Doce

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Los dias habían pasado y yo por fin me digne a salir de la cama, estuve cinco días acostado desperdiciando mi corta vida mientras llenaba la almohada de mocos, si, sonaba realmente asqueroso pero era la dura y triste realidad.

Dije que iba a borrar todo rastro de Gianella pero no pude, a penas quise agarrar esa caja y tirarla apareció mí mamá por la puerta y me dijo que no lo haga, que me iba a arrepentir y no se que más.

Pero si soy sincero, lo que me detuvo a hacer eso, fue ver la carita sonriente de Gia un día que yo la llevé a un lugar re lindo y dónde le mostré cosas que eran muy íntimas, además de que le había comprado helado.

Ver su cara llena de helado de chocolate y esos ojitos con sus pestañas tan largas, aquellas que me cautivaron me convencieron de que no lo haga, que si aunque sea me iba a olvidar de ella y la iba a sacar de mi vida, que por lo menos dejara nuestros recuerdos guardados en esa caja y en un costado de mi corazón.

Al fin y al cabo Gianella siempre iba a ser parte de mi vida y de mi corazón  y tenía que recordarla de buena manera y no dejarme llevar por el recelo de que ella nunca me haya buscado.

Se me hacia difícil amar a alguien más, porque yo quería amarla a ella y solo a ella, mi corazón le correspondía a ella y se negaba a que una nueva persona entrara a mi vida.

Dale Daniel no podes ser tan terco.

Estaba yendo al bar que iba siempre desde que Luciano me llevó ahí, solo para ver si esta vez tenia suerte y me encontraba a la Pelirroja, tenía que preguntarle el nombre para dejar de decirle así.

Si hoy la veía le preguntaba el nombre si o si.

Llegué al bar y me senté en el mismo lugar de siempre esperando a que me atendieran. Todo salio como esperaba y la chica que no veia desde aquel encuentro en el supermercado, me atendió como siempre tan simpática y con su bella sonrisa característica.
Tomó mi pedido que prácticamente era lo que de siempre y se retiró.

Unos pocos minutos después de que ella me trajera mí pedido, entró el mismo chico con él que la había visto días atrás. No podía negar que verla con él me revolvía el estómago y me daba una sensación mala.

Verlos demasiado cerca hacia que me dieran ganas de vomitar y no sé por qué.
Solo sabía que tenía necesidad de cuidarla a ella y nada más.

Terminé de tomar lo que había pedido y me dirigí al mostrador para pagar y de paso aprovechar y preguntarle el nombre a la chica.

—Hola ¿cuánto es lo mio?— Pregunté mirándola directo a los ojos, tenian algo atrapante para mi. Era como un vicio verla a ella.

—Si, son trescientos pesos. — Silve en señal de que me parecía demasiado caro y le entregué la plata. Ella me sonrió cordialmente y me entregó el vuelto.— Muchas gracias.

—Perdoná la pregunta pero me encantaría saber cómo te llamas.

Noté algo de nerviosismo en su respuesta y un tanto incómoda, después de mirar varias veces al chico que se encontraba al lado mio, respondió.— Mi nombre es Alexia, me llamo Alexia.

Todo encajaba perfectamente con mis pensamientos, Alexia era el segundo nombre de Nella, esos ojos, esa risa. Todo me hacía acordar a ella.

Debo estar enfermo al pensar que la pelirroja y Nella son las misma persona.




















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perdon que me atrase pero no andaba bien, espero que les guste, cuídense y nos leemos en el próximo

𝐇𝐨𝐣𝐚 𝐞𝐧 𝐁𝐥𝐚𝐧𝐜𝐨; 𝐃𝐚𝐧𝐢 𝐑𝐢𝐛𝐛𝐚.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora