3. Electricidad

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Electricidad

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Y ahora el sueño se escabulle cuando llegas a mi mente.

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Sinceramente, para este punto era algo molesto.

Astrid había pasado gran parte de la noche medio escuchando a Ruffnut alabar a este nuevo y salvaje tipo llamado Eret —una parte de ella irritada y la otra, casi trataba de concentrarse—. Las voces se mezclaban con la música country, la peste a sudor y el sabor de las bebidas para adultos que ellos no deberían estar consumiendo, pero que, de todas formas, consumían. Casa libre de padres siempre terminaba igual. Sin embargo, ese no era exactamente el problema.

—Es todo un papasito, tiene estos músculos que... ¡Aaahg! —Ruffnut dejó caer la cabeza sobre el respaldo del sofá, actuando como una niña berrinchuda y viéndose igual a una e inmediatamente Astrid tuvo que morderse la lengua para evitar el comentario agrio que amenazaba con escapar de su boca.

No, ese tampoco resultaba el problema, aunque bien podría convertirse en uno si Ruffnut seguía parloteando así.

Dio un largo trago a su bebida, el sabor a fresa artificial llenó su paladar y le dio una excusa para cerrar los ojos. Ahora Taylor Swift estaba al mando del reproductor, y por los gritos a su derecha, era más que evidente que los chicos habían iniciado otra partida de vencidas. Astrid sabía que sería incapaz de mantener su concentración en ello por mucho más tiempo, pero lo intentó. Respiró profundo, volvió a abrir los ojos y... y... Cayó en la cuenta de que no sirvió de nada. Pronto su mirada estuvo de nuevo sobre el problema.

Su problema.

Este era castaño, pecoso y tenía una camiseta negra que ella no había visto antes de esa noche.

Hiccup.

Él sólo estaba hablando casualmente con Fishlegs al otro lado de la sala, y Astrid estaba segura de que la conversación era tan geek como siempre lo era —gamers y teorías del UCM saltaban a su mente—, pero ella no podía apartarlo. Había notado algo diferente en los últimos días. Algo más.

Astrid no adivinaba el qué, pero fuera lo que fuese, la hacía sentir desprevenida, como recibir un ataque sorpresa durante un combate de prueba -un golpe tras otro sobre su pecho, molesto y frustrante.

Era imposible dejar pasar algunos detalles.

Hiccup había sido su mejor amigo desde que Astrid tenía memoria, estaba acostumbrada a sus mejillas pecosas e infladas, a su cabello de hongo, a confort, comodidad, pizza y un lugar seguro. No estuvo preparada cuando todo esto pasó. Él ya no era el mismo, esa parecía ser una de las piezas sueltas en el enorme rompecabezas alrededor de sí. Había dado un estirón de repente, todavía no era fuerte, más bien flacucho, pero simplemente ya no podía ser considerado enano. El tiempo en el taller de Gobber obligaron a su piel a colorear, incluso lo veía sonreír bastante más a menudo que antes.

No parecía el niño tierno que rescató a aquella avecilla de las garras de los bravucones en el jardín de niños.

Constantemente, Astrid tenía esas cosas revoloteando en su cabeza. Estuviera cerca de él o no.

En alguna de sus divagaciones, había logrado dividir a un Hiccup del otro, como si esos dos últimos años fueran una trecha insalvable. Si hacía una lista de las cosas que conservaba este Hiccup del anterior, no sabría que decir después del cinco.

Aquí entre nos || Hiccstrid [Serie de drabbles] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora