Interludio II

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Dos oficiales de policía jóvenes, uno enjuto y moreno, el otro de uno de tez oscura y musculoso, escoltan esposado por la sala de emergencias a un tercer muchacho, algo menor y pelirrojo

La médico de guardia observa la escena con una expresión avinagrada, junto a la alcaldesa quien con gesto de profunda satisfacción esta a su lado.

"Como ciudadana te pido que se le de un juicio justo. Como médico te pido que no se le maltrate. Y como amiga de los dos te pido que le des una oportunidad, es un buen chico... aunque no siempre hagas cosas buenas" acotó únicamente la galeno sin mirar a su interlocutora.

"Pierde cuidado, C. Simplemente haré que se cumpla la justicia" dijo en un tono nada convincente la político.

"Cuando termine mi turno. Te invito a comer. Hay mucho de lo cual quiero quejarme" respondió enojada, y dicho esto se retiró devuelta a su trabajo.

Cerca de la puerta salida tres personas asiáticas, dos mujeres y un hombre, observaban con diversos grados preocupación al joven pelirrojo que se limitaba a caminar con la cabeza gacha. En el momento en el que se cruzaron, el joven azabache sin previo aviso se abalanzó contra el pelirrojo y le dio un puñetazo en el estomago seguido de otro en la cara que lo tumbaron al suelo.

"Eso es por lastimar a mi novia maldito ladrón!" Dijo el asiático, en su coreano nativo, ante la mirada de confusión y dolor del ojiverde.

Los oficiales intervinieron rápidamente para impedir más daño a su sospechoso. Bruscamente apartaron al atacante y le apuntaron con sus armas de reglamento, fue cuando la más joven de las asiáticas que estaba con el (aquella que tenía una venda alrededor de la cabeza) se interpuso entre estas y su pareja con gesto suplicante.

Ante la situación tan problemática, los oficiales simplemente continuaron con su labor, sin embargo, no se molestaron en preocuparse por las múltiples heridas del chico que transportaban, se limitaron a llevárselo dentro de la patrulla e ignorar el enorme dolor físico y emocional que le carcomía. A su lado, el muchacho observó una mochila vieja y la reconoció como propia. La preciada preciada flauta de su difunta madre estaba a salvo lo cual lo lleno de alivio y, sin embargo, no estaba convencido de vivir lo suficiente para volver a tocarla

24 Caprichos de un AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora