—¿Sabes? Aquí <<cerquita>>, en un planeta de Sirio hay unas playas color violeta, son espléndidas. Ah, si vieras lo que es un atardecer con esos soles gigantes...
—¿Viajas a la velocidad de la luz?
Mi pregunta le pareció cómica.
—Si viajara tan lento me habría hecho viejo antes de poder llegar hasta aquí.
—¿A qué velocidad viajas entonces?
—Nosotros en general no <<viajamos>>; más bien, nos <<situamos>>.
—¿Qué?...
—Nos <<situamos>>, simplemente aparecemos en el lugar al que deseamos llegar.
—¡¿En forma instantánea?!...
—Bueno, algo hay que esperar, los instrumentos de abordo deben efectuar cálculos complejos; pero de un lado a otro de la galaxia tardaría... -tomó su calculadora del cinturón e hizo unas cuentas- según tus medidas de tiempo... una hora y media, y de una galaxia a otra tardaría un poco más.
—¡Qué bárbaro! ¿Cómo lo consigues?
—El tiempo y el espacio se estiiiiiran y se acooortan... Las cosas no son lo que parecen...
—No te entiendo; sé más claro, por favor.
—¿Puedes explicar a un bebé por qué dos más dos son cuatro?
—No -respondí-. Ni yo mismo lo sé.
—Yo tampoco puedo explicarte cosas que tienen que ver con la contratación y curvatura del espacio-tiempo, ni falta que hace. Fíjate cómo se deslizan esas pequeñas aves por la arena, parecen flotar... ¡Qué extraordinario!
Ami estaba contemplando unas aves que corrían rapidísimo por la arena húmeda recogiendo algún alimento que las olas depositaban allí. Movían sus patitas de forma tan veloz que no se les veían, y por eso parecían deslizarse o flotar sobre la arena.
Yo recordé que era tarde.
—Tengo que irme, mi abuela...
—No pasa nada; todavía duerme.
—Estoy preocupado.
—¿Preocupado? Qué tontería.
—¿Por qué?
—Pre significa <<antes de>>, así que yo no me pre-ocupo; yo me ocupo.
—No te entiendo, Ami.
—No vivas imaginando problemas que no han ocurrido ni van a suceder; disfruta del presente, la vida hay que aprovecharla, elige siempre poner en tu mente lo agradable en lugar de lo desagradable. Cuando aparezca un problema real, entonces simplemente ocúpate de él, pero no te pre-ocupes cuando todo está bien.
—Creo que tienes razón, pero...
—¿Te parecía bien que es tuviésemos preocupados imaginando que podría venir un tsunami y devorarnos? Sería tonto no disfrutar de este momento, de esta noche tan bonita. Observa esas aves que corren sin preocuparse. ¿Por qué echar a perder este momento por algo que no existe?
—Pero mi abuela sí existe...
—Sí, y no hay ningún problema con ella. ¿No te parece más inteligente disfrutar de este momento?
—Sí, pero... estoy preocupado.
—Ah, este incorregible <<Míster Paranoia>>... Está bien, veámosla.
Tomó su aparato televisor y comenzó a manipularlo. En la pantalla apareció el camino que lleva hacia mi casa. Las imágenes iban avanzando por entre los árboles y las rocas del sendero. Todo se veía en colores e iluminado como si fuese de día. Penetramos a través de la pared de la casa y apreció mi abuela durmiendo profundamente en su cama; hasta se oía su respiración. ¡Aquel aparato era increíble!
—Duerme como un angelito -comentó Ami riendo.
—¿No es una película?
—No. Esto es <<en vivo y en directo>>. Vamos al comedor.
La imagen atravesó la pared del dormitorio y apareció el comedor. Allí estaba la mesa con su mantel de cuadros grandes, y en el lugar que yo ocupo estaba servida mi cena. Mi abuela la había dejado en un plato cubierto por otro, invertido.
—¡Eso se parece a mi ovni! -bromeó-. Veamos qué te tienen para cenar. -Operó algo en el aparato y el plato superior se hizo transparente como el vidrio. Apareció un trozo de carne con papas fritas.
—¡Bof! -exclamó Ami con asco-. ¡Cómo pueden comer un cadáver!
—¿Cadáver?
—Cadáver de vaca, vaca muerta. ¿Te vas a comer un pedazo de vaca muerta?... -Así como él lo pintaba me dio asco a mí también.
—¿Cómo funciona este aparato? ¿Dónde está la cámara? -le pregunté muy intrigado.
—No necesita cámara. Este cacharro lanza haces, selecciona y ordena, filtra, codifica, decodifica, amplifica y proyecta. Sencillo, ¿no?
Al parecer se estaba burlando de mí.
¿Por qué ahí se ve de día, siendo ahora de noche?
Hay otras <<luces>> que tu ojo no puede ver; este aparato sí que las capta.
—¡Qué complicado!
—Para nada. Yo mismo me construí este cachivache.
—¡Tú mismo!
—Es sumamente anticuado, pero le tengo cariño. Es un recuerdo, un trabajo de la escuela primaria.
—¡Ustedes son unos genios!
—Por supuesto que no. ¿Sabes multiplicar?
—Claro -respondí.
—Entonces tú eres un genio, para uno que no sabe hacerlo. Todo es cuestión de grados. Una radio a pilas o una linterna es un milagro para un aborigen de las selvas.
—Tienes razón. ¿Crees tú que algún día podremos tener aquí en la Tierra inventos como el tuyo?
Se puso serio por vez primera. Me dirigió una mirada que denotaba cierta tristeza y dijo:
No lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes? ¡Tú lo sabes todo!
—No todo. El futuro no lo conoce nadie, afortunadamente.
—¿Por qué dices <<afortunadamente>>?
—Imagínate, la vida no tendría ningún sentido si se conociera el futuro. ¿Te gustaría saber de antemano el resultado del partido que estás viendo?
—No, se perdería toda la emoción -respondí.
—¿Te gusta escuchar un chiste que ya conoces?
—Tampoco, eso me aburre.
—¿Te gustaría saber qué regalo vas a recibir para tu cumpleaños?
—Eso menos todavía, se pierde la sorpresa.
Me parecía ameno su modo de enseñar, con ejemplos claros.
—La vida perdería todo su sentido si se conociera el futuro. Uno puede solamente calcular posibilidades.
—¿Cómo es eso?
—Por ejemplo, calcular las posibilidades o probabilidades que tiene la Tierra de salvarse...
—¡Salvarse!... ¿Tan en peligro estamos?
—Recuerda la contaminación, el efecto invernadero, las nuevas epidemias, el clima (que se volvió loco), el terrorismo, las guerras, las bombas...
—¿O sea, que podemos desaparecer, como sucedió en los mundos de los malvados?
—Hay muchos posibilidades. La relación entre ciencia y solidaridad en tu planeta está tremendamente inclinada hacia el lado de la ciencia, de la tecnología, olvidando el corazón, el bienestar y la felicidad de la gente y de las demás criaturas, de la naturaleza entera.
—¿Y eso es muy peligroso?
—¡Por supuesto! Muchas civilizaciones como está se han perdido por ese mismo motivo. Ustedes están en un punto crítico de su evolución; son momentos delicados, peligrosos.
Me asusté. Yo no había pensado seriamente en la posibilidad de una guerra mundial, de una amenaza planetaria por parte del terrorismo o de una catástrofe ecológica. Me quedé largo rato meditando. De pronto se me ocurrió una idea fantástica, capaz de solucionar todos los males de este mundo:
—¡Hagan algo ustedes! -dije entusiasmado.
—¿Algo como qué?
—¡No sé, bajar mil naves y decirles a los presidentes que no hagan la guerra y no contaminen, algo sí!
Ami sonrió.
—Imposible.
—¿Por qué?
—Tenemos varias razones para no interferir en la evolución de este mundo o de cualquier otro.
—Dime una al menos.
—Bien. UNA: si hiciéramos algo como eso, en primer lugar habría mucho terror, infartos, paranoia colectiva, por culpa justamente de esas películas de invasores que nos pintan como si fuésemos unos sapos horribles y malvados, y nosotros no tenemos corazones de piedra, no podemos provocar algo semejante.
—Bah... No creo que sea para tanto, ya la gente está parada. Pienso que si deciden bajar en un parque de cualquier ciudad y emiten una declaración amistosa...
—Bien, es verdad que debido a todo lo que hemos trabajado para ir facilitando un acercamiento, ya no sería tan grave, pero igual no podemos hacerlo porque todavía existen millones de personas que serían presa del pánico. Además, en esa declaración amistosa tendríamos que decirles que no somos partidos de las armas, y, DOS: si les dijésemos por ejemplo: <<Transformen sus armas en instrumentos de trabajo>>, pensarían que es un plan extraterrestre para debilitarlos y luego dominar el planeta.
—Creo que... que sí.
—Y supongamos que lleguen a comprender que somos inofensivos, de todos modos no soltarían las armas.
—¿Por qué?
—Porque tendrían temor de los otros países. ¿Quién va a desarmarse primero?
—¡Primero tienen que tener confianza!
—Quienes dirigen las naciones de este mundo no pueden tener demasiada confianza en los demás gobernantes, y con razón, porque algunos no son fraternales ni honestos y tienen ganas de dominar todo lo que puedan, así que, TRES: si nosotros colaboramos en el desarme de un país, podríamos estar metiendo la pata a fondo, dejándolo a merced de vecinos poco fraternales. Mejor no meterse en eso, ¿no te parece?
Yo estaba realmente intranquilo. Seguí buscando una solución para evitar la guerra y salvar a la humanidad...
Después de mucho pensar, lo único que se me ocurrió fue que los extraterrestres podrían por la fuerza tomar el poder en la Tierra, destruir las bombas y las fábricas que contaminan y obligarnos a vivir en paz. Se lo dije.
Cuando terminó de reír aseguró que yo no podía dejar de ser terrícola para pensar, y que todavía tenía ganas de sepultar vivos a todos los malvados del mundo, igual que en mis fantasías infantiles.
—<<Por la fuerza, destruir, obligar>>, todo eso es prehistoria para nosotros. La libertad humana es algo sagrado, tanto la nuestra como la ajena, cada persona es valiosa y su voluntad es respetada; hacer otra cosa sería violencia, palabra que proviene de <<violar>>, lo cual es algo completamente opuesto a nuestro espíritu.
—¿Entonces ustedes no hacen la guerr...?
Todavía no terminaba de hacer esa pregunta cuando me sentí tonto por haberla hecho. Me miró con cariño y, poniéndome la mano sobre el hombro, dijo:
—Nosotros no podemos hacer ninguna guerra, Pedro.
—¿No?... ¿Por qué?
—Porque amamos.
—No comprendo... ¿A quién aman?
—A todos, a todo, a la gente, a la naturaleza, a los animales, a la vida. Quien ama no puede hacer daño a aquello que ama, así que olvídate de guerras o inversiones de parte nuestra. Nosotros no estamos aquí para destruir ni para hacer sufrir a nadie, sino para construir y ayudar.
Me sorprendió mucho su respuesta; esa gente era increíble de buena. Él se puso a reír al percibir lo que yo pensaba.
—No somos buenos, sino normales; los que no son tan normales son los de por aquí...
—¿Nosotros? ¿Por qué?
—Porque están un poco locos, claro; no viven de acuerdo con las leyes naturales, que son un reflejo de la Voluntad de quien inventó todo esto. ¿Has visto alguna otra especie, aparte de la humana, que se dedique a hacer guerras contra otros de su misma especie?
Luego de pensar un poco dije que no.
—¿Ves? Eso es locura, igual que dañar a la naturaleza, cosa que tampoco ninguna otra criatura hace; pero a ustedes les parece normal porque no viven según las leyes universales o naturales. Algunos tan locos están que ni siquiera creen que existe una inteligencia y un propósito preciso detrás del Universo.
Supe que hablaba de Dios, y yo era creyente... bueno, un poco; pero me habían enseñado a tener más miedo que otra cosa; además, últimamente estaba dudando, estaba llegando a pensar que sólo los religiosos creían en Dios, y también la gente sin mucha cultura, porque tengo un tío que es físico nuclear de la universidad y dice que <<a Dios lo mató el intelecto>>.
—Tu tío es un tonto -aseguró Ami sonriendo, después de percibir mis pensamientos.
—No me parece; está considerado como uno de los hombres más inteligentes del país.
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Ami el niño de las estrellas
Ciencia FicciónPedro, un niño de diez años, pasa sus vacaciones de verano en un pueblo costero. Una noche, en la playa, traba amistad con un niño extraterrestre llamado Ami. Junto a su nuevo amigo, vivirá una serie de experiencias insólitas y sorprendentes: recibi...