1 de agosto de 2003

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«Estoy seguro de que no existe un olvido total: las huellas, una vez impresas en el alma, son indestructibles.» Thomas de Quincey


Las elevadas temperaturas y un día extremadamente soleado no representan un impedimento para que el grupo de amigos viaje, una vez más, al lugar donde todas sus aventuras empezaron.

Cuatro años atrás, en esa misma montaña, siete niños fueron trasportados en contra de su voluntad a un mundo completamente distinto al suyo.

Hoy, Tai, Matt, Sora, Izzy, Jō, T-K, Kari, Yolei, Cody y Ken, junto con sus respectivos compañeros digimon, están desperdigando sus mochilas por el suelo, listos para ponerse a armar las carpas donde pasarán la noche.

Un nuevo campamento, justo donde todo comenzó.

Mimi y Davis están en Estados Unidos con Wallace y Michael.

Davis viajó el día 21 de julio y permanece con los otros Elegidos desde entonces, sin una fecha prevista de regreso. Según les comentó Mimi, necesita estar lejos de los demás por un tiempo para pensar algunas cosas y replantearse sus metas; Takeru y Hikari saben que es por lo del último día de clases, pero prefieren guardar silencio por respeto al chico.


—Bueno, ustedes vayan a buscar ramas y esas cosas para prender el fuego —les indica Tai a Cody y Ken con un gesto de la mano, solo porque son los primeros a los que ve cerca suyo haciendo nada importante —. T-K, ¿por qué no vas a buscar agua al río? —y sin esperar respuesta por parte del rubio, le pone entre las manos una olla gigantesca que llevó Sora.

Hikari, que está armando las tiendas con Yolei y Matt, mira seriamente a su hermano que reparte órdenes a diestra y siniestra a cualquiera que se cruza, mientras él se queda comprobando la firmeza de las estacas dándoles pataditas y negando o asintiendo gravemente con la cabeza.

Izzy, como de costumbre, está pegado a su laptop, ajeno a todo lo que ocurre a su alrededor. Comenzó diciendo que sería solo con fines instructivos para saber cuál era el mejor tipo de terreno para instarse y luego buscó cómo armar las carpas, pero parece que ser que halló algo mucho más entretenido que pasar el momento con sus amigos y desde entonces no han podido separarlo de la pantalla.

Jō busca frutos secos comestibles comparándolos con uno de sus libros de texto: tomó de la biblioteca un par de revistas y libros titulados «Recetas salvajes: aprende a cocinar con los elementos de la naturaleza», «Los sabores del bosque», «Acampando con principiantes», además de una pila de libros de estudio para adelantar las clases del siguiente ciclo.

—¿Cómo se supone que voy a diferenciar los caquis de los tomates inmaduros? —grita en ese momento, moviendo de un lado a otro una hoja en particular de uno de los libros.

—Sí sabe que nos quedamos solo una noche, ¿no? Y que trajimos comida suficiente... —pregunta Yamato quitándose los anteojos de sol para secarse mejor el sudor de la frente.

Tai se encoge de hombros.

Gatomon y Gomamon van con Kido antes de que el castaño les delegue también alguna tarea.

—Prefiero que vaya a buscar frutas a que presagie una mordedura de víbora cada veinte segundos.

Después de almorzar deciden recorrer el lugar, ya que ni Hikari, ni Ken, ni Yolei, ni Cody conocen la montaña y los alrededores.

Eventualmente, después de subir una escalera que resulta bastante más corta de lo que recordaban, llegan a la cabaña donde los primeros Elegidos se habían refugiado de la nevada cuatro años atrás y donde recibieron sus digivices. En ese momento, cada uno de los primeros viajeros mira su dispositivo con cierta nostalgia y sonríen con una sensación extraña en el estómago. La última vez que la mayoría estuvo allí fue para derrotar a BelialVamdemon, con los nuevos Niños Elegidos que habían sido, a la vez, víctimas de las semillas de la maldad.

La eterna lucha entre la luz y la oscuridad: ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora