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—¿Esto era lo que me querías mostrar? —exclamó sorprendida y maravillada.

Después de que Zeke se fuera, Levi comenzó a guiarla hasta que se alejaron del bullicio del hotel, caminaron un rato en la franja de arena hasta que se toparon con algunas rocas que obstruían el paso, Hange se extrañó de que Levi la hubiera llevado a ese sitio, era verdad que la vista era bonita pero, ¿qué de interesante tenían las rocas que obstruían su visión? Hange miró que Levi subía sobre las rocas, extendiéndole la mano gentilmente

—Confía en mí —murmuró él.

Hange asintió con la cabeza frenéticamente. Se sentía como una adolescente escapando de un día de clases para darse una vuelta en la playa.

Levi sujetó fuerte la mano de la mujer, era la primera vez en seis meses que sentía su tacto, su agarre firme le daba a entender que confiaba en él. Se sintió emocionado.

Con sumo cuidado la guio por las rocas, que conforme avanzaban, se divisaba que era un acantilado, al llegar a la cima, que aunque no era muy alta, sí era un peligro, por lo cual Levi la detuvo cuando ella quiso asomarse hacia abajo.*

–No lo hagas, es peligroso.

—¡Es que es bellísimo! —exclamó ella con las manos en su cabeza, mirando con emoción la pequeña playa con arena dorada y agua cristalina algunos metros abajo.

—Solo ten cuidado, por favor.

—No te preocupes, no sufro de vértigo si es lo que te preocupa —Hange se recostó sobre el suelo rocoso mientras sujetaba su sombrero, pues de pronto una ráfaga de aire luchó por arrebatárselo.

—Eso es bueno.

—¿Cómo descubriste este lugar? —ella giró su rostro para mirarlo.

—Por nada en especial, solo caminé sin rumbo y llegué aquí. ¿Quieres bajar? —miró hacia el frente y señaló el mar con su barbilla.

—¿De verdad podemos?

—Sí, vamos.

Hange estaba maravillada, tomó la mano de Levi sin que él se lo pidiera y bajaron con cuidado y lentamente entre las rocas, rodeando el acantilado, al término de este estaba el acceso a la playa, en menos de cinco minutos llegaron a la orilla del mar, ella se descalzó a prisa y dejó las sandalias sin importarle dónde y corrió en la arena, miró hacia atrás y observó que Levi la miraba fijamente ahí de pie.

Por su parte, el hombre estaba maravillado, ver a Hange era como mirar a una niña pequeña conociendo por primera vez el mar. Jugaba en la orilla tratando de alzar su vestido, evitando que este se mojara al tiempo que batallaba con el sombrero que no quería quedarse fijo en su cabeza.

Levi señaló hacia el sombrero y extendió la mano para que Hange se lo diera, pero ella solo sonrió y con rapidez amarró los listones del sombrero bajo su barbilla para que no lo volara el viento.

El hombre sintió que su corazón vibraba y se emocionaba al ver esa enorme sonrisa de la mujer disfrutando del sol y el mar. Era un sentimiento que creía extinto o si bien no apagado del todo, pensó que nunca volvería a sentir eso en su ser. Era una energía que lo revitalizaba desde el interior.

Introdujo ambas manos en los bolsillos de sus pantalones mientras se dedicaba a observar en mayor detalle a Hange. No podía creer que en solo unos cuantos meses esa mujer llegara a poner de cabeza la soledad de su corazón, despertándolo a través de su escandalosa risa. Pero aún seguía con un temor que no quería irse y se había apoderado de él férreamente.

El temor que ella así como llegó, se fuera. No, no la amaba o sentía esas cosas que sentían los adolescentes, era algo más fuerte, profundo, muy dentro de su alma, y que su estómago también lo resentía dándole una sensación de agradable cosquilleo y estremecimiento.

Despertando al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora