Una sensación desconocida invadió a Umiko cuando, siendo apenas una niña, murió con sus compañeros en un trágico accidente de avión. Sin recordar los acontecimientos posteriores, se encontró repentinamente en medio de un inmenso bosque, desesperada...
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En la vida de cada individuo siempre existe una rutina arraigada, conformada por una serie de actividades y hábitos que se realizan de manera constante, llevando a las personas a seguir un patrón establecido de acciones. Este patrón no era una excepción en la vida de Umiko, en donde cada mañana, su despertar era anunciado por el bullicio de las calles, como si la ciudad misma funcionara como una alarma natural. Incluso en aquellos días en los que su sueño se volvía profundo, su madre intervenía, irrumpiendo en su habitación para sacudirla y asegurarse de que no llegara tarde a la escuela, pero esta vez todo fue diferente.
Cuando ella decidió abrir los ojos se encontró con un paisaje que le resultaba completamente desconocido, su cabeza palpitaba como un tambor y luchaba por incorporarse, mientras un dolor punzante parecía atravesarla. Tras un esfuerzo, finalmente logró ponerse de pie y comenzó a explorar su entorno con la mirada, sin embargo en todas las direcciones sólo podía encontrar árboles, arbustos e insectos, acompañados de una espesa niebla que se cernía sobre el lugar.
Umiko permaneció en estado de shock durante varios segundos antes de que algunas lágrimas comenzaran a caer por su rostro. Desesperadamente, trató de calentarse un poco abrazando sus propios brazos, pero la sensación de inseguridad la abrumaba, sobre todo al darse cuenta de que no había nadie más a su alrededor.
Después de haberse desahogado y secado sus lágrimas, decidió dar algunos pasos hacia adelante en busca de ayuda, mientras caminaba las hojas secas del suelo crujían bajo sus pies y ella permanecía alerta, prestando atención a cualquier sonido que pudiera indicar la presencia de alguien más.
Al recordar lo último que había hecho ese día, Umiko estaba segura que había abordado un avión junto a sus compañeros y amigos que estaban en camino a un viaje recreativo en dirección a Hokkaido, no aún bosque.
Incluso podría haber pensado que estaba dormida y en realidad todo lo que estaba pasando en ese momento era un sueño producto de su imaginación, pero el paisaje y el frío que sentía en su cuerpo, descartaron esa posibilidad.. Aun así, seguía sin entender cómo había llegado allí y por qué estaba completamente sola.
-(¿Qué hago?) - eso era lo que constantemente se estaba preguntando a sí misma y en un momento de descuido inevitablemente sus pies se estrellaron con una roca haciéndola tropezar y dejando caer una botella de agua que llevaba en el portabotellas de su bolso.
En ese instante su atención se enfocó en el bolso que colgaba en su espalda y de inmediato comenzó a revisar su contenido, descubriendo con sorpresa que había objetos y alimentos que no recordaba haber empacado. Su abuela y ella habían planificado minuciosamente qué llevarían para este viaje, por lo que la aparición de bolas de arroz envueltas en hojas la desconcertó por completo.
Sin embargo decidió no prestarle tanta atención cuando se encontró con su teléfono celular que parecía como una luz de esperanza, para poder comunicarse con sus abuelos, por lo que marcó su número con las manos temblorosas y esperó ansiosamente que alguien contestara.
