Capítulo I: Una prisión llamada casa.

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Disclaimer: Harry Potter no es de mi propiedad les pertenece a sus respectivos propietarios.

Era el año 1991 en Inglaterra y todo parecía ir como cualquier día, el sol se elevaba por los jardines e iluminaba la casa del número 4 de Privet Drive la cual estaba ubicada en una calle que está compuesta por casas similares y tiene un aspecto muy pulcro. Es un lugar muy tranquilo ubicado en Little Whinging, Surrey, al suroeste de Londres.

Había fotos en paredes en el interior de la casa mostrando a una morsa con bigote, una jirafa con cara de caballo y un cerdo con peluca... Espera ¿Qué?

Ah, cierto señores esto no es un zoológico. No. Es la casa de la familia Dursley y los integrantes eran un hombre y un niño de complexión, como decirlo, fácilmente uno de ellos ocuparía toda la portería de una cancha de fútbol debido a su... gran presencia.

El último integrante era una mujer que parece que su cuello era tan largo para no olerse los pies con cara de tener un palo metido por donde no da el sol.

Estos eran Vernon Dursley con su esposa Petunia y su hijo Dudley, quienes vivían en esa casa desde hace años, la casa tenía una cocina, un buen recibidor, una habitación principal, tres habitaciones extras, sin embargo había una parte de la casa en la que otra persona vivía.

Debajo de las escaleras se encontraba una pequeña puerta y en el interior se podía observar que era una alacena, era un cuarto pequeño, oscuro y polvoriento.

En ese pequeño cuarto había una pequeño colchón en el piso que se veía algo podrido debido a la suciedad del lugar, en dicho colchón se encontraba un niño de 10 años de cabello negro alborotado y si lo mirabas de cerca podías ver una curiosa cicatriz con forma de rayo en su frente. El pequeño iba vestido con ropa significativamente más holgada y a un lado tenía un par de anteojos con cristales en forma circular que parecían estar dañados debido a la cinta adhesiva que había en ellos.

Entonces la mujer llamada Petunia con una voz chillona despertó al niño.

― ¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

Sobresaltado el niño despertó y la mujer volvió a llamar a la puerta.

― ¡Arriba! ― Chillo de nuevo. El pequeño escucho pasos en dirección a la cocina de la casa la mujer apresurada volvió a llamar. ― ¿Ya estás levantado?

― Casi.

― Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme, sino ya sabes lo que pasara. Quiero que todo esté perfecto para el cumpleaños de mi Duddy.

El muchacho hizo un sonido de queja.

― ¿Qué has dicho? ― Grito desde el otro lado de la puerta.

― Nada tía Petunia... solo me reprochaba por haber olvidado el cumpleaños de Dudley ― Dijo con falso pesar pues realmente no lamentaba haber olvidado esa fecha.

Notando el tono con el que hablo el niño la señora reclamo. ― Escúchame Harry Potter mientras vivas en esta casa harás lo que se te diga el pie de la letra sin objeción o si no pasaras otra semana encerrado y sin comer ¿Quedo claro?

El ahora identificado como Harry no puso más peros y asintió con la cabeza, así que se puso de pie y salió directamente hacia la cocina. La mesa estaba casi cubierta de un montón de regalos dirigidos hacia Dudley. La morsa... ehem... perdón el hombre de anchas llanuras, entro a la cocina y cuando vio a Harry que estaba dándole vuelta al tocino, le grito.

― ¡Péinate!

El niño intentó aplastar su cabello pero de nada servía, su cabello siempre había sido un dolor de cabeza para su tía, puesto que no importaba cuantas veces fuera a llevarlo a cortarse el cabello, al día siguiente su cabello volvía a estar ahí, sacando de quicio a su tío.

Harry Potter And The Four KingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora