Capítulo 4

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Jem tenía la sensación de que luego le picarían las manos, pero en ese momento no podía sentir nada más que a Tessa. Ella estaba sentada a horcajadas suya, sus ojos eran intensos, su pelo caía sobre sus hombros y sus pechos desnudos. Parecía la Venus emergiendo del las olas, con solo el medallón para cubrirla, brillando contra su piel.

-Creo -ella dijo, su voz sonó alta y entrecortada. -que necesito que me beses ahora.

Alzó las manos para atraerla hacia abajo, cogiéndola de sus delgados hombros. Le dio la vuelta para quedar encima de ella, balanceándose sobre sus codos, teniendo cuidado con su peso. Pero a ella parecía no importarle. Ella se acomodó debajo de él, curvando su cuerpo para encajarlo con el suyo. La suavidad de sus pechos presionados sobre el suyo y el hueco de sus caderas lo rodeaba y los dedos desnudos de los pies recorrían sus vaqueros.

Hizo un oscuro sonido de necesidad proveniente de la parte baja de su garganta, un sonido que él casi ni se dio cuenta de había hecho. Un sonido que hizo que las pupilas de Tessa se dilataran, que su respiración se acelerara.

-Jem, -dijo ella. -por favor, Jem.

Y ella giró la cabeza hacia un lado, almohadillando la mejilla en su cabello suelto.

Se inclinó sobre ella. Esto es lo máximo que habían hecho juntos, antes. Lo máximo que él recordaba. Que a ella le gustaba que la besaran debajo de la garganta, que si seguía la forma de su clavícula con su boca ella gemiría y hundiría sus manos en su espalda. Y si se había sentido aterrorizado de lo que vendría después... de no saber qué hacer, o como complacerla... se había desvanecido en el arrebato de su capacidad de respuesta. Sus gritos suaves mientras él recorría sus piernas con sus manos y besaba su pecho y su estomago.

-Mi Jem. -susurro ella y él la besó. -James Carstairs. Ke Jian Ming.

Nadie lo había llamado por su nombre completo en casi un siglo. Era tan íntimo como el tacto.

No estaba seguro de cómo se habían sacado el resto de la ropa, solo que de alguna manera estaban tumbados sobre los restos destrozados de sus enaguas y el vestido de seda. Tessa no era gentil y dócil debajo de él como lo había imaginado hacia tiempo, sino receptiva y exigente, levantando la cabeza para que la besara una y otra vez, pasando sus manos por todo su cuerpo, cada tacto de sus dedos encendiendo chispas en sus terminaciones nerviosas, las cuales él pensaba que ya no existían.

Era mucho mejor que lo que había imaginado. Estaba rodeado de ella, su olor a jabón de agua de rosas, su piel sedosa y su confianza implícita. No era solo que ella confiara en que él no la lastimaría. Era más que eso.

Ella confiaba en que su inexperiencia no importaba, que nada importaba excepto de que eran ellos dos y que siempre habían buscado hacer al otro feliz. Cuando él titubeaba y decía.

-Tessa, no sé cómo... -ella susurraba contra su boca y ponía sus manos donde deberían ir.

Como si le estuviera enseñando, pero de la manera más gentil y mejor. Nunca se hubiera imaginado eso, que sus respuestas se vieran reflejadas, que el placer de ella magnificaría el suyo propio. Que cuando él deslizara su mano por sus piernas ella las envolvería alrededor de su cintura por su voluntad propia.

Que cada pensamiento se escapara de su cabeza excepto el de la sensación debajo de él y alrededor de él mientras ella lo guiaba hacia donde él necesitaba ponerse.

Se oyó a si mismo gemir como si a la distancia, mientras se hundía en ella.

-Tessa. -él apretó sus hombros como si pudiera arañar la última pizca de control. -Tessa, Dios mío, Tessa, Tessa.

Después del Puente [Jem y Tessa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora