Hace mucho tiempo que conozco a una mujer, quizá esa mujer fue el amor de mi vida, fue una mujer muy importante para mí, fue mi todo en su momento.
Le di mi ser sin pedir nada a cambio, todo fue lindo, todo fue mágico.
No siempre teníamos oportunidades de vernos, ya que ella siempre fue ocupada, su sentir hacia mi era grande, pero el de hacia su novio lo era más, jamás me di cuenta de eso, seguimos y seguimos, creando momentos genial, mentiras creíbles, besos escondidos, sueños que jamás iban a suceder, creando un mundo donde solo podíamos ser ella y yo durante unos minutos.
Al pasar los ciclos escolares llegaríamos a un momento dónde ambos agarraríamos rumbos diferentes, ella con su hijo y su pareja, y yo con la mía, sin saber que ella pensaba tanto en mi como yo ella.
Pasaban los meses, incluso pasaron años.
Hasta que un día me dispuse a llamarle, cómo era de esperarse no contestó, pero minutos después recibí un mensaje de un amigo, dándome todos los datos para poder verla, sin imaginar que al día siguiente por fin estaría con ella.
Llegué, di las buenas tardes y se lanzó a mis brazos, simplemente no quería soltarla, quería quedarme ahí con ella, escuchar su voz nuevamente fue como sentir que mi alma regresaba a mi cuerpo, sentí como si regresará al pasado, justo en el momento dónde era feliz.
Platicamos, bromeamos e hicimos preguntas el cual enfocaban una sola cosa, ¿Sigues sintiendo algo por mi?, Creo que esa pregunta estaba más que clara, estaba aún mas enamorado de ella, paso el tiempo y teníamos que irnos, nos despedimos e intentamos frecuentarnos, era tan lindo ver cómo ella hacia cosas por estar conmigo, sentir como una simple salida a comer tacos era lo mejor que uno podía hacer en el día, cómo su lugar de trabajo era el mejor lugar para charlar, cómo mi perfume solía ser su mejor loción, cuando uno se enamora ve cosas tan maravillosas en cosas tan insignificantes.
Te das cuenta que no quieres castillos ni riquezas.
Sin embargo, el único Castillo que yo quiero tener, es el de su apellido.