Capítulo IV -Un encuentro desagradable

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Disclaimer:

Los personajes no me pertenecen Candy Candy es propiedad de Kyoko Misuky y la mangaka Yumiko Igarashi; sin embargo la historia que les comparto si es de mi completa autoría y no tiene fines de lucro.



—Terry, ¿Qué crees que pase si nos buscan en nuestras habitaciones? No creo que esté bien que hagamos esto tan seguido —menciono mientras caminamos rumbo al muro del ala oeste, ese que tiene algunos ladrillos sueltos, lugar por donde solemos salir para escaparnos a la ciudad.

—Tranquila pecosa miedosa, no pasará nada. Haremos el recorrido directo a una tienda de disfraces y volveremos tan pronto que ni sentirás que hemos salido. —Cada vez me gusta más embromar a Candy, hace unas muecas muy graciosas y sus ojos brillan con más viveza cuando se molesta.

—¡Terry! Ya te he dicho que no me gusta que me digas así, si sigues con eso daré media vuelta y no volveré a dirigirte la palabra. —Frunzo el entrecejo y él me mira conteniendo una carcajada, sé que sabe que bromeo, pero de alguna forma esto se ha convertido en una forma de juego, algo tonto pero que ambos disfrutamos.

—Está bien señorita Candice White Andley, no prometo no volver a hacerlo, pero intentaré comportarme en esta salida. —Es verdad, no le haré promesas que sé que no voy a cumplir, me encanta verla relajada con mis bromas, aunque ella quiera aparentar molestia.

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Hemos salido del Colegio y nos dirigimos a Picadilly Street a una tienda bastante distinguida y exclusiva. Sé exactamente que disfraces quiero que usemos Candy y yo en el festival, solo espero que ella esté de acuerdo.

El carruaje se detiene donde le he indicado, bajo en primer lugar y tomo la mano de Candy para ayudarla a descender. Quisiera sostener su mano y caminar así sin importar el que dirán, pero sé que sería terrible para la reputación de ella, así que resignado, suelto lentamente su mano.

Nos dirigimos a la tienda que he elegido y entramos; la cara de Candy es simplemente indescriptible, veo como sus ojos observan todo con gran curiosidad conteniéndose de reír y correr a probarse cada disfraz que está a su alcance.

—Terry esto es magnífico, esto es el paraíso de los disfraces —digo en un tono bajo, intentando contener mi entusiasmo.

—¿Y que esperamos, pecosa?, vamos a buscar nuestros trajes —respondo algo contagiado por su alegría, y es tanta su emoción que ni siquiera ha notado que le he llamado pecosa nuevamente. Sonrío por esa pequeña travesura. Estar con ella hace cada momento especial.

—Vamos, me encanta este lugar, yo quiero un vestido ancho y una peluca junto con un antifaz, será tan divertido asistir al festival sin que nadie sepa que somos nosotros.

—Mmm, se me ocurre algo Candy ¿Qué te parece si nos disfrazamos como Romeo y Julieta?, ¿Sabes?, Siempre me han gustado las obras de Shakespeare, ¿qué dices?

—Oh Terry ¡Qué gran sorpresa! Me encanta la idea, yo creo que serás un Romeo muy buen mozo —las palabras salen de mi boca sin pensar y al instante siento mi cara enrojecer.

—Yo pienso que tú serás una bella Julieta, Candy, aunque... no recuerdo que la original tuviera pecas. —menciono colocando mi dedo sobre la barbilla en un gesto pensativo.

—¡Terry!, lo prometiste así que compórtate. —Le reprocho entre dientes. ¿Quién se ha creído este mocoso engreído?, por lo menos no ha hecho burla de mis palabras, o tal vez no me escucho. Eso espero.

Recorremos el lugar con la idea fija de los disfraces que queremos, Candy se prueba varios hasta que al final se decide por uno en color rojo italiano y una peluca pelirroja en forma de trenza. Yo he escogido un traje en color negro de la época, con botas largas por debajo de las rodillas. Nuestros antifaces son del mismo color que los disfraces, con la diferencia que el de Candy tiene piedras en colores y el mío esta solo adornado con hilo dorado en los contornos.

A mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora