Obsession and Forgiveness

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El Cuervo ya había comprado su agua y su pan. El cielo estaba gris y las personas del pueblo estaban muy extrañas. Había un leproso y las personas estaban desesperadas y nerviosas. El leproso fue el médico de ese pueblo mientras que ahora estaba tirado en el suelo, arrastrándose en su miseria y gritando que tuvieran piedad. El Cuervo observó un grupo de personas que rodeaban al pobre médico y entonces se acercó. Había gente llorando, lo más probable eran familiares o quizás sus pacientes.

-¡Joven!- grito el leproso.- Están a punto de matarme para que no se propague esta maldita plaga. -El Cuervo", así es como te dicen-: decía el Leproso mientras lo miraba. Estaba en el suelo boca abajo levantando su cabeza. Se veía muy siniestro y lamentable.- El corazón que más han hecho daño es solamente el más fuerte. El corazón que más ha estado solo es simplemente el más alegre. El corazón que más coraje tiene es inesperadamente el más amable. Y todo porque cada buen corazón es antes probado por el fuego que le da sentido a la vida. Entonces digo yo, Cuervo, que prefiero morir y ser recordado que ser eterno y ser olvidado. Antes de ser lo que soy, fui amado y como un héroe quiero ser memorado.- El leproso sonrió y el joven dio la espalda y se escuchó el zumbido fuerte de un disparo. De los ojos del Cuervo salían lágrimas de pena por un ser humano que ha sido maldecido por su descuido.

Que día tan extraño. Habían cuervos rondando por el pueblo, pero no hacían nada excepto contemplar el cielo. El joven fue directo a su casa, pues hoy tenía muchas cosas de las que hablar con la Soledad y del algún modo, saber si estaba bien. La Soledad tenía voz de una chica, dulce como un ángel. Jamás había mostrado su rostro sino que se había mostrado de espaldas aquella vez. El Cuervo y la Soledad, había pasado mucho tiempo desde la primera vez y ahora eran amigos. Un joven era amigo de su propia soledad.

El cuervo finalmente llega a su casa, busca en su habitación su más preciado dibujo y ve una foto en la que él estaba pequeño junto a su familia, sonríe porque supo que su obsesión de estar con alguien lo llevó a perdonarse así mismo. Recoge todo y va hacia el abismo donde se encuentra su más preciada compañía, pero entonces, su más preciada compañía ya no estaba en ese lugar. El Cuervo vio que una carta estaba en el suelo y decía:

-Querido y amado Philiphip, el amor es algo extraordinario. Algo que cautiva mi ser como un fuego consumidor. Es la belleza humana y la base de cada buen corazón, pero soy la Soledad. Soy lo que todos temen y lo peor que puedes sentir. Te has enamorado de mí, tu soledad. Al estar conmigo te sientes amado y acompañado. Te sientes comprendido. Soy la Soledad y tú el amor. El amor personificado. El amor que todos merecen. Entonces ve y reparte ese amor por el mundo. No puedo estar contigo porque de alguna manera, ya no te sientes solo-. El Cuervo se desplomó al frente del pozo, gritaba para ver si ella todavía estaba ahí, quería que fuese mentira, pero no fue así. Se ha ido, la Soledad lo ha dejado solo. Su dibujo estaba en el suelo y allí junto con él, pasaron la noche...

Jamás pudo contarle lo que aconteció aquel día..., el día del leproso. Jamás pudo decirle que la amaba. Jamás pudo volver a hablar y cantar con ella, pero sí pudo dedicarle una última carta. Una última carta que decía:

-Te has ido y has dejado en mí la semilla del amor, del amor hacia la soledad o más bien una obsesión incomprensible. Ve y entra en el corazón de los desamparados, siempre recordaré a los que se van...-.

Después de mucho tiempo, el Cuervo no sonreía, ni escribía cartas, solo compraba pan y agua y luego se marchaba. Las personas estaban obteniendo unas formas extrañas con el tiempo. El Cuervo cuando iba de camino nuevamente a su oculto hogar a lo lejos vio una mujer y esta vez vio su cara, era la misma mujer que la otra vez. Era hermosa y entonces el joven comprendió que era Soledad, estaba allí al frente del pozo. El Cuervo comenzó a correr y a correr, sonreía como nunca antes porque supo entonces que su chiste era real, corrió con los brazos abiertos para abrazarla y jamás perderla. Veía que su rostro no parecía feliz, pero entonces cuando la tuvo en sus brazos, se desplomaron muchas cartas, eran miles y miles. Flotaban por el aire de tantas que eran, pero el Cuervo cayó por el pozo o más bien, cayó por el abismo de la soledad. Queriendo abrazar a la Soledad cayó por su abismo.

Con el tiempo las personas jamás volvieron a ver al Cuervo. Su dibujo aún estaba en el mismo lugar donde cayó la última vez porque así lo quiso el joven. A pesar de que no todos lo querían, lo extrañaban. Nadie en esta vida podía ser tan suficientemente loco para estar lo suficientemente solo pero, el Cuervo sí. Un pobre joven que se enamoró de la soledad porque se sentía amado y acompañado por ella. Nunca encontraría un dedo en donde poner su segundo anillo.

Una niña siempre lo estuvo observando, estaba ahí, petrificada delante del pozo. Su mirada no se desviaba de las cartas que flotaban alrededor del obsoleto abismo. Escuchó una pieza de piano profundamente triste que provenía de adentro. Llovió sangre del cielo y un cuervo salió, su mirada era distante. Las gotas de sangres empaparon la ropa de la niña. El cuervo echó a volar y desapareció entre las cartas y las hojas de los arboles. La niña extendió sus alas blancas manchadas por la lluvia de sangre y la suciedad de recorrer una vida sin destino. Entonces voló con sus pequeñas alas detrás del cuervo, detrás de un alma destinada a amar.

FIN

Eterno Dolor de Las MemoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora