Matarlos a todos

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Qué soledad ésta la que me embarga en esta habitación tan fría con solo la ventana y mi mar de libros como única compañía. Que nadie sepa que hablo sola, inventando historias imaginarias donde soy grande, tengo muchos amigos, e Isaac sólo vive para mí.

La niña Hanna fue muriendo poco a poco abandonada a su suerte por el padre indolente, éste comenzó a viajar muy a menudo, según él para impulsar económicamente a su empresa que no iba muy bien, a pesar de que Regina con su espectacular talento se esforzaba por mantener en pie, pero no le gustó nada la asiduidad con que el marido viajaba y comenzó a sospechar que le estaba siendo infiel, así que andaba fúrica la mayor parte del tiempo y todo su coraje y frustración lo descargaba en la hijastra, cada vez más escuálida, lúgubre, siempre en las nubes, como soñando, y declinando cada vez más en los estudios.

-Mira Hannita, si tú no quieres estudiar, yo me voy a ahorrar el dinero que gasto en servicio y te vas a dedicar entonces a la limpieza-amenazó Regina con su voz marcada y cantarina.

Con la cara roja, Hanna intentaba sin éxito no soltar gruesos lagrimones de vergüenza mientras su hermanastra reprimía sin éxito la burla.

La burla, la burla está en todas partes, en el colegio todos se burlan, a sus espaldas y de frente, hay mucho odio hacia ella, así lo siente, siente el repudio de sus compañeros y de sus profesores, y no tiene ningún amigo, los niños al verla fingen que se asustan, como si fuera un monstruo, y ya hubo alguno que le ha colocado ese apodo: monstruo.

Los niños son muy creativos a la hora de colocar sobrenombres, se agarran de cualquier detalle, y te bautizan, todos han sido bautizados entre sí, pero el nombre de Hanna se ha olvidado por completo, al pasar la asistencia la llaman por su apellido, Hiedra, y normalmente la llaman mostrico. Así que Hanna los odia a todos y quisiera matarlos uno por uno. En clase, una de esas largas y aburridas clases de la tarde, donde todos los niños permanecen atentos en silencio, escuchando a la profesora de modales y estilo exquisito, Hanna ha echado a volar su imaginación, los ha encerrado a todos en el aula con candado, nadie puede salir, todos lloran y suplican que por favor no los mate, Hanna tiene un arma de fuego y va a acabar con todos, le encanta verlos suplicar, y va a matar a la niña dulce y súper hermosa que tiene tanto éxito en las tareas y es sumamente apreciada por todos, va a asesinar con sus propias manos a la flaca asquerosa, que se la da de sensible, pero que con Hanna se muestra bien fría y distante, y que también se burla, y va a matar a la súper desenfadada que dicen que es su novia y se viste genial, va a matar a la profesora por alcahueta y por permitir que abusen de ella, le dará muchos balazos en su asquerosa cara al que la bautizó, y es un cínico...va a matar a Adriana, la terriblemente bella y snob del salón, su belleza duele en el alma, como mil alfileres, su popularidad y su estilo duelen aún más, ella no es buena estudiante, pero eso no importa, todos la adoran, y no va a dejar vivas ni a Charly ni a Eliana, las que creyó sus amigas. De pronto un día Charly se había unido a hacerle burla, por lo que Hanna le quitó el trato, Eliana permaneció siendo amiga de ambas hasta que se cansó, luego de varios desplantes y mucho desdén, culminó su amistad con Hanna para siempre: -Monstruo! Le gritó con una furia ciega. Bueno, hoy también vas a morir. Eliana y Charly suplican de rodillas por sus vidas, pero Hanna va a acabar con todos, sin piedad.

Al terminar la clase, Hanna ha vuelto a la realidad, y siente un asco profundo hacia su grotesca imaginación, no comprende por qué si eran sus amigas de pronto un día se alejaron y se volvieron en su contra, sin motivo aparente. Por su puesto no prestó atención a la clase, y no sabe que hay examen, no importa, esa asignatura al igual que las otras, está perdida. Le ruega a Dios que la aleje de esos pensamientos pecaminosos, y ese día por la noche rezará un Rosario para que Dios la perdone y la salve de esa infamia, al día siguiente, al ver a todos sus compañeritos siendo tan humanos, se convence que ninguno merece morir.

Tal vez tú sí...

En un grado más avanzado se encuentra Mariam Luna, una hija de la hermana menor de su madre, a ella no le gusta la escuela, le aburre en demasía, quiere estar en su casa durmiendo y haciendo el amor, según sus propias palabras, Hanna se avergüenza ante la falta de pudor de la prima descalabrada, pero se ha convertido en su refugio, y juntas se escapan de clase para ir a su casa, su madre nunca está durante el día ni le importa mucho lo referente a la escuela, trabaja mucho pues tiene que mantenerlas a ella y sus dos hermanas, y ya Mariam está pensando en solucionar esa situación de precariedad en la que se encuentran, por lo que está pensando en abandonar la escuela muy pronto para empezar a ganar dinero, que es finalmente lo que importa, dinero para comer bien, dinero para vestirse bien... dinero para recorrer mundo.

Sus otras dos hermanas, no estudian mucho, van a la escuela y una rinde menos que la otra, no ayudan en nada, no aportan, Mariam no las quiere ni un poquito, y piensa que no ganará dinero para ellas. Por lo que la única solución es irse de casa, y así se lo ha comentado a Hanna que apenas tiene 13 años y se lamenta de no poder acompañarla en sus atractivos planes.

Mariam, quien ya se había acostado con varios, no estaba interesada en eso, le daba un poco de pena y algo de repugnancia, cada vez que la chica de cara chata y redonda suspiraba de repente:

-Ay, quiero hacer el amor...

Tenía una sonrisa sincera y afable, se vestía provocativamente con ropa diminuta siempre enseñando sus espectaculares piernas y el vientre fuerte y plano, ávida del sexo opuesto, siempre jugándose con ellos, persiguiéndolos o siendo perseguida, una ninfómana en proceso.

Con sus escasos 13 años, Hanna se encaprichó obsesivamente como era común en ella, con un jovencito de la escuela llamado Julián, pero a éste le interesaba era la prima insinuante, y ella escuchaba cada día, algo divertida, la tragedia de Hanna por su amor no correspondido, pero no fue capaz de rechazar la invitación del muchacho a su casa, a pesar de que no le interesaba en lo absoluto, solo por el simple placer de saborear el lujo de tener fácilmente lo que Hanna tanto deseaba, pero fue a perder su tiempo:

_Ese Julián es un bobo, me invitó a su casa y yo esperando que me besara, yo esperando que me tocara, y nada, no hizo nada. Puro acostado en el sofá.

Hanna escuchaba con envidia e indignación, el relato descarado de su prima, sin embargo se mostraba impasible, sin manifestar emoción ni interés, después de todo ese muchacho no era para ella, ni ese, ni ningún otro, puesto que era un monstruo, un monstruo que se retorcía de dolor cuando se encontraba a solas en su habitación.

Hanna HaterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora