f o u r

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El beso era suave pero a la vez intenso, estaba lleno de sentimiento al igual que deseo. Poco a poco fueron subiendo el ritmo, dejando unir sus lenguas en un lento baile, mientras que las manos del doctor fueron recorriendo delicadamente la espalda de horacio hasta llegar a esa zona que tanto le gustaba, su trasero. Acto que hizo reaccionar a Horacio de manera lujuriosa, colocándose encima de él para que el tacto sea mejor.

— Y-yo —Sus mejillas se coloraron más al sentir a horacio sobre él, se puso nervioso cosa que notó el otro.

— Uis, El doctor se ve tan tierno así de nervioso —Dijo con una mirada pícara

— Te tengo un regalo —lo miro con picardía.

— Ehh... gracias, ¿Qué es? — Preguntó con tono de curiosidad.

—Necesito que cierres los ojos, por favor. Es sorpresa —Se levanto de él, alejándose un poco.

— Claro, ¿Me das alguna pista de lo que es? Me gustan los regalos, y más si son sorpresa y uffff muchísimo más si son de la persona que amo — Dijo con una sonrisa mientras se tapaba los ojos con su mano.

— Es... rosa — Respondió con timidez.

_ Bueno, una mascota  no es - Soltó un pequeña risa la cual hizo embobar a horacio, "¿Hay algo más perfecto que él? Claro que no" pensó.

Se bajo los shorts delicadamente, el ligero sonido del short al caer al piso, capto la atención claudio. El cual pensó que su regalo no iba a ser una mascota, sino tal vez ropa, lo que de alguna manera lo entusiasmó ya que le encantaba el gusto de moda que tenía horacio.

Procedió a levantar sus codos y sacarse el suéter holgado que llevaba, dejando lucir la bella lencería que adornaba y tapaba su marcado cuerpo. Sus mejillas se ruborizaron fuertemente. Se acomodó un poco su cabello junto a los ligues que le aprentaban un poco los muslos, suspiró.

Se acercó a lentamente, quedando frente a él. El cuál levantó  su cabeza al sentir su presencia.

—¿Ya puedo ver?—

Se sentó otra vez en su regazo, colocando cada muslo alrededor de él. A lo cuál Claudio se tensó.

—Si—

Aparto sus manos lentamente y abrió sus ojos. Sintió como su cara se tornaba roja por tal escena. Tener a su amado sobre él, con una lencería que, secretamente, era unos de sus deseos que se proyectaban en sus sueños más íntimos. Hizo que perdiera el razonamiento de la situación y se concentrará en lo bien que le encajaba tal vestimenta. En lo bien que marcaba su cuerpo y definía esa cintura que lo volvía loco, en esos apetitosos muslos que lo rodeaban, si así se veía por delante ¿Cómo se vería por atrás? De tan solo imaginarlo, su sangre se calentaba más. Unas de las cosas que al doctor le atrajo del físico de su nene, era su trasero. ¿Y a quién no? Tenía un cuerpo divino.

Horacio al no tener respuestas de Claudio, se moría de vergüenza por dentro pensando en lo peor, que había logrado asquearlo.

— Yo...— desvio la mirada, se notaba avergonzado —Si no te gusta, puedes decirmelo, no tengo ningún problema — Se intentó levantar pero las manos de claudio  sobre el lo impidieron.

—No no no —Negó rápidamente con su cabeza —Para nada. Al contrario — Lo tomo de su mentón suavemente haciendo que sus miradas se encontraran nuevamente — Me gusta.

— ¿Te gusta?— Pregunto con brillito en sus ojos.

— Hombre, Claro, Si te ves hermoso —Le regalo una sonrisa a su amado — Aunque siempre lo estás.

Horacio sonrió ante el comentario, todos sus miedos se fueron a la verga. Ahora se sentía toda una perra empoderada.



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Lencería - MuertacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora