Prólogo

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—Llegó el gran día en que conocerás a Frank—Dijo la mujer de larga cabellera negra—Hijo, estoy tan feliz de que por fin hayas decidido aceptar conocerlo—sonrió.

—Sabes que aún me cuesta la muerte de mi padre, pero tú también mereces ser feliz. Has hecho demasiadas cosas por mí y yo debería hacer lo mismo por ti.—Respondió el chico de cabello castaño.

—Y te lo agradezco con todo mi corazón. Bien... es hora de irnos—Respondió la madre.

Sin más se marcharon hacia la dirección proporcionada en una de las calles de California. Pararon en una casa enorme que dejó sorprendido a Johnny.

La casa era de dos plantas, era una combinación de paredes blancas con puertas y ventanas negras que resaltaban el mencionado color. Era enorme a comparación de la casa en la que vivía con su madre.

Estacionaron el auto afuera del hogar, e inmediatamente salió un hombre alto y delgado a recibir a los invitados.

—Pasen, adelante—Saludó Frank con un beso a su novia. Ambos sonreían—Tú debes ser Johnny—Dijo dirigiéndose al chico que observa a los adultos recibirse con un beso.—Susan me ha hablado tanto de ti.

—Mucho gusto—Dijo el chico extendiendo su mano para estrecharla con la del novio de su madre.

Caminaron hacia el comedor donde Frank se encargó de que se pusieran cómodos.

—En algunos minutos bajará Hannah. Sigue con su institutriz—Habló Frank.

—Siempre tan enfocada—Respondió Susan—Aunque te he insistido que sería un buen momento para que asista a una escuela normal.

—No lo sé, algunas veces las escuelas les meten ideas a la cabeza que no me gustan. Con la institutriz sé que temas le enseñan, las clases que toma, la información que le brindan.

Johnny permanecía en silencio sin tener idea de quién era Hannah, pero podía deducir que se trataba de la hija de Frank.

—Eres un padre muy sobre protector. Esto puede afectar a la larga—Respondió Susan.

—Con permiso—Dijo al bajar de la escalera una joven de cabello corto.—Señor, terminamos con las clases de hoy. Vendré mañana a la misma hora.

—Muchas gracias Lydia, nos vemos mañana—Respondió Frank acompañando a la institutriz de su hija hasta la puerta.

Una chica de cabello lacio y negro en todo su esplendor bajaba por la misma escalera de la que había bajado su institutriz. Llevaba un peinado con una coleta media, dejando el resto del cabello suelto. Un vestido negro que le llegaba hasta las rodillas y cubría su pecho. Su rostro no contenía ni una sola gota de maquillaje y se podían observar las pequeñas pecas en sus mejillas.

—Buenas tardes—Dijo la chica estrechando las manos de los invitados.—Mucho gusto, soy Hannah—Dijo frente al chico al que desconocía por completo.

—Veo que mi princesa ha bajado—Dijo Frank, acercándose para plantar un beso en la negra cabellera de su hija.—Bien, ahora que todos estamos es momento de traer la comida. Si me permiten...

Hannah tomó asiento del otro lado de la mesa, quedando justo frente a Johnny.

—Déjame ayudarte—Se ofreció Susan.

Ambos adultos abandonaron el comedor para dirigirse a la cocina. Por otro lado se formó un silencio entre los dos jóvenes, mas no resultaba incómodo.

—Y bien... ¿tú debes ser el hijo de Susan, no?—Rompió Hannah el silencio.

—Si, soy Johnny, el hijo de Susan—Respondió él.

—¿Asistes a una escuela normal?

—¿Como que escuela normal?

—Si... esas escuelas ¿públicas?

—Ya entiendo. Si, estoy asistiendo a una escuela normal.

—Mi sueño más grande es poder asistir a una de esas.

—¿Y por qué no lo haces?

—Mi papá se niega completamente a dejarme ir. La verdad es que no tengo idea de la razón, piensa que no es un lugar seguro.

—Pues en efecto no te pierdes de mucho, las clases algunas veces son muy pero muy aburridas, sumando que algunos compañeros y profesores son totalmente odiosos.

—Veo que entablaron conversación—Dijo Frank poniendo los platillos sobre la mesa.—Es una buena señal.

Ambos chicos sonrieron.

Comían entre risas y anécdotas por parte de Susan. Así pasaron largo tiempo hasta que cayó la tarde convirtiéndose en noche.

—El motivo de la reunión—Habló Frank, tomando la mano de Susan y llamando la atención de los presentes.—Es que queremos saber ¿qué opinan de que vivamos juntos? Su opinión para nosotros es muy importante. Si no están de acuerdo buscaremos otra opción, de verdad.—Dijo un tanto nervioso.

—Yo...—Habló Hannah—No sé que decir.

—Por mi parte no me molestaría—Habló Johnny—Mamá, me alegra tanto poder verte feliz, sé que Frank te hace feliz. Has sufrido tanto por muchos años que... qué si yo fuera el motivo por el que siguieras sufriendo no me lo perdonaría nunca.

Los ojos de Susan se formaron un poco cristalizados mientras observaba a su hijo con atención.

—¿Y tú Hannah?—Preguntó Susan—¿Estarías de acuerdo?

—No perdemos nada con... intentar.—Respondió sonriendo.

El rostro del par de adultos era de inmensa felicidad. Sus hijos eran lo más importante, debían saber su opinión antes de tomar cualquier decisión.

Johnny, ¿resuelves mis dudas? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora