Capítulo 2

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Jem habló. Habló de los días oscuros en Idris, del ejército de Sebastian Morgenstern, de Cazadores Oscuros, de Jace Herondale y Clary Fairchild, los niños de los Lightwood y su peligroso viaje a Edom.

–He oído hablar de Edom –dijo ella, su voz amortiguada. –Se habla de eso en el Laberinto de Espiral, dónde buscan las historias de todos los mundos. Un lugar dónde los nefilim fueron destruidos. Una tierra perdida.

–Sí, –dijo Jem, un poco ausente. No podía verla a través de la pantalla, pero pudo ver la forma de su cuerpo, y de alguna manera, eso era peor. –Tierra perdida ardiendo. Muy… caliente.

Había tenido miedo que los Hermanos Silenciosos le hubieran quitado el deseo: que pudiera mirar a Tessa y sentir amor platónico pero no ser capaz de querer, pero lo contrario era verdad. No podía parar de querer. Él quería, pensó, más de lo que nunca había querido en su vida.

Ella estaba claramente cambiándose la ropa. Miró hacia abajo apresuradamente cuando ella empezó a moverse para quitarse los vaqueros, pero no era como si él podía olvidarse de la imagen, la silueta de ella, pelo largo y piernas largas y adorables, siempre había adorado sus piernas.

Seguramente había sentido esto antes, cuando había sido chico. Recordaba la noche en la habitación cuando ella le paró al destrozar su violín, y él quería entonces, lo quería tanto que no lo pensó en absoluto cuando colapsaron en la cama.

Le hubiera quitado la inocencia entonces, y habría dado la suya, sin pausa, sin pensar ni un momento en el futuro. Si no hubieran golpeado su caja de yin fen. Sí. Eso lo trajo de vuelta, y cuando ella se había ido, rompió las hojas a tiras con sus dedos de la frustración.

A lo mejor era solo recordar el deseo que palidecía en comparación con el sentimiento en sí mismo. O a lo mejor se había quedado parado en ese momento, débil. Se había estado muriendo, después de todo, y seguramente su cuerpo no podría haber sufrido eso.

–Un Fairchild y un Herondale. –dijo ella. –Bueno, me gusta eso. Los Fairchilds siempre han sido prácticos y los Herondales... bueno, ya sabes. –sonó cariñosa, divertida. –A lo mejor hace que asiente la cabeza. Y no me digas que no lo necesita.

Jem pensó en Jace Herondale. Con su parecido con Will si alguien hubiera encendido una cerilla y hubiera tostado a Will a fuero vivo. –No estoy seguro que se pueda asentar a un Herondale, y ciertamente no a este.

–¿La quiere? ¿A la chica Fairchild?

–Nunca he visto a nadie tan enamorado, excepto por… –su voz se rompió, cuando ella salió de detrás de la pantalla, y ahora entendió qué le llevó tanto rato.

Llevaba un vestido de seda color orquídea, el tipo de vestido que podría haber llevado a cenar cuando habían estado  comprometidos. Se recortaba con cuerdas de terciopelo blanco, la campana de la falda a lo largo, ¿llevaba puestos miriñaques?

Su boca se abrió. No pudo hacer nada. La había encontrado hermosa a pesar de los cambios de edad de los siglos.

Hermosa en un corte de ropa cuidadoso en los años de guerra, cuando las fábricas estaban racionadas. Hermosa en los elegantes vestidos de los cincuenta y sesenta. Hermosa en faldas cortas y botas así como el siglo acababa.

Pero eso era cómo se veían las chicas cuando se empezó a fijar en ellas por primera vez, las encontró por primera vez fascinantes y no molestas, por primera vez la línea grácil del cuello o el color pálido dentro de la muñeca femenina.

Esta era la Tessa que le había cortado y atravesado con amor y lujuria mezclada. Un ángel carnal con un corsé trazando su cuerpo como a un reloj de arena, subiendo sus senos, conformando la flama de sus caderas.

Después del Puente [Jem y Tessa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora