le olvidaría jamás. 

Después de mucho trote,cual si hubiera participado en una maratón de los Juegos Olímpicos, llegó a la editorial donde trabajaba. Pareciese que le había pasado un huracán por encima, ya que su aspecto era lamentable. Más de lo normal. 

Ésta vez había una nueva secretaria, la cual era de lo más desagradable en cuanto al  trato con los demás. 

—Buenos días. —la saludó Tom con la mayor cortesía y le ofreció una leve sonrisa. 

La mujer sólo pasó de largo realizando una mueca de asco en cuanto lo vio. 

—¿Tú de dónde saliste, fenómeno? —fue lo único que preguntó la mujer cuando estuvo a unos metros de distancia. 

—Estoy bien, gracias. —soltó con ironía y fue hacia su escritorio. Se sentó y empezó a escribir en la máquina el borrador para el próximo libro. 

Cuando iba por la mitad del borrador, escuchó un grito proveniente de la oficina del jefe. Joder, ahora sí estaría en problemas. 

Guardó el borrador que estaba escribiendo y se puso de pie para dirigirse a la oficina de su jefe. Vaya que no esperaba ser recibido de aquella manera. 

La visión era espléndida. Flores decoraban el escritorio, una taza de té y unos pastelillos con crema le esperaban. El aroma del té inundaba sus fosas nasales, deleitándolo. Al parecer, Jake no dejaría de insistir hasta que le dijera que sí y esta era una forma sutil y algo cliché de hacerlo. 

—Esto es tuyo. —pronunció Jake luego de buscar en los cajones de su escritorio y sacar el diario para entregárselo. —No he husmeado en él, así que no te preocupes. 

Eso dejó a Tom más tranquilo y tomó el diario, aún incrédulo. —Um… ¿Gracias? —titubeó todavía confundido. —¿Por qué todo esto? —interrogó señalando las flores, los pastelillos y el té. 

—¿Tú qué crees? —el americano levantó una ceja divertido. —No quiero sonar como un acosador, pero la oferta sigue en pie. ¿Sábado a las 8? 

El castaño se tomó unos segundos para pensarlo y, antes de darle una respuesta, le preguntó: —Suena tentador, pero ¿por qué yo? Quiero decir… Hay chicos más guapos que yo y usted debe tener muchos hombres detrás suyo. 

—La respuesta es simple. La mayoría de los chicos guapos tienen más músculos que cerebro. Además, la belleza es efímera. La esencia de la persona es lo que verdaderamente importa. —pausó un momento y luego prosiguió. —No me interesa si hay chicos más guapos que tú. Eres el único que me interesa. No eres superficial y tienes hermosos sentimientos. 

Aquello conmovió al pequeño británico, que por poco lloraba. Las lágrimas traicioneras caían ya por sus mejillas. 

Entonces Jake hizo lo que supo debía hacer desde el día anterior. Se acercó a él y lo abrazó. Tom era tan bajito que su cabeza apenas lograba llegarle al pecho. El abrazo era cálido, reconfortante, de los que te dan fuerzas para continuar pese a todas las tormentas. 

—S… Sí, a-acepto. —respondió finalmente, con la voz entrecortada pero, al mismo tiempo, con una  calidez anidando en su pecho. 

¿Podía ser el inicio de su buena suerte? 

Esperaba que sí, porque no podía sentirse mejor que ahora. 

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⏰ Última actualización: Jun 22, 2020 ⏰

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Diario de un chico feo (Gyllenholland)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora