Cansada, cerró los ojos. Pesaba más el deseo de no abrirlos jamás que el de abrirlos y aparecer en otro lado. Porque la segunda opción no funcionaba nunca y ya lo había comprobado: podía huir por el mundo entero, pero la mala suerte la seguía siempre. Era su más fiel acompañante. Ni siquiera era correcto decir que "la seguía"... en ese momento ya estaba segura de que la desgracia había anidado en su interior y viajaba con ella.
—¡Paula!
La voz provenía del exterior y cobraba fuerzas, arrancándola del estado de somnolencia.
Paula abrió los ojos con pocas ganas. Esa voz masculina y extrañamente cautivante le daba un indicio de lo que le esperaba. Algo que para cualquier otra chica hubiese sido la felicidad en su estado más puro, para ella solo significaba una tortura. Y ahí estaba él, frente a ella. Lo primero que vio fue su sonrisa. Y poco a poco, detrás de él, comenzaron a aparecer las cosas que los rodeaban en el orden de lo que más le gustaban a lo que más odiaba.
Primero vio la sonrisa frente a ella, luego las estanterías llenas de libros. En tercer lugar, las ventanas y la puerta de entrada, y por último, las personas.
Paula estaba en la recepción de una pequeña biblioteca. Aquel era su lugar de trabajo. Frente a ella se encontraba Julián, el joven que de una u otra forma se las arreglaba para robar el mayor tiempo posible de sus pensamientos.
—Si la dueña de la biblioteca te viese durmiendo, seguramente te mataría —dijo él con una sonrisa todavía más amplia.
Paula respondió levantando los hombros con una sonrisa desganada.
"¿Por qué?" Era todo lo que había en su cabeza.
"¿Por qué me habla?" Paula no entendía.De hecho, las amigas de Julián tampoco entendían mucho. Paula era una sombra, terriblemente acostumbrada a ser nadie... ¿por qué alguien como Julián, quien naturalmente parecía atraer la atención de todos, se había dado cuenta de la existencia de alguien tan minúscula? ¿Lastima? ¿Humildad? Nadie más que él sabía. Y en realidad, para ser sinceros, él tampoco entendía bien.
Acostumbrada a realizar su vida en silencio, la repentina atención que Julián le puso a su existencia, resultó abrumadora para alguien como ella. Pasar desapercibido y tener pocas expectativas era su modo de vida, pero él lo había cambiado todo.
En primer lugar, ya no podía pasar desapercibida. Julián era conocido por todos, así que su afición por no dejar que Paula esté sola fue rápidamente notada por amigos y en especial por amigas. Ya sea obligándola a trabajar con él durante trabajos grupales, o separándose de su grupo para saludarla siempre que la veía, Paula había dejado de ser invisible, y no podía hacer más que sentirse incomoda. Y en segundo lugar, para su desgracia, muy dentro de ella está creciente atención encendió una pequeña chispa... un resultado obvio.
Para Paula, Julián era una persona extremadamente amable, y terriblemente cruel. Su amabilidad era la fuente de su crueldad. ¿Cómo podía prestarle esa atención sin esperar que ella se enamore? Era el resultado obvio. Paula estaba terriblemente enamorada hasta los huesos.
El mecanismo de defensa de la joven era el olvido. De alguna manera, su cerebro bloqueaba todo, de modo que era imposible quejarse por pasar desapercibida. Paula era nadie hasta para ella misma. Estaba vacía. No tenía nada en que enfocarse, así que desde que conoció a Julián, no podía evitar pensar en él el 90% del tiempo. La razón era simple: no tenía nada más en que pensar.
Las expectativas que tenía en la vida habían sido elevadas a la fuerza, y una vez más, esto tampoco la hacía feliz.
Julián era así con todos. Ella no era especial. Él no sentía nada por ella, simplemente no le gustaba ver a la gente sola. Paula lo sabía... ¿pero cómo no enamorarse?
Era fácil entenderla. Siempre invisible, y de la nada un extrovertido chico lindo se fija en ella ¿no es cruel esperar que no desarrolle sentimientos hacía él?
—¡Paula!
De nuevo su nombre, pero esta vez la voz era chillona y estresante, exaltando tanto a Julián como a Paula. Su jefa, una mujer bajita y de aspecto rechoncho, había aparecido de la misma nada. La mujer miró a Julián y le dirigió una sonrisa forzada, que rápidamente deshizo al mirar a Paula
—Paula, tengo que irme, pero quiero dejarlo claro: Si no traes ese libro el lunes por la mañana, ni te molestes en volver.
Tomó su abrigo, y luego dirigió otra sonrisa falsa a Julián.
—Así que tal vez es la última vez que la ves en la entrada. —dijo ácidamente y se dirigió a la salida.
—¿Perdiste otro libro? —preguntó Julián con los ojos verdes abiertos como platos.
Paula asintió vencida.
—¿¡QUE YA NO ES EL TERCERO!? —exclamó sorprendido.
Ella pidió que se la trague la tierra. Maldito sea su cerebro y la manera en la que olvidaba todo. Probablemente ese era su último día de trabajo.
—Está todo bien... no importa—mintió.
Quedar desempleada significaba tener que volver a su ciudad... con su madre. No había peor pesadilla que esa.
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Sankofa
Teen FictionRecuerdos vergonzosos, crueles, dolorosos e incluso violentos. ¿Quién no ha deseado tener la habilidad de borrarlos? Muchas veces nuestro presente se encuentra condicionado por la forma en la que fuimos tratados en el pasado, y debido a ello, la hab...