La magia de tus quince años

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Han pasado 2 años desde aquellos fatídicos besos en la cabaña del club, Hanna lo olvidó, pero a lo largo de ese tiempo tuvo dificultades para relacionarse con el sexo opuesto, sentía aversión por ellos, y a la vez, aquella necesidad de ser la novia de alguien, al fin y al cabo, todas sus conocidas salían con chicos, y ella no quería ser tan anormal, había finalmente heredado la esplendorosa belleza de su madre pero sentía que aquella cualidad física no había sido explotada, de manera que al salir al colegio "pintorreteaba" torpemente su cara con maquillaje, buscando desesperadamente disfrazar su rostro de tonta, simple y penoso, y sus ojeras terribles que por las mañanas la hacían lucir como enferma terminal. Y en ese esfuerzo angustioso no reparaba en que los excesos eran satíricamente evidentes, por lo que las burlas continuaron, ya para este entonces con más cautela que antes, más a sus espaldas y de parte de las supuestas amigas, todas falsas e hipócritas pero definitivamente queridas, burlas de la propia Mariam, la prima que con el tiempo se hacía más inseparable, y aunque albergaran entre ellas oscuros sentimientos de envidia y competencia, el cariño y la camaradería, además de sus planes de huir, las unían poderosamente.

Más adelante entendería que detrás de la burla se encuentra un ser lleno de envidia que desea con el alma ser como ella, que no soporta sus virtudes, detrás del maltrato se oculta la ira de la envidia. Tal como su madre, es una joven agraciada en físico, posee una belleza extraña, triste y misteriosa, como la de un ángel caído.

En todo eso piensa hoy mientras se maquilla habilidosamente en la habitación que está a punto de abandonar, cosas grandes vienen para ella en los próximos días, y se siente satisfecha de sus logros, más aún al ver que en el espejo no queda vestigio del monstruito absurdo que fue, es sencillamente genial y todos, absolutamente todos se lo recuerdan a diario, y se ha vuelto loca, quiere saciar su odio y su vergüenza, por lo que se ha propuesto jugar con todo hombre que se le cruce y causarles algún tipo de sufrimiento a cada uno de ellos...

Sus 15 años no fueron los típicos aquellos del vestido, la magia, el vals y la ostentación, los celebraron en la terraza de un lujoso restaurant con Regina, una amargada Ababel y Mariam, la cena no fue nada del otro mundo y la compañía tampoco, pero sabe apreciarlo, se lamenta de todas las veces que deseó la muerte de su madrastra, porque aunque su crueldad era innegable, también era humana y se preocupaba por los detalles, sabía que el señor Hiedra no iría, a pesar de que lo prometió, llevaba dos días cerrando un trato en una isla por el Caribe, pero aseguró que para su cumpleaños estaría de vuelta, no fue así, le depositó una cantidad exuberante a Regina para que no escatimara en gastos en la cena, y así lo hizo, ordenó un cartoccio y un vino del más caro, las chicas una gran pizza, que la cumpleañera apenas probó, prefirió un tiramisú, y  ellas un tres leche de postre. Su madrastra bebía en silencio, como ajena a toda la conversación trivial que sostenían las otras tres, muy apesadumbrada con los ojos fijos en el oscuro rio Guaire que bordea la calle de al frente.

Pero la jovencita participa escasamente en la conversación, nadando en el tiramisú están los recuerdos de los quince años de Ababel, esos fueron la gracia pura y el color rosa brillante en su máxima expresión, el señor Hiedra estuvo presente, con su sonrisa discreta y sus cejas levantadas de manera seductora, en una mesa apartada, y centrado en su pequeño círculo social, esa noche no tuvo el más mínimo contacto con él, a ella la sentaron en una mesita con dos niños y dos chicos de su edad, llevaba un conjuntico de lino verde oliva de falda y chaleco, como los de Regina en la oficina, y aunque su cabello negro en ondas brillaba y su rostro resplandecía, se sentía invisible, como una espectadora desde una tribuna, como un fantasma que lo ve todo y nadie lo ve a él, por más radiante que era, ese maldito conjunto de oficinista barata no la ayudaba, y de paso, Regina hizo que la maquillaran de la manera más insulsa habida posible, lo que la hacía ver genial, pero ya sabemos que Hanna no se lleva bien con la naturalidad. Y ese maldito fotógrafo, jamás lo olvidará, Regina, quien si se veía espléndida y cuya gracia no era opacada por nadie, absolutamente nadie, la llamó para que se tomara fotos con Ababel, a lo que el regordete y sudoroso tipo, increíblemente pretendió usarla como su asistente: -Mueve un poco hacia acá ese banco...coloca esos globos de aquél lado...-Hanna sin decir palabra se alejó lentamente a su mesa con su nudo de odio en la garganta, dejando a Ababel con un gesto de furia.

Quien se cree que es, soy la hija de Hiedra, no te das cuenta?

Pero por Ababel no podía sentir menos que pena y lástima, si todos supieran lo que ella sabía, esa fiesta no sería más que un circo, ni existiría. Muy poco tiempo atrás se escuchó una fuerte discusión, Regina le reprochaba algo con la voz desencajada, sus palabras sonaban ininteligibles y Ababel lloraba diciendo: _Pero no me pegues, no me pegues más.

Por largos minutos se sentó en la mesa con aquél nudo que la carcomía por dentro, Isaac no estuvo en la celebración, ,pero si su padre, su padre era uno de los principales invitados, reía y bebía como cerdo, lo acompañaba una mujer esplendorosa que no hablaba, no sonreía, solo coqueteaba con sus uñas y su cabello, y de vez en cuando revisaba su teléfono celular. Rasguñando distraídamente sus medias pantis, Hanna siente odio por todo lo que le rodea, alimentando su nudo con cierta agonía y cierto placer, la garganta le quema, los ojos le arden, la vergüenza le aturde, y el nudo crece porque Isaac no está allí y ella siente una ciega ansiedad por verlo, y si te vuelve a besar y esta vez es diferente?...te besó para burlarse de ti...te besó por lástima, luego que te besó él fue al baño a vomitar. Seguro tenías aliento de perro...

Esa voz que la aturde sin piedad, la acompañan para aquí y para allá, y no descansa, no cesa, no pide permiso, es su voz interior, es tan débil pero a la vez tan fuerte, y no la puede callar. Pero sentada allí en la mesa, estrujándose la blanca pierna, una voz que no era aquella de siempre, para ser exactos un pensamiento, atisbó una oración seca, rápida, repentina, fugaz, solo tres palabras: "ABRE LOS OJOS" iba acompañada de la sensación imperiosa de obedecerla, las tres palabras eran tan precisas como difusas, no las escuchó, sencillamente apareció, como ya se dijo, un pensamiento. Comenzó a mirar a su alrededor, se le ocurría que Isaac aparecería de pronto ante sus ojos, los niños de su mesa jugueteaban entre ellos y fingían que eran adultos, se acercaban al bar y pedían refrescos una y otra vez. Una carita de ángel en su mesa la invitó a sumarse al juego, Hanna había abierto sus ojos, era la carita más dulce y angelical nunca antes vista, era la mirada más transparente, la sonrisa más pura, y la invitaba a jugar. Lo que restó de la noche la pasó junto a él, le manifestaba su atracción casi que devota, la llevó hacia un patio trasero a la sala de fiesta, solitario y florido, alumbrado por la luna, para hablar a solas, donde lo más importante fue que no la besó ni intentó hacerlo, solo eran palabras de encanto genuino, y era la cosa tal vez más hermosa que Hanna nunca vería en la vida, honestamente era el momento perfecto para un primer beso, aunque no existieran las mariposas en el estómago, ni el deseo, ni ningún tipo de sentimientos prohibidos o de temor, solo el aprecio por las cosas puras y hermosas que hay en el mundo, aquello pudo haber sido un amor a primera vista, pero así como apareció esa noche, desapareció sin dejar rastro, hasta el punto de que ni su nombre jamás recordaría.

Al terminar su helado se siente más revitalizada, percibe mejor humor en sus acompañantes, el brillo y la elegancia del restaurant le enaltece el espíritu, la brisa fresca de la noche en la terraza, el aroma del vino, la exquisitez de la comida italiana, ¿qué más podía pedir? Después de todo, una estrafalaria fiesta como la de Ababel no hubiera sido de su agrado, además Regina accedió para que su prima pasara la noche en casa viendo películas de terror hasta la madrugada, definitivamente una amena celebración quinceañera, hasta que llegó la segunda parte de la celebración...

Hanna HaterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora