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La música está tan fuerte que apostaría a cualquier cosa de que los vidrios de las ventanas en cualquier momento se romperían. Sus oídos y piernas gritan de fastidio en protesta. Se siente extraña y hasta desorientada, ese lugar definitivamente no era de los suyos, no encajaba y se sentía infinitamente incómoda.
Zua estaba a punto de patearle la cabeza a la persona que le había dicho que estaba en la mejor etapa de su vida y que podría ser libre para salir y hacer estupideces, porque ahora mismo podría jurar que lo único que desea es meterse entre sus sábanas a mirar una película o un cuchillo en la frente, lo que pase primero.
Ese intenso sentimiento de ahogamiento la estaba haciendo cuestionar muy seriamente de que no debió haber aceptado la invitación de Joochan.
Sus ojos pasean por el sitio, sorprendiéndose de qué la mayoría de los jóvenes se encontraban bailando y festejando llenos de energía, no sabía cómo lo hacían, apenas eran las cinco de la mañana y creía morir del sueño.
Afortunadamente después de pasearse un poco por el lugar, logró llegar hasta una de las puertas que daban al gran y solitario patio. Respiró aliviada, ahora podía respirar un aire fresco y agradable, todo lo contrario al olor a tabaco y algún otro tipo de sustancias que rondaban por ahí adentro.
Sólo le bastaron unos pasos para llegar hasta la gran y oscura piscina que estaba detrás de una pequeña montaña. Gracias a la tenue luz la luna que logró alumbrar débilmente se llevó una sorpresa al distinguir una figura más que reconocible para ella.
Sunwoo estaba sentado en el borde. Se acercó y notó que parecía estar perdido contemplando el cielo nocturno que brillaba hermosamente sobre ambos.
Sin hacer mucho ruido se sentó a su lado.
Sunwoo, sin despegar su vista del cielo, murmuró: ―Creí haberte escuchado decir que no te gustaban estos lugares.
La joven se removió en su lugar, apretando ligeramente sus labios ante sus palabras aclaró, apenas con una sonrisa. ―Joochan ... él puede ser muy insistente y un poco amenazante, ¿sabes?
