La familia de Philiphip era una querida y amada familia. Su padre, un gran leñador y carpintero; su madre, una pintora excepcional. El padre del joven al que llamaban el Cuervo siempre educaba a sus hijos, pero a Philiphip siempre le aconsejaba por demás. Al joven jamás le aburrían los consejos de su honroso padre, pues cada vez que hablaba sus palabras eran como dedos que sobaban las aguas de angustias y se llevaban lo oscuro de ellas. Al pequeño Philiphip le encantaba jugar de aventuras. Jugaban con espadas de madera que su padre le hacía. Una vez llegó del bosque casi llorando.
-Hijo, ¿por qué lloras?-. Preguntó su padre que construía quién sabe qué.
-No lloro, solo estoy herido. Me han lastimado y me han juzgado por vivir mis propias aventuras en el bosque-: Respondió el niño. Su padre se arrodilló y puso su mano en el hombro de su amado hijo. Sonriendo dijo:
-Sigue tu corazón, vive tus propias aventuras y sobrevive a las tormentas de la vida. Así no podrás juzgar el camino de nadie. Ve y juega, demuestra que las aventuras hacen a los héroes-.
Su padre amaba a su madre. En muchas ocasiones ellos discutían, el Cuervo y sus hermanos se quedaban observando. Su madre gritaba y su padre callaba, en silencio esperaba poder hablar. -Nunca hablas, siempre guardas silencio hasta que yo termine-; -Dime si harás lo mismo cuando rompa contigo-: gritó la madre. -Si algún día decides romper conmigo no lucharé por ti. Si me amas volverás, pero no llegues tarde. Siempre me lastimas con tus palabras y mi corazón aguanta las agujas y sella el veneno que hay en ellas. Aún así, te amo.
No deberías lastimar a quien daría la vida por ti. ¿Acaso has dejado de amarme?-. Y caminó hasta la puerta y dijo: -En la vida está la gente que salva, pero también la gente que destruye, tú decides-. Entonces el padre del cuervo salió aquella noche y no era la primera en la que su madre lo lastimaba. Jamás regresó. Philiphip y su familia lo comenzaron a buscar. Su madre lloraba de desesperación, no había ni una sola noche en la que ella no llorase y gritase: "Perdóname, perdóname, amor mío." Y entonces como una niña en una dulcería comenzó la soledad a filtrase a través de la tristeza. Cuando amas a alguien sé feliz porque está vivo, sé feliz porque te ama, sé feliz porque ama tus cicatrices y tus defectos y sé feliz porque jamás volverá una vez se vaya.
En una noche de profunda oscuridad y desesperación, el Cuervo lloraba en su habitación. El halo de una vela resplandecía en su rostro y en una parte diminuta de su escondite. Pensaba en que papá lo había abandonado y quisiera volver a abrazarlo. Las memorias buenas y malas dolían y eso sucede cuando la persona especial ya no está. El Cuervo se incorporó y rápidamente caminó hacia la puerta sin notar que había tumbado la vela. Se dirigió hasta al taller de carpintería de su padre y entonces, encontró un cuaderno de cuero con dos anillos colgando; uno tenía escrito "Tú" y el otro "quien te acompañe" y una pluma. Su primera página tenía algo escrito.
-Querido y amado Philiphip, me he ido. Este es el cuaderno de los queridos. Quien sea que ponga su dedo en él formara un pacto contigo y jamás debe dejar de amarte y jamás te debe dejar solo. Si rompen tal pacto debes irte y nunca, pero nunca volver. Porque quien juró amarte por siempre jamás debe herirte con otra persona. Si me buscas seré hallado. Si juras debes ser amado. Escribe aquí lo que sientas aunque sea para la soledad en la que te encuentras."
Lágrimas caían y un fuego en su rostro resplandecía.
Su casa ardía, gritos y lamentos se escuchaban. Levantó su mirada perdida. La única vez y por siempre perdida. El Cuervo corrió adentrándose en el bosque. Sollozaba. Su familia estaba muerta y su padre lo había abandonado. -Perdí a quienes me amaban-. Entonces, ya no jugaría a las aventuras vestido de verde, sino de negro. Ya no vería a mama pintar. Las palabras de papá se han ido y sepultaban un corazón humillado. Nadie amaría al joven y nadie lo perdonaría. Él jamás sanará. No fue su intención. Nadie tiene la intención de quedarse solo.
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Eterno Dolor de Las Memorias
Short StoryComo un alma eternamente encadenada no se atrevía a mirar al pozo en donde él arrojaba sus cartas, las cartas que caían al vacío infinito. Él siempre ha estado solo. Un corazón perdido lejos de la realidad para proteger su corazón de la culpa. Las p...